Vimos cómo las llamas consumieron la Cineteca Nacional en marzo de 1982, y cómo, después de años de abandono de ese enorme predio del imaginario mexicano, los Estudios Churubusco se avecindaron en el Centro Nacional de las Artes (Cenart) en noviembre de 1994. En unos días se cumplen los 25 años en que el presidente de la República Carlos Salinas y el presidente del Conaculta, Rafael Tovar, entregaron -en obras sin concluir-, la vasta arquitectura modernista de un anhelo incumplido. A un cuarto de siglo, las escuelas de educación artística profesional del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), así como los centros de investigación, no lograron convertirse en una universidad autónoma o en un ente académico independiente del instituto, para cambiar de tajo su consistente y siempre precaria situación. Si bien el Cenart expandió su modelo a numerosas entidades federativas, la profunda transformación que demanda la educación artística sigue siendo un pendiente.
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