¿Por qué, inexplicablemente, las protestas políticas de las mujeres, hoy, son atendidas, reprimidas más bien, de una manera inexplicable, como acaba de suceder en Cancún (cuyo presidente municipal es una mujer, postulada por Morena, al margen de que antes era sólo una destacada locutora del lugar), en donde la policía agredió con balas al aire a un grupo de habitantes del lugar, que protestaban por el asesinato de una mujer que allí habitaba y que no era la primera que sufría tal tipo de agresión fatal? Hasta hoy, más allá del estupor que han causado esos hechos y que provocaron la renuncia del jefe de policía del lugar, nadie trata de explicar con cierto detalle el por qué de los hechos, comenzando con el por qué mujer contra mujeres. Inexplicable, la verdad.
Al respecto, sorprende el ascenso de la represión, pues se pasa hoy de persuadir con eventuales golpes contusos con marros y macanas, hasta el uso de la disuasión con armas de fuego y balas, que ponen en riesgo la vida; además, una represión ordenada por una mujer (y un hombre, el gobernador) contra mujeres, lo que viola flagrantemente los derechos humanos de las personas agredidas.
Pero más allá de los hechos condenables desde todo punto de vista antes citados, lo que sorprende es el por qué de la agresión, ¿por qué hoy lo patriarcal y machista se sigue imponiendo en contra de lo femenil con particular énfasis y encono, como si agredir física y emocionalmente a la mujer fuese una razón de ser para afirmar así lo masculino, dado que ello pareciera estar en peligro de verse reducido a nada, en la medida en que numéricamente disminuye y su desplazamiento del trabajo es cada vez mayor? ¿Cuál es razón de esa agresividad?
Desde luego, de ninguna manera se debe permitir el ascenso de esa tendencia. Es necesario cortarla de cuajo para que así la convivencia humana transite por caminos menos escabrosos y agrestes y, de nuevo, la relación hombre-mujer sea una relación de amistad, amor y mutuo respeto. Más allá, pues, del castigo inmediato a los responsables se deben comenzar a indagar los orígenes de tal agresividad para no permitir, de ninguna manera, que esas conductas patriarcales y machistas se manifiesten de ninguna manera, y entender que hoy, en la medida en que se modifican los roles de hombres y mujeres ambos debemos hacer todo lo posible para asumir tranquilamente la nueva realidad que poco a poco hoy se está manifestando, sin que la violencia se convierta en acompañante de la nueva vida diaria. Eso, creo, sería conveniente para todos.
Es decir, más que chivos expiatorios, se necesita que hoy el o los culpables hagan un examen de conciencia a fondo para analizar así las verdaderas causas de su conducta. Pero como sea, seguro, alguien se encargará de ejercer el verdadero castigo.
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