Comisión de Cultura ¿cómplice de la guerra cultural?

Sexenio morenista en la Comisión de Cultura y Cinematografía de la Cámara de Diputados, después de tres legislaturas en manos del PAN. A la izquierda Sergio Mayer, a quien ahora sucede como presidente Carlos F. Ortiz Tejeda, a quien vemos en un retrato de 2011. (Imágenes tomadas de unotv.com y espacionoticias.blogspot.com).

 

La guerra también es cultural, los artífices del capitalismo lo saben y en el contexto actual es una de sus principales armas, es una guerra suave, blanda, que va destruyendo poco a poco la cultura de los pueblos, su memoria, su historia. Se orquesta desde muchos frentes, desde ONGs, instituciones culturales y secretarías de estado, hasta fundaciones que funcionan como tapaderas de los grandes aparatos de inteligencia y contrainsurgencia como la CIA, en todas las regiones del mundo, con rutas y políticas culturales que fortalezcan al poder hegemónico, al capitalismo y el neocolonialismo. Tapaderas que también funcionan para lavar dineros de gobiernos terroristas como el de Estados Unidos y gobiernos compinches y lacayos en todo el mundo.

México y América Latina, han sido los laboratorios sociales de la guerra cultural de estos finísimos especialistas desde hace más de medio siglo y en la que la primera ruta es socavar la memoria de los pueblos para someterlos, utilizar a los propios sujetos creadores como frente e instrumento, a través de la manipulación, el engrandecimiento y ensanchamiento de su ego para ponerlo al servicio de los intereses del colonialismo. Y en gran medida desde una de las actividades humanas más generosa y liberadoras: el arte en todas sus expresiones y todos sus frentes. Por eso siempre a la hora de los golpes, artistas y trabajadores de la cultura son los primeros en recibirlos y pagar los platos rotos. Pero más grave aún cuando las políticas culturales de los gobiernos se implementan bajo las directrices de sometimiento disfrazadas desde el capitalismo, como “libertades” y “derechos” a modo.

Así, tenemos una libertad de expresión que cuando cuestiona, es señalada como intolerancia y violencia cuando la hace el otro, cuando la ejerce el poder le llaman libertad y respeto. Tenemos también, el derecho a la protesta, que cuando la ejerce el otro se señala como vandalismo, pero cuando la ejerce el Estado se llama manifestación pacífica. Tenemos el derecho a la creación, al arte y a la cultura, pero cuando la autoridad o los representantes del capitalismo aparecen con cuernos, cola y orejas de rata, dejó de ser arte para convertirse en violencia y en la que los artistas pagaran con la censura por ser “conservadores” en el mejor de los casos.

En pocas palabras y aunque no lo parezca y muchos se nieguen a creer que la última película que vieron en el cine la financió la CIA para convencerte de las bondades del Sueño Americano; o que la última exposición de arte contemporáneo donde dijeron que es el único arte “valido” fue financiada por ejemplo por la Fundación Guggenheim. La realidad de lo artística y culturalmente “correcto” para el capitalismo es su única ruta porque no cuestiona, no debate, no enseña y por el contrario tergiversa, manipula y niega cualquier otra ruta que los cuestione y provenga del libre albedrío, de la libre expresión y del pensamiento y memoria de los pueblos. Solo así nos podemos explicar por qué la cantante Britney Spears y la independencia de su tutor fue primera nota en los noticieros y no la reunión del Congreso Nacional Indígena para organizar las conmemoraciones de sus 25 años de existencia defendiendo la cultura y los territorios de los pueblos originarios.

La única manera de contrarrestar esta abominable guerra cultural es fortaleciendo las políticas culturales, pero no desde este petulante proyecto cultural cuatrotero neoliberal y burgués que es cómplice de la guerra cultural y que se alinea a lo dictado desde las cortes del poder, sobre una cultura hegemónica y globalizada que en su fórmula habla de inclusión y diversidad, pero que en la acción la desconoce por completo apostándole al sometimiento de los pueblos y el avasallamiento de las culturas ancestrales al capitalismo en toda la extensión de la palabra.

 

Antes de Mayer y Ortiz, presidieron la comisión, de izquierda a derecha y de las legislaturas de 2009 a 2018 los panistas Kenia López, Margarita Saldaña y Santiago Taboada. (Imágenes tomadas de billieparkernoticias.com, sferapolitica.com.mx y 24-horas.mx).

 

A decir del flamante presidente de la mal llamada Comisión de Cultura y Cinematografía de la Cámara de Diputados, Carlos F. Ortiz Tejeda (MORENA) la propuesta es “sensibilizar” en materia cultural a los diputados, una tarea titánica y que no le corresponde, dada la ignorancia que mayoritariamente los caracteriza y frente una nación que arrastra un rezago educativo y un paupérrimo desarrollo cultural acentuado por el gobierno de la cuatro te y al margen de la pandemia y que queda evidente en el nivel de debate que caracteriza a las últimas legislaturas, en las que lejos de parecer un Congreso con representantes del pueblo parece un coliseo de gañanes con garrote para ver quien jala más agua a su molino.

Demasiada ligereza en las declaraciones iniciales de un presidente de comisión legislativa formado en las filas del Partido Revolucionario Institucional y no en las filas de una verdadera izquierda, y apunta al posicionamiento de algunos personajes del mundo del arte y espectáculos propios del capitalismo y no a fortalecer en materia legislativa los derechos culturales que neutralicen las atrocidades que se vienen cometiendo contra la cultura comenzando con la 4T y las administraciones anteriores. Pareciera que se desconoce la función de los diputados que es legislar y no precisamente la de organizar concursos que sirvan de cortina de humo ante la crisis cultural que vive la nación.

“Pelearemos por presupuestos dignos para el sector cultural; defenderemos y fortaleceremos los derechos culturales; crearemos mecanismos legislativos para impedir los criminales impagos en los que incurre el gobierno de México contra trabajadores de cultura; fortaleceremos el diálogo abierto y vinculante con la comunidad artística y cultural en beneficio de nuestra Patria; fortaleceremos los derechos culturales de los pueblos originarios y exhortaremos a todos los niveles de gobierno para que los cumplan…”. NO, nada de ello está en el discurso del nuevo presidente de la Comisión de Cultura y Cinematografía (Comisión de Arte y Cultura es como debería de llamarse).

Si en la legislatura anterior, la Comisión de Cultura se caracterizó por la mediocridad, los intereses de partido, la falta de consenso, el bajo nivel de debate y encima enfrentó a una mayoría en el Congreso de diputadas y diputados lamebotas del Presidente de la República, muchos reelectos hoy, violando uno de los preceptos por los que este país se levantó en armas en 1910 “sufragio efectivo, no reelección”, la actual Comisión de la LXV Legislatura no augura más que el protagonismo y el engreimiento de quienes dirigen las instituciones culturales y del gobierno en su conjunto. Y tampoco le apuesta al fortalecimiento de la democracia, sino la de poner filtros de carácter clasista y discriminatorio que diluyan el poder y el derecho al arte y la cultura de las mayorías, en beneficio de un grupúsculo de empresitas culturales y monopolios de la sociedad del espectáculo, así como a las políticas clientelares de una minoría en el poder.

La moneda está bailoteando sobre la mesa y parece que caerá una vez más de lado de la ruta neoliberal, la complicidad, la soberbia y la ignorancia en una legislatura y una Comisión de Cultura, donde darles el beneficio de la duda, a estos ex priístas disfrazados de izquierdosos cada vez es más difícil porque ninguno, en toda la estructura gubernamental, da el ancho y por el contrario son cómplices, muchos de ellos desde la ignorancia, de esta guerra cultural.

 

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