Tras el drama anual por el presupuesto insuficiente asignado al Ramo 48, de las adiciones por otras vías del gasto –que es el caso de los recursos al proyecto Chapultepec-, habría que preguntarse si años o lustros atrás ha habido algún momento en el que la comunidad cultural haya aplaudido lo presupuestado al sector cultural gubernamental (Conaculta antes, Secretaría de Cultura después). El reclamo ha estado presente, salvo alguna excepción en los tiempos de Carlos Salinas y de Felipe Calderón (en el primer caso por los fondos especiales y algunas obras de infraestructura; en el segundo por los “etiquetados”). No es para menos. Como hace días comentamos en este espacio, el ciclo de 2008 a 2018 a través de la Cuenta Satélite de Cultura arroja un nulo crecimiento de la aportación del gasto público al PIB cultural, situado en un 0.2 por ciento de forma permanente. Y como cada año desde hace mucho, la vigilancia desde la opinión pública, así como la supervisión desde el mismo poder Ejecutivo (Secretaría de Hacienda) y del Legislativo, seguirán siendo las vías para pugnar por tener la certeza de un eficiente ejercicio del dinero de todos los mexicanos.