Limpiar, cocinar, trabajar. Repetir.
Mi oficina (el piso) se llena de polvo, incontrolable polvo.
Son las nueve de la mañana y no decido si lavo los trastes, tomo desayuno largo o empiezo a trabajar. Las fronteras del tiempo se diluyen, lo único que cambia es la luz que entra por las ventanas.
Estoy en casa.
Mi hogar -que es mi cuerpo- se agota, se sienta. ¿Cuánto más?
No es jueves, no son las tres. ¿Ya es hora de comer?
Estoy en el piso. Estoy en el polvo. Estoy en pausa.
Escucho el aire salir de mí. Mi cuerpo se entrega al piso; podría dormir, podría quedarme aquí toda la tarde. Sale el polvo de mis rincones.
Estoy en casa. (Daniela Orlando).