XALAPA. No muchas veces puede uno sugerir, con íntegro decoro, sin titubeos, la visita a una exposición. Especialmente en un entorno dominado por prácticas suscritas al redoblado e insistente vicio de hacer más de lo mismo, reflejo por cierto que podría ser de intenciones infructuosas y necias pero que en realidad es la expresión de una suma que contiene menos potencias que límites; una costumbre arraigada en el vacío de teorías, preocupaciones e intenciones, pero que carece, sobre todo, de lecturas: de la historia, de la realidad, del momento, de las funciones del arte y de algunos libros, siquiera un par al año, aunque fuera en fotocopias. Todavía más: carencia de conceptos. La autocomplacencia, el autoelogio, el autofestejo y los colegas que aplauden porque actúan igual y pertenecen al mismo club, son un estorbo. Hay que fijarse en la hora pero también en la fecha: siglo XXI.
Arquitecturas, de Manuel Velázquez, en la Sala de Exposiciones Temporales del Museo de Antropología de Xalapa, es más que una exposición y más que una instalación; ofrece un conjunto de obras bi y tridimensionales que establecen un diálogo con el espacio, que relacionan lo plano con lo profundo y que evocan –sugieren– en algunos casos, estructuras, y en otros componentes de un todo impreciso pero estabilizado por texturas que empatan a las partes y que constituyen el común denominador de todas las piezas.
¿Cómo definir la arquitectura si no como el arte de delimitar espacios para su habitabilidad digna? La alusión mayor en esta muestra es al carácter constructivo que se asocia con la arquitectura y con la acción de habitar, pero también con el tránsito, el desplazamiento del espectador y de su mirada: al piso, a la pared; no precisamente donde cuelgan los cuadros sino donde se recargan. La construcción final es la de una experiencia visual, corporal, estética, emocional y ética, es decir ésta por sus vínculos con el razonamiento, el estudio… y la credibilidad. Una experiencia etológica, también, porque refiere al comportamiento, los hábitos y las costumbres en un determinado medio, en este caso una galería a la que la obra ha intervenido para hacerla un depósito de sorpresas y, al mismo tiempo, una suerte de laboratorio. Servirá, de lado, para observar cómo nos movemos entre los redidual y lo emergente, entre las formas decrépitas y la innovación, entre la nostalgia y el presente activo.
Los materiales son medios acrílicos, barro, óxidos, cal y silicón sobre madera, que semejan cemento, y las técnicas y los formatos son diversos. Implican distintos géneros de investigación, incluido uno cuyo resultado es notable aquí y frecuentemente fallido en el caso de otros autores y otras exposiciones y que consiste en las adecuadas dimensiones de la obra con relación al recinto.
Peculiar exhibición por tres razones: su contemporaneidad, su pertinencia y la calidad de las hechuras. Una más: el tamaño sí cuenta.
Omar Gasca
Es artista multidisciplinario, crítico de arte, escritor, editor y docente. Se dedica a la producción visual y sonora, a la realización de proyectos multidisciplinarios, a la edición, a la crítica, a diversas consultorías en comunicación, difusión y educación, al diseño de identidad y a la construcción de conocimiento en el aula a través de cursos y talleres. Ha llevado a cabo algo más de 125 exposiciones, entre individuales y colectivas, en alrededor de 15 países. Es autor de una decena de libros y coautor de cuatro. Ha producido algo más de 120 libros de artista y dirigido y/o diseñado revistas impresas y una digital. Ha dictado conferencias en México y otros países y participado conversatorios. Fue miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte/sección México, de la AIAP (Association International des Arts Plastiques), de Foto Foro Internacional y hasta la fecha es parte del Instituto de Integración de las Artes y del Colectivo Espacial Mexicano.