Agustín Cosme, el último hijo de Iturbide

Recreación de Iturbide y acompañantes en la Hacienda Palo Alto, cerca de Santillana, Tamaulipas. (Dibujo de José Luis Aguilar Guajardo, 2010).

CIUDAD VICTORIA. En julio de 1824 después de navegar por el Océano Atlántico, el bergantín inglés Spring ancló en la Barra de Soto La Marina. Ninguno de los pasajeros, entre ellos el ex emperador Agustín de Iturbide sabían el destino que les esperaba. Dispuestos a explorar ese territorio santanderino, el Libertador de la Patria y su secretario Carlos Beneski desembarcaron en Pescadería, mientras Ana María Josefa Ramona Huarte Muñíz de Iturbide, dos hijos y varios sirvientes los observaban desde la cubierta.

Apenas habían avanzado varias leguas, al llegar al Rancho Los Arroyos los jinetes fueron hechos prisioneros por el general y comandante Felipe de la Garza, quien conocía personalmente a Iturbide. El encuentro con su ex correligionario fue cordial, casi de amigos, aunque jamás imaginó que ese momento significaba el preámbulo del final. Mientras platicaban los militares, en la ruta tierra adentro iban flanqueados por una escolta que los condujo a Soto La Marina, donde Agustín pasó la noche en la prisión del cuartel, enfrente de la plaza.

Los pobladores de aquel lugar, percibieron que algo extraño sucedía. Más se inquietaron la mañana siguiente, cuando lo vieron salir para iniciar su traslado a Padilla, donde sería fusilado por órdenes del Congreso local. A lo largo del viaje por aquel territorio de mezquites, nacahuas y granjenos, los soldados permanecieron atentos a cualquier señal del célebre personaje. Sin alterar su porte militar, el libertador conservaba los rasgos soberbios y características que lo distinguieron desde niño: piel blanca, ojos azules dominantes y una frente amplia que tantas veces acarició la Güera Rodríguez, con quien sostenía algo más de una relación amistosa.

Montaba un desnutrido caballo de tropa, diferente al ejemplar pura sangre que lo condujo por las céntricas calles de la Ciudad de México a la cabeza del Ejército Trigarante. Tampoco la silla se parecía a otra de piel que montaba aquel día de septiembre, con costuras piteadas, hilos de oro y piedras preciosas, hecha por los mejores talabarteros y artesanos de Guanajuato. Probablemente, en ese instante pasó por su memoria, el sonido del repique de campanas de catedral y la multitud de admiradores arrojándole flores y pañuelos a su paso.

En una de las estancias, recordó la pregunta que le formuló al general de la Garza cerca de Soto La Marina: -.¿Podría decirme la suerte que me espera? -La muerte… la muerte señor Emperador- contestó el Brigadier, sin atreverse a verlo de frente, desviando su ojos al cielo, donde las gaviotas rompían el silencio monótono de aquella terrible soledad.

Casa del general Felipe de la Garza en Soto la Marina, donde vivió la emperatriz Ana Huarte de Iturbide. (Fotografías cortesía de Francisco Ramos Aguirre).

A las seis de la mañana del 18 de julio llegaron a la Hacienda de Palo Alto, propiedad de Dominga Flores, donde escucharon misa y bebieron agua los caballos. Pasaron al comedor y mientras comentaban las andanzas de Xavier Mina por esos lugares, Iturbide desayunó dos panecillos y una taza de chocolate. Antes de montar nuevamente su caballo, recordó que por mucho tiempo había disfrutado el poder y riquezas, y ahora se encontraba ante el peor descalabro de su vida.

Después de dormir unas horas en el paraje Muchachitos, el contingente llegó a Padilla pasadas las ocho de la mañana del día 19. Ajena al complicado escenario de su esposo, la ex emperatriz con seis meses de embarazo del último de sus hijos, permanecía hospedada en la casona del brigadier de la Garza en Soto la Marina, atendida por su esposa doña María Antonia de la Serna “La Generala”, viuda de Ramón Paredes y Serna quien según los rumores de la gente, había sido asesinado por su actual marido.

Al amanecer del 20 de julio, mientras Ana María se encontraba en el comedor alimentando a sus hijos Salvador y Felipe, alguien tocó insistentemente la puerta de la casa. Uno de los criados hizo pasar al mensajero, quien comunicó a los asistentes la infausta noticia del fusilamiento de Iturbide. Estremecida, la ex emperatriz abandonó el lugar y se introdujo a la recámara. Después de recibir las condolencias y llorar en silencio su tragedia, la viuda se vistió de negro.

La familia y sus acompañantes pudieron abandonar Soto La Marina a los pocos días después de morir el emperador, pero el temor a contagiarse de Vómito o Fiebre Amarilla que causaba estragos en Tampico y otros lugares de las costas tamaulipecas, los detuvo varias semanas. En agosto, acudió a visitarla el presbítero y diputado Antonio Gutiérrez de Lara, confesor de su esposo y hermano de Bernardo el insurgente, quien se negó a emitir su voto. En medio de todo esto, Huarte puso en orden algunos asuntos legales, entre ellos la certificación y otorgamiento de poder testamentario firmado en el Spring, en favor de Juan Gómez Navarrete.

Probablemente La Generala, sugirió a la emperatriz que permaneciera en su casa hasta que naciera su hijo, pero ella se negó. El 16 de septiembre la viuda se despidió amablemente de la anfitriona a quien nunca volvió a ver. Ese mismo día, el grupo abordó el pailebot Estados Unidos, al mando del capitán Daniel Kitch que los condujo hacia Nueva Orleans, donde nació en octubre su hijo Agustín Cosme.

Después de permanecer varios meses en Louisiana, los exiliados se trasladaron a Filadelfia, cuna de Benjamín Franklin, donde los esperaba el resto de la familia, bajo el amparo de los curas de la Iglesia de San Juan Evangelista. En esa ciudad Agustín pasó sus primeros años, hasta su traslado a México en tiempos de gloria del presidente Antonio López de Santa Anna, pretendiente de su tía la princesa Nicolasa Iturbide, quien lo nombró a Agustín coronel de caballería del ejército nacional. Con ese grado, participó en algunas batallas durante la Guerra de la Invasión Norteamericana.

La mayor parte de su vida, interfirieron situaciones adversas que marcaron su personalidad. En octubre 1865, después de la muerte de su madre en Filadelfia a los 79 años de edad, pretendió encontrar la felicidad en un país extraño. Finalmente a sugerencia de Maximiliano viajó a Francia, donde estableció su hogar. Para entonces, los descendientes de Iturbide, habían despilfarrado la mayoría de sus bienes y vendido las haciendas de San José y Apeo cerca de Maravatío, Michoacán.

Vista de lo que fue la prisión del cuartel donde estuvo preso Agustín de Iturbide en Soto la Marina, Tamaulipas.

A pesar de su precaria situación económica, al llegar a París Agustín Cosme se hospedó en el Grand Hotel Español, ubicado en el céntrico Boulevard Montmartre, donde se comía con abundancia y delicadeza, propiedad de Ciriaco Bilbao “verdadera alma del hotel, hombre honrado, sencillo y digno, tan querido y reconocido de cuantos españoles llegan a Paris”. Ahí conoció a una joven latina, humilde y guapa mucama con quien vivió el resto de sus días. Incluso poco antes de morir, la nombró su heredera universal.

La presencia del príncipe en aquella ciudad cobró enorme revuelo internacional sobre todo porque, recientemente, Francia había declarado la guerra a México. Cerca del hotel, la pareja abrió un modesto restaurante o fonda popular: “La comida costaba allí, un franco sesenta céntimos. Muchos recuerdan en París, haber visto al hijo del emperador recorrer él mismo la mesa, para recoger en su cestillo la cuota de cada parroquiano. En junio de 1867, compró un establecimiento de café, baile y concierto, situado en la calle de París, en Courbevoie, establecimiento que volvió a vender, con alguna utilidad en octubre de 1868”.

La fortuna del último hijo del libertador de México no era cuantiosa, porque el gobierno liberal había cancelado su pensión. Además existen registros de adeudos de más de diez mil francos, que le otorgó a varios parisinos, sin el respectivo pago. Según la nota periodística, al final de su vida disfrutó las delicias de la bebida, comida, agradables lecturas y placeres. Como suele suceder a muchos descendientes de potentados que terminaron en la miseria, sus excesos precipitaron el final de su existencia.

Años antes, la familia real resultó beneficiaria de quienes estaban en el poder real: “Cuando el emperador Maximiliano se instaló, por tan poco tiempo en México, reconoció el título de príncipe, no al que acaba de morir, sino a sus sobrinos de quince años el uno y el otro de tres… También había mandado dar un parte de la indemnización para su familia, votada por el Congreso Mexicano”. En efecto, hacia 1866 Maximiliano fue generoso al otorgarles en un convenio secreto, una jugosa pensión a los hijos del emperador: Josefa, Ángel y Agustín. En tanto a los nietos Agustín y Salvador, los premió a cada uno con el título de Alteza Imperial.Si la presencia del austriaco en México hubiera sido más prolongada, probablemente la familia Iturbide habría recobrado su antigua prosapia y poder. Sin embargo de acuerdo a varias opiniones, Agustín Cosme no pasó de ser el Príncipe de la calle Nauilly. Su destino era “…vivir oscuro, poco estimado y ridiculizar en Francia, un nombre respetado todavía en su patria, lo bastante para que el emperador Maximiliano hubiera pensado un momento en proporcionar a esa familia, una situación digna de su pasado”.

De la grandeza, pasó a la pobreza. La vida de Agustín Cosme, último hijo del ex emperador, fue triste, azarosa y de gran amargura. Tenía 48 años de edad, cuando la muerte lo sorprendió en París el 10 de mayo de 1873. Dos días después, le cantaron misa de cuerpo presente acompañado de unos cuantos amigos, vecinos, curiosos y su inseparable sirvienta. Ese reducido grupo, se integró el cortejo fúnebre que transitó por las calles hacia una tumba, actualmente abandonada.

 


Lecturas Recomendadas

 

Francisco Brachet, Guía del Viajero de París y Londres (París,1862).

Juan Fidel Zorrilla, Dos Villas Tamaulipecas: Padilla y Soto La Marina (UAT,1972).

Periódico La Iberia. Ciudad de México, junio 22 de 1873.

Periódico El Tiempo. Ciudad de México, 19 de julio de 1910.

Periódico La Voz de México. Ciudad de México, 7 de mayo de 1892.

Comunicado respecto a la tumba de Ana María Huarte” http://www.oocities.org› athens › Column › vult

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