¿Cómo reabrir la economía del sector cultural? Una de las múltiples respuestas deslizadas en las entregas del rosario, señala la elaboración de los protocolos sanitarios para la gran diversidad de actividades económicas de la cultura. Al detalle que requerimos no vendrán en el anuncio del presidente López Obrador del próximo miércoles 13 de mayo. Entonces veamos algunos de los desafíos que más allá de las medidas que imponga el gobierno a las unidades económicas, tendrán que ser resueltos ante todo, por quienes viven del mercado cultural. En principio, la aplicación de nuevas normativas harán surgir necesidades con procedimientos y costos. Para comprender este alcance, tenemos el conjunto que representa el sistema de protección civil. Según las características de cada negocio, tendrá que contarse con personal especializado. Un catálogo de códigos se incorporarán a un conjunto de salas de cine, a las librerías, a recintos llamados independientes o al Foro Sol, si es que llega a sobrevivir al latigazo de la pandemia. Sabemos que son numerosas situaciones. Es por ello que, en muchos sentidos, estamos ante lo que se llama valor agregado del bien o servicio. Mientras mejores condiciones de seguridad sanitaria se brinden, los usuarios estarán dispuestos a acudir como a pagar por el riesgo.
En efecto, resulta brutal hablar de riesgos en la actividad cultural inmersa en rangos de movilidad (formas de traslado) y cercanía social (vecindad en corto). Ir a un concierto, a una exposición, a una feria librera, a comprar libros, a ver una película, etc., significará poner en valor la posibilidad de ser contagiados de coronavirus. Ahora bien, si al público se le ofrecen condiciones de sanidad; si para tal propósito (insisto, más allá de cumplir un reglamento) del aforo autorizado (o estimado) que, según se advierte por decisiones en otras naciones, será solo de una tercera parte (si tienes 100 butacas, solo podrás ocupar 33) ¿cómo fondear lo que es a todas luces inviable? ¿Es asunto del precio final que, en consecuencia, se irá a los cielos? ¿Qué empresa o mecenas podrá con mayores desembolsos para financiar la salud de los privilegiados que acudan a un evento cultural? El contrasentido es letal: gozar de una vida cultural (con sus extensiones en recreación, entretenimiento, esparcimiento) fuera de casa, implicará riesgos a la salud con probabilidades de provocar desde un buen susto hasta la muerte. Si la cultura sana, como tanto se alardea, también puede incubar riesgos que desemboquen en la muerte. Viene una tensión social del quehacer cultural con sus destinatarios, de consecuencias impredecibles.
Creatividad trastocada
Como en la industria o en giros comerciales como supermercados, en no pocas prácticas culturales, los protocolos sanitarios van también dirigidos a toda la gama de trabajadores, de empleados. Pensemos en alguna de las grandes producciones de OCESA Teatro, en la Ópera de Bellas Artes o en la Orquesta Sinfónica de Minería en el Auditorio Nacional. Si se quiere, vislumbremos un lugar como Jazzatlán, o el teatro-bar El Vicio. Actores, músicos, tramoyistas, técnicos, equipo administrativo: ¿cualquier persona bien capacitada o un médico les tendrán que revisar previo a su ingreso a los centros de trabajo? ¿Cuáles serán las garantías para un distanciamiento en el ejercicio de sus desempeños? ¿Las formas de contratación cambiarán para incluir la cláusula de riesgo sanitario, con el consecuente incremento salarial que se calculará sobre un tanteo de prima de seguro privado?
A contrapelo ¿es viable la innovación ante la mayor de las crisis del sector cultural en toda su historia? ¿Cabe una nueva generación de emprendedores capaz de cambiar la diversidad de paradigmas del acceso a bienes y servicios culturales? ¿Estamos listos para aceptar lo que tendrá que desaparecer o transformarse en algo diferente a lo que estamos acostumbrados?
Crear, hacer, reproducir, generar cultura con el suficiente revestimiento para no arriesgar la vida. Vaya reto.
Eduardo Cruz Vázquez
Eduardo Cruz Vázquez periodista, gestor cultural, ex diplomático cultural, formador de emprendedores culturales y ante todo arqueólogo del sector cultural. Estudió Comunicación en la UAM Xochimilco, cuenta con una diversidad de obras publicadas entre las que destacan, bajo su coordinación, Diplomacia y cooperación cultural de México. Una aproximación (UANL/Unicach, 2007), Los silencios de la democracia (Planeta, 2008), Sector cultural. Claves de acceso (Editarte/UANL, 2016), ¡Es la reforma cultural, Presidente! Propuestas para el sexenio 2018-2024 (Editarte, 2017), Antología de la gestión cultural. Episodios de vida (UANL, 2019) y Diplomacia cultural, la vida (UANL, 2020). En 2017 elaboró el estudio Retablo de empresas culturales. Un acercamiento a la realidad empresarial del sector cultural de México.