Elsa García acusó a los entrenadores Eric y Cecile Demay de agresiones físicas y maltrato psicológico. La denuncia fue hecha en sus redes sociales tras su participación en el Campeonato Mundial de Gimnasia Artística de Stuttgart. (Foto: Instagram de @_elsagarcia_).
Homo Ludens
Acoso, abuso y maltrato en el deporte mexicano
Raúl Nivón-Ramírez
Dos plazas olímpicas y una denuncia de maltrato físico y psicológico
Los gimnastas bajacalifornianos Alexa Moreno y Daniel Corral garantizaron durante el pasado 7 de octubre su asistencia a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Las plazas obtenidas en el Campeonato Mundial de Gimnasia Artística (Stuttgart, Alemania) son nominales, lo cual significa que ningún otro atleta puede ocupar su lugar. Con ello, al momento suman ya 21 connacionales calificados para la cita cuatrienal.
Sin embargo, la buena noticia se vio opacada por la denuncia hecha por la gimnasta neoleonesa Elsa García, quien acusó a los entrenadores y técnicos encargados de la selección, Eric y Cecile Demay, de agresiones físicas y maltrato psicológico. La acusación fue hecha al poco tiempo de finalizado el proceso clasificatorio. A través de sus redes sociales, el mismo 7 de octubre, García aseguró ser víctima de injusticias por parte de la pareja francesa y adelantó que iniciará una cruzada para evitar que “otras gimnastas sufran” lo que ella ha atravesado.
La acusación generó interés entre algunos medios de comunicación, que urgieron a la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) y a la Federación Mexicana de Gimnasia (FMG) a tomar cartas en el asunto. Los acontecimientos posteriores se pueden resumir en una serie de declaraciones en las que la Conade asegura que atenderá el caso. La FMG publicó un extenso (y confuso) comunicado llamando al diálogo y a la mediación de las autoridades para resolver el problema.
Ha trascendido también que parte de la comunidad deportiva —entrenadores, gimnastas y excompañeras de la atleta— ha llegado a dudar e incluso desmentir lo dicho por García. Aún más, ha denunciado maltrato físico y psicológico en el pasado perpetrado por Antonio Martínez Barraza, actual entrenador de García y encargado de gimnasia artística femenil en los ciclos olímpicos de Beijing 2008 y Londres 2012. Sin embargo, de todo este asunto surge nuevamente uno de los temas más evadidos por parte de las autoridades deportivas mexicanas: la atención a las denuncias de abuso, acoso y maltrato de las y los atletas.
Sin novedad en el frente
El tema del acoso, abuso y maltrato físico de los deportistas de cualquier nivel es delicado y, por desgracia, no es algo nuevo. Los casos de acoso y abuso sexual son los que tienen más eco en los medios de comunicación. Se recuerda recientemente el proceso que enfrentó a un número importante de gimnastas estadounidenses retiradas y en activo con el médico de la selección nacional Larry Nassar, acusado de tocamientos y abuso sexual. Por las pruebas en su contra cumple una pena de entre 40 y 175 años de prisión.
México también ha tenido casos similares aunque sin condenas ejemplares. Trascendió la denuncia de la clavadista Azul Almazán (de acoso sexual en el proceso selectivo para Sidney 2000) contra su entonces entrenador Francisco Rueda, y que no pasó de la inhabilitación del preparador por parte de la Federación Mexicana de Natación. En 2018, el jugador juvenil del Club Veracruz José Roberto Horta denunció al representante de futbolistas Ángel Fuentes de presionarlo con su debut en primera división a cambio de “favores sexuales”. Otro caso muy sonado se dio hace apenas unos días, el 5 de octubre, cuando la futbolista Sofía Huerta, del Houston Dash, fue tocada de forma inadecuada por un aficionado después de un partido contra el equipo Tigres de Monterrey.
Por otro lado, las denuncias públicas de maltrato físico son menos frecuentes que los temas de abuso. De hecho, en numerosos casos, la parte acusadora antepone su sentir (“me sentí” maltratada o maltratado) antes que afirmarlo. Por esta razón, más de un entrenador se defiende afirmando que, en ocasiones, las presiones físicas y psicológicas sobre los atletas, que bien podrían interpretarse como maltrato, son necesarias para que el o la deportista logre vencer sus miedos. Otros aseguran que no hay forma de alcanzar las metas deportivas, e incluso garantizar la integridad de un atleta, sin cierto rigor que muchos interpretan como maltrato. Deportes como la gimnasia artística, los clavados y el patinaje artístico muestran la delgada línea que separa la dureza característica de estas disciplinas del maltrato físico-psicológico.
En cuanto al maltrato psicológico, los casos más frecuentes son aquellos que acusan algún tipo de discriminación. En muchos casos, atletas que han logrado consagrarse se han animado con el paso de los años a denunciar este tipo de abusos que sufrieron en el pasado. Algunos incluso han llegado a señalar que, debido a este tipo de maltratos, encontraron la fuerza para sobreponerse a la adversidad y alcanzar el éxito deportivo (Hugo Sánchez, por citar un caso emblemático). Sin embargo, este tipo de ejemplos con un desenlace positivo contrasta con un sinnúmero de casos que en muchas ocasiones ni siquiera se denuncian.
Sea un caso de maltrato físico o psicológico, surgen preguntas como: ¿Dónde se encuentra el límite del maltrato? ¿Cómo puede evaluarse? ¿En qué medida y en qué cantidad los atletas, entrenadores y padres están dispuestos a soportar este tipo de abusos? ¿A qué instancia debe recurrirse para denunciar e investigar el maltrato físico y psicológico?
Acciones preventivas desde la administración pública e instituciones deportivas
El documento Acoso sexual en el deporte (2010) del Centro Virtual de Conocimiento para Poner Fin a la Violencia contra las Mujeres y Niñas de ONU Mujeres ha señalado que el acoso sexual en el deporte tiene características únicas en vista de la “necesaria atención que se presta al cuerpo de las personas que practican deporte”. Por otro lado, de acuerdo con un estudio hecho en México por la asociación Deporte, Mujer y Salud entre 150 atletas encuestadas, se descubrió que el 71 por ciento había sido víctima de acoso sexual o conocía algún caso cercano. El 67 por ciento señaló al entrenador como el agresor, mientras que el 92 por ciento reportó que el lugar donde habían ocurrido los hechos fue una instalación deportiva. En cuanto al maltrato físico y psicológico, me ha sido imposible localizar un estudio similar, pero no parece erróneo considerar un resultado estadístico semejante. Aun considerando únicamente los casos de acoso y abuso sexual, los datos se muestran alarmantes.
Por lo anterior, el documento de ONU Mujeres antes citado ha urgido a adoptar la “Resolución del Parlamento Europeo sobre las mujeres y el deporte” (2003). Este apunta que, ante las posibles consecuencias físicas y psicosomáticas que el abuso y el acoso sexual causan entre los atletas, los países miembros y federaciones deportivas deben adoptar:
Medidas destinadas a prevenir y eliminar el acoso y el abuso sexual en el deporte, haciendo aplicar la legislación sobre acoso sexual en el lugar de trabajo, a que informen a las atletas y a sus padres sobre el riesgo de abuso y de los recursos de que disponen, a que den una formación específica al personal de las organizaciones deportivas, y a que aseguren el seguimiento penal y disciplinario correspondiente.[1]
En México, la ausencia de mecanismos claros para llevar a cabo una denuncia e investigación imparcial sobre temas de abuso, acoso y maltrato físico y psicológico ha creado una sensación generalizada de impunidad. A diferencia del castigo ejemplar mostrado por las autoridades estadounidenses con el caso Nassar, en México pocas veces hay castigo para los agresores. Por otro lado, el actuar de las autoridades tanto deportivas (federaciones) como estatales (Conade e institutos del deporte) solo se activa después y no antes (prevención) de los actos de abuso, acoso o maltrato. Así mismo, también debe señalarse que esa falta de claridad e inamovilidad institucional ha generado otro tipo de abusos en los que se han perpetrado denuncias falsas con el fin de presionar u obtener beneficios y favores para individuos y grupos.
¿Hay una solución a corto plazo? Consideremos en primer lugar que en México la estructura del deporte nacional dota de mucha autonomía a las federaciones deportivas. Todo atleta que recurre a su federación para denunciar un maltrato físico o psicológico sabe del peligro de ser vetado, toda vez que, en el mejor de los casos, su asunto queda en manos de las comisiones integradas por los mismos miembros de las federaciones.
La Conade tampoco representa una opción que haya demostrado ser más eficiente. Los juicios que pueda emitir con respecto al caso de un atleta son discrecionales y, en gran medida, determinados por los medios de comunicación. El caso reciente de Elsa García demuestra cómo la decisión de apoyar a la atleta se dio sin una investigación de por medio. Por otro lado, los mecanismos de la Conade para presionar a una federación deportiva para que realice una investigación o adopte una resolución se reducen a presiones económicas, las cuales terminan siendo políticamente contraproducentes para el organismo.
Por supuesto que un atleta puede recurrir a instancias legales fuera del marco deportivo. En los casos de acoso y abuso sexual, sin duda alguna, debe ser la primera opción para una víctima. Sin embargo, para los temas de maltrato físico y psicológico, la intermediación de las comisiones de derechos humanos, así como de la Comisión de Apelación y Arbitraje del Deporte (CAAD), pueden ser mejores opciones para los atletas. Empero, es bien sabido que estas instancias carecen de la capacidad para hacer cumplir a las federaciones deportivas sus resoluciones, además de que la exhibición pública de las instituciones deportivas termina por afectar la carrera deportiva de los atletas.
Como se observa, este tema se ha arraigado no solo en del deporte mexicano sino mundial, por lo que parece difícil aunque no imposible considerar algunos pasos iniciales por parte de la autoridad. Estos deberán apuntar a encontrar procedimientos para presionar a las federaciones a fin de que:
- Transparenten sus mecanismos de prevención y denuncia de acoso, abuso y maltrato a los atletas.
- Integren comisiones de investigación compuestas por integrantes de las federaciones, y también independientes.
- Modifiquen sus estatutos para hacer cumplir las resoluciones de las comisiones de derechos humanos y la CAAD.
- Diseñen en conjunto con la Conade y las ONG un protocolo específico para prevenir y denunciar el acoso, abuso y maltrato en el deporte.
- Adopten públicamente un compromiso para crear ambientes sanos libres de acoso, abuso y maltrato.
En la medida en que las autoridades deportivas reconozcan la urgencia de reducir los índices de abuso, acoso y maltrato, se estará dando un paso muy importante para alcanzar los verdaderos objetivos del deporte: salud, educación y buenos resultados en competiciones nacionales e internacionales.
nivon2099@gmail.com
Twitter: @ra_niv
18 de octubre de 2019.
[1] “Resolución del Parlamento Europeo sobre las mujeres y el deporte” (2003)
http://www.europarl.europa.eu/sides/getDoc.do?pubRef=-//EP//TEXT+TA+P5-TA-2003-0269+0+DOC+XML+V0//ES
Raúl Nivón-Ramírez
Raúl Nivón-Ramírez ofrece el dominio de un catálogo de capacidades vinculadas a la historia, sociología y política deportiva. Concibe y despliega cualquier investigación que se estreche a asuntos de orden público en el campo de la ciencia del deporte, particularmente en áreas de comunicación, legado y procesos de planeación de políticas de desarrollo. Diseña y organiza eventos académicos en torno a sus líneas de trabajo, además de crear las vinculaciones con intereses del sector cultural.