Almanaque encontrado en la Baja California (8)
Rael Salvador: el Morrison que muchos llevamos dentro

La obra reciente del escritor bajacaliforniano. (Fotografías de Héctor García Mejía, cortesía de Rael Salvador. Los pies son los que aparecen en el libro).

MEXICALI. Antes de dejar el frío desértico de este fragmento fronterizo, desde Ensenada, llega a mis manos. Un vuelo mañanero, con el cielo azul como el de la portada del libro, me mete en el viaje. En lo más alto que es posible transitar para un ser terrestre común y corriente, abro las páginas dispuesto a dejarme envolver por El Rey Lagarto y su concertador bajacaliforniano.

Advierto una evocación apasionada; un ceremonial literario con múltiples referencias que dan consistencia a la obra del poeta y cantante norteamericano. De precisión contundente, es una pequeña sinfonía, quizá una cantata, también una ópera rockera en 16 movimientos. Cabe en un cuaderno pautado de cuartillas de 73 páginas.

Se trata de la obra Kata ton daimona eaytoy. Recuerdo del héroe llevado por su demonio, de Rael Salvador; pero en esas páginas habita la Ruta Morrison, con las fotografías de Héctor García Mejía. Es una edición del periódico El Vigía, en su Colección Palabra, del año ido de 2022.

En efecto: dos en uno. Y por qué no 3-EN-UNO, como el aceite de usos múltiples fabricado desde 1894. Así son las piezas que engranan: aceitadas. Son Jim Morrison, Rael Salvador y Héctor García Mejía.

Escribe el editor de la revista Palabra, del periódico El Vigía: “Hay una versión siempre anterior a nosotros mismos. No son pocos los libros antiguos que hablan de Jim Morrison (1943-1971) de ahí también que se equipare su imagen con la de Alejandro Magno y su discurso con el de Sófocles. Y uno se pregunta. ¿Qué batallas, qué triunfos, qué conquistas fueron las de sus noches saturnales en este planeta?”.

Sentenciados por el mediador, lo demás es la minuciosidad del conocedor para bien del lector común. No estrictamente del melómano, pues en su amoroso alegato, no entra a la crítica musical.

Es la tarea, cual relojero, del escritor, crítico y poeta que es Rael Salvador. Lo tengo por amigo, subrayo de una vez. Admirado analista en La Jornada Baja California y magnífico editor de revistas como de suplementos. Muchos de mis artículos han pasado por sus acuciosas manos.

En griego Kata ton daimona eaytoy. A la letra nuestra Recuerdo del héroe llevado por su demonio (Daimon, espíritu). Cierto: es la inscripción en el sepulcro de Morrison en un rincón del camposanto parisino de Pere Lachaise, ahí donde yacen los restos del joven que, al decir de Rael Salvador, “fue asistido por la misma fortuna que acogió los cadáveres de Mozart y Paganini”.

Voy a miles de metros “sobre el nivel medio del mar”. Al vuelo vienen entonces mis pasos por Pere Lachaise, quizá en 1991. De la mano de Beatriz, mi entonces esposa, en diciembre. Antes que a ningún otro de los famosos ahí enterrados, es ver a Jim Morrison. Con la mirada sorprendida y en silencio “aquí estamos”, en el devocionario que es Catedral ya, en esos años, tatuada por la fanaticada insaciable en su culto.

Y regreso a Rael Salvador: “Sólo Jim Morrison es encarnación luminiscente, la revelación de un avatar cósmico: canto, danza, grito, contorsión, salto, fluidez… Muerte”.

La parada en la calle “Autopista número 27”, mural de Rip Cronk en Venice Beach.

¿Qué sería del vocalista de The Doors si se le venerara cada año los días 1 y 2 de noviembre?

 

Vertebrar la poesía morrisoniana

Además de componer, en clara secuencia creativa con su obra narrativa y poética desde muy joven, Rael Salvador es tejedor. Así como las inteligentes abuelitas de entonces: las bolas de estambre, las agujas para variados puntos y engarces, inspirado en el diseño propio para una medida ceñida a la intensidad discursiva.

Crear la prenda para apropiarnos del motivo de su arrojo biográfico: “Ray Manzarek (el tecladista) apuntó en su biografía esta especie de reivindicación: ‘Si Kerouac no hubiera escrito el libro (On the Road) seguro la banda (The Doors) nunca hubiese existido’”.

Y cita Rael a Jim Morrison, en una declaración que cae como anillo al dedo de estos tiempos mexicanos: “Siempre he estado atraído por las ideas que se rebelan contra la autoridad -cuando haces las paces con la autoridad te conviertes en parte de ella. Me gusta la idea de romper o destruir el orden establecido. Estoy interesado en todas las revueltas, desorden, caos, especialmente en actividades que parecieran tener ningún significado. Piensen en nosotros como unos políticos eróticos”.

Al llevar la música y el ensamblado de la cobija en honor de su ídolo, de nuestro héroe inmortal, atreve en la ficción: “Creo que debería abrir una botella de vino y poner un disco de The Doors –Essential Rarities– y avalar su mágica escaramuza escénica como un festival de realidades y certezas”.

Entonces, agrega Rael Salvador, “Ahora, después de tantos años, el vinilo ronda de nuevo la consola y, como saliva médica, hipnótica, refulge la música en la vivacidad del diamante. La estridencia es confeti que sofoca el verso”.

Y añade: “-Cuando los románticos The Beatles tocaban sus cursis rolitas de amor, James Douglas Morrison nos mostró el lado oscuro del hombre… Siete años antes que Pink Floyd (…) Ella exhaló el humo y con lasitud musicalizada profetizó…)”.

“Volví a tomar otro trago. Y vi la bala venir, porque era como dispararle al espejo y nada más”.

 

La puerta de entrada al otro lado, Père Lachaise, París, Francia.

 

La poética del Rey Lagarto impulsa, a lo largo de las páginas de Kata ton daimona eaytoy. Recuerdo del héroe llevado por su demonio, distintas arremetidas críticas de Rael Salvador: “Si podemos regurgitar brumas ácidas desentrañando el subconsciente a partir de la pulsión de muerte, es posible que la insensatez de la humanidad también se repita periódicamente hasta el hartazgo”.

Además, “De no ser así, romanticismo revolucionario, caeremos en la trampa que advierte Albert Camus al escribir El hombre rebelde: moriremos ‘a los cincuenta años de una bala de nostalgia que nos disparamos al corazón de los veinte’”.

Conforme la lectura avanza, se van presentando las siete fotografías de Héctor García Mejía, que al cierre de la obra da el título: Well, I just got into town about… Y cuenta: “A la ciudad de Los Ángeles, California, llegué hace una hora y 30 años atrás”.

El fotógrafo se dio a la tarea de buscar las huellas del imaginario morrisoniano: “Desde 1991, Morrison te mira desde el mural que Rip Cronk pintó en Venice. ¡Qué miras en el 2022, Jim? ¿La poca gente en las calles o la mariguana legal que ahora se puede comprar en las tiendas que tú visitabas?”.

Son las imágenes de García Mejía un testimonio que redondea el viaje. Es también su periplo interno: “José Vicente Anaya abrió esa puerta, Rael Salvador y yo nos asomamos a ver qué había al interior; compartimos con ustedes lo que Jim los dejó a todos”.

Es señalada la labor del escritor y traductor José Vicente Anaya en la edición del poemario Las nuevas criaturas, de Morrison, editado en 2019.

 

Afuera del castillo, “La Dama Azul” espera el regreso del “Rey Lagarto”.

 

Morrison estuvo ahí

“Era el tiempo -mucho antes de los conciertos aztecas- en que Jim Morrison, Ray Manzarek, John Densmore y Robby Krieger venían a Ensenada con Blanquita y Los Láser, y recorrían la ciudad con un Luis Pavía irradiado de la Era de Aquarius, quien nos ofreció clases en versos, flores y hierbas en la Escuela Normal de los años setenta”, relata Rael Salvador.

Y nos ofrece la lanzada literaria de Jim a Ensenada:

“Ensenada, la foca muerta./ El perro crucificado./ Fantasmas de sol en el automóvil muerto./ ¡Detén el auto!/ Me voy, no puedo soportarlo más./ Oye, cuidado, viene alguien./ Y no hay nada que puedas hacer al respecto…”.

“La poética del vocalista de The Doors es un rito de iniciados, ambigüedad de lo clásico en lo moderno, encomio de un tiempo dentro de otro tiempo, oro de luz en el vuelo del chamán, versos de referentes, road movie y cadencia en las apologías de los contrastes”, señala el escritor bajacaliforniano.

Al final, Rael Salvador ofrece en el apartado 14 una “Coda. Apocalipsis ahora”.

Invita a recitar unos versos del admirado objeto de su labor: “Soñé que tenía 27 años/y como Jim Morrison/prefería morir/dejando mi cuerpo/como un poema./ Y era suave/como el peligro/ de vivir de nuevo la vida”.

 

Coda (mía): De las músicas que no son cosa suya

Último hogar de Jim Morrison en Los Ángeles.

El 13 de junio de 2022 elaboré un recuento sobre ciertos influjos musicales en mi vida. Cito las primeras líneas y dejo la liga a quien guste leer el texto.

“Me veo tirado debajo de la consola que se encuentra en la sala. Mi hermano Miguelito dice que el grupo se llama Las puertas. Hace calor. De reojo advierto la ventana que alumbra el sol, me alcanzan los ecos del mercado de San Juan. Estamos en Morelia, en la casa de los compadres.

“Las carcajadas de los adultos se disuelven mientras más me acerco a la bocina de uno de los extremos. Ajusta mi cuerpo del cabo al rabo en el mueble donde caben las bocinas, el tocadiscos, la radio y varios de esos cartones con muchas imágenes, tan bonitos, de tan peculiar consistencia.

“De una de esas piezas negras que gira y gira nace un arrebato por la música”.

De las músicas que no son cosa suya

“Abre sus puertas el Whisky a Go Go y salgo para entrar en el boulevard Sunset. Jim va caminando rumbo al bar Barney’s Beanery”, escribe el fotógrafo.

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