La primavera no respeta cuarentenas, pensé. Extraje mi celular para fotografiar las jacarandas iluminadas por la luz matinal. Abandoné mi carrito del mandado y disparé. En el supermercado las cajeras portan cubrebocas ralos y no llevan guantes, tampoco los despachadores de pan, pero hay gente con google y cubrebocas muy sofisticados y carritos rebosantes de comestibles y bebestibles. Los sollozos de un hombre maduro me distrajeron. Decía algo del aeropuerto y manoteaba. “Cómo pago deudas y cómo voy a comprar la despensa este mes. Me vale madre el virus, pero de hambre no morimos”. Reparó en mi presencia, se limpió la lágrimas, dio media vuelta y se fue por la sombra. Yo miraba con desconcierto mi carrito con víveres, la imagen luminosa de los árboles, la silenciosa calle. (José Ángel Leyva).
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