Desperté y volví a darme cuenta: el impacto de un objeto pequeño no identificado tuvo un alcance indecible, imposible, casi increíble. La noticia del meteorito con apariencia local como tantas, no fue de primera plana pues en su lugar se destacaba la de una pandemia con costo-beneficio superpuesta a una ausencia espiritual. Y estoy aquí, iniciando la celebración cotidiana, confiando en que los corazones aunque pequeños, sean faro y punta en el diario acontecer humano. Gracias por ser como ese meteorito en Nigeria para los tuyos, los que creemos en todo lo que estás sembrando en cada uno de nosotros. Que tu brillo y nitidez persistan, resistan, mitiguen. (Irene H. A).
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