Unos cuantos años en el Servicio Exterior Mexicano (SEM), me alentaron a pasar semanas en el Acervo Histórico Diplomático en 2006. Buscaba tejer, en modo reporteril, algo del historial de la cooperación y la diplomacia cultural. Decidí arrancar en 1925 la revisión, informe por informe, de quienes habían sido cancilleres hasta 2006. Rastrear toda fuente relativa a estos temas concentrados en el antiguo Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco.
Dos sorpresas surgieron del Fondo Jaime Torres Bodet. Una del último año como secretario de Educación Pública. Un informe sobre la “Primera Asamblea de Secretarios y Ministros de Educación” convocada por la naciente ONU en Nueva York en 1945. Su originalidad sigue resultando no sólo insólito, también de enorme vigencia.
Viajaron Torres Bodet, José Gorostiza por la Secretaría de Relaciones Exteriores y Samuel Ramos por la UNAM. El par de páginas consigna la iniciativa de favorecer el “establecimiento de fundaciones bilaterales o multilaterales de cooperación educativa y cultural”. El modelo propuesto considera instituciones sostenidas por dos o más países, a partir “de un capital semilla no consumible” aportado “según las posibilidades de cada economía”.
Se trata de un instrumento financiero generador de intereses para desplegar una gran cantidad de tareas. Se señalan, por ejemplo, otorgar becas, fomentar la traducción de obras, la enseñanza, según fuera el caso, de o los idiomas, así como “difundir el conocimiento del tesoro artístico e histórico” de las naciones participantes.
La otra sorpresa refiere a cuando el escritor iniciaba sus tareas de canciller del presidente Alemán en 1946. Hace mención a su deseo de “completar poco a poco los cuadros existentes con el nombramiento de algunos agregados culturales”.
La investigación dio forma a la obra colectiva Diplomacia y cooperación cultural de México. Una aproximación (2007). El rastreo da la certeza de que Torres Bodet fue el primer secretario de Relaciones Exteriores en referirse concretamente a esa figura. El canciller describe las funciones que les serán encomendadas a los agregados culturales.
Si bien la propuesta de crear las fundaciones no prosperó, por algo Torres Bodet sería el primer director de la Unesco de 1948 a 1951. De igual manera el planteamiento mexicano fue nutriente de un conjunto de mecanismos de cooperación cultural que se crearían años después, como el Convenio Andrés Bello. Así mismo, a partir de ese tiempo, los agregados culturales habrían de consolidar la tradición de la diplomacia cultural mexicana.
Lo acumulado por la SRE le convierten en la única dependencia del Poder Ejecutivo poseedora de una poderosa raigambre en su quehacer. Vaya, ni siquiera la otra longeva de la administración pública, que es la Secretaría de Gobernación, la tiene. El larguísimo trayecto de la cancillería inaugurará con Juan Ramón de la Fuente un periodo decisivo, por ser el segundo piso de la 4T.
Justamente los desafíos se fincan en la diplomacia cultural, función a la cual se le añadió en el periodo que termina la de turismo, amén de un consejo asesor que, instalado en maridaje con la Secretaría de Cultura, pasó al olvido. Además, México cuenta con algunos centros e institutos en unos pocos países y hay una concesión, la de la Casa de México en España, otorgada al empresario Valentín Díez Morodo. También, a nivel de dirección ejecutiva, se incorporó la de estrategia y diplomacia pública. Por otro lado, los quehaceres de la cooperación internacional tienen una agencia nacida en 2011.
Al abanico se integran el Instituto de Mexicanas y Mexicanos en el Exterior, el Acervo Histórico, el Museo de la Cancillería y el Instituto Matías Romero, cuyo quehacer demanda una serie de atenciones para garantizar su viabilidad.
Por ahora señalaré que, en lo ideal, habría que apostar por robustecer la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Redimensionar su base conceptual, devolverle funciones, agregar otras, atreverse a darle más. No hay razones de peso para separar la cooperación de la diplomacia cultural y de otras formas diplomáticas, ya que unidas son seminales de una visión moderna.
CODA. Como secretario, Juan Ramón de la Fuente enfrenta el segundo sexenio de la reforma a la Ley del Servicio Exterior Mexicano, en su artículo 7, de abril de 2018. Atañe el tope de 18% de nombramientos temporales de personal ajeno al SEM, con relación al total de plazas vigentes, que son de 1482. Otras fuentes dicen que son 1300. Esto se traduce en la facultad de contratar hasta 266 personas para desempeñarse en las embajadas y consulados, en cualquiera de sus áreas, independientemente de los nombramientos de embajadores. En febrero de 2019 Marcelo Ebrard contabilizaba 113. Ya se enterará el canciller de la nómina heredada.
Interesados ver al respecto https://pasolibre.grecu.mx/las-113-contrataciones-de-marcelo-ebrard-21-a-la-diplomacia-cultural/
Sobre la concesión al empresario Díez Morodo ver:
Eduardo Cruz Vázquez
Eduardo Cruz Vázquez periodista, gestor cultural, ex diplomático cultural, formador de emprendedores culturales y ante todo arqueólogo del sector cultural. Estudió Comunicación en la UAM Xochimilco, cuenta con una diversidad de obras publicadas entre las que destacan, bajo su coordinación, Diplomacia y cooperación cultural de México. Una aproximación (UANL/Unicach, 2007), Los silencios de la democracia (Planeta, 2008), Sector cultural. Claves de acceso (Editarte/UANL, 2016), ¡Es la reforma cultural, Presidente! Propuestas para el sexenio 2018-2024 (Editarte, 2017), Antología de la gestión cultural. Episodios de vida (UANL, 2019) y Diplomacia cultural, la vida (UANL, 2020). En 2017 elaboró el estudio Retablo de empresas culturales. Un acercamiento a la realidad empresarial del sector cultural de México.