Bitácora de un cautiverio: Tiempo para escuchar

(Foto: Ilse Escobar Hoffman)

En estos días de encierro nuestra calle se alegra con el inconfundible sonido del cilindrero: un nuevo visitante discreto y agradable.

Cuando los veo en las esquinas de la ciudad, atiborradas de tránsito, me molesta darles una moneda, porque muy poco puede escucharse de su música por el ruido. Ahora llegan casi a mi puerta y nos regalan dos o tres piezas de su repertorio: Eufemia, México Lindo, La Bartola, La Bikina y otras.

Salgo corriendo para entregar mi reconocimiento a esta antigua tradición.

-¿Es de ustedes el cilindro?, les pregunto.

-No, patrona, lo rentamos en Garibaldi. Tenemos más de seis años trabajando en las calles de la ciudad. Somos hermanos. Yo soy José Castro y él es Guillermo. Le agradecemos mucho.

-Tengan buen día y acá los esperamos pronto, me despido. (Ilse Escobar Hofmann).

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