CIUDAD VICTORIA. Jacques Paire, el autor del libro De Caracoles y Escamoles (1999), al contar la historia de esos años porfiristas como afrancesados, recoge desde la cocina otra versión alrededor del baile de los 42. Pocos días antes del bochornoso acontecimiento, el protagonista del libro y que es paisano de Sylvain, acudió a una cita con Ignacio de la Torre, quien le solicitó una cena gourmet para cuarenta comensales sin escatimar gastos. Al mismo tiempo le adelantó parte de los honorarios, obligándolo a firmar un contrato donde especificaba que el banquete se serviría un miércoles. Además, le hizo jurar absoluta discreción sobre el asunto. El experto cocinero le sugirió caracoles a la bourguignonne, cercetas deshuesadas rellenas de foie gras y trufas, y de la Torre estuvo de acuerdo. La noche acordada, el gastrónomo se dirigió con dos ayudantes a una casa de la avenida La Paz, donde se dispuso a preparar los suculentos platillos.
Mientras se encontraba en la cocina, notó algo raro en el ambiente además de descubrir que se trataba de un festejo con motivo del cumpleaños de cierto acaudalado señor: “Mientras encendía el horno, alistaba las cacerolas y calentaba los platones para empezar a servir, reparé en las voces de los invitados que estaban congregados en el salón y, aunque al principio no escuché nada extraño, solo voces masculinas, al cabo de unos minutos no fue difícil entender el motivo de tanta discreción. Se trataba de una reunión de un club de amigos pertenecientes a la mejor sociedad que aprovecharon un momento de ocio para satisfacer sus apetito lúdicos, dando rienda suelta a la imaginación”. Más todavía, el cocinero observó que la mitad de los asistentes vestían de etiqueta con trajes de hombres, mientras el resto llevaba disfraz de mujer.
Después de libar, comer, contar chistes colorados y brindar por el cumpleañero se escucharon varios discursos de bienvenida y agradecimiento. Cuanto el ambiente estaba en su punto, como marcaban los cánones de las buenas costumbres, los comensales se dispusieron a bailar en cuadrillas. Apenas había iniciado el tercer vals, intempestivamente entró a la casa un tropel de gendarmes armando gran alboroto y dispuestos a detener a los concurrentes, incluso a los cocineros. Al comprender que todo se salía de control, el mayordomo distribuyó entre los detenidos, abrigos, estolas y paraguas para que huyeran a toda prisa.
Pero todo fue en vano y los 42 invitados fueron trasladados a la cárcel. En el caso de Nacho de la Torre y Antonio Adalid -conocido como Toña La Mamonera- residente de la calle de San Cosme, maestro de inglés y jugador de cricket en el Polo Club, ambos fueron encerrados en una celda. En tanto Alejandro Redo -hijo del senador Joaquín Redo y después simpatizante de Ramón Corral, aspirante a la presidencia de México- y el resto del grupo de invitados fueron confinados en un varias celdas. En medio de todo esto, el secretario del Juez alcanzó a reconocer dentro del grupo al yerno de don Porfirio. Gracias a esto, la mayoría salió libre y aplicaron el peso de la ley a quienes tenían menos influencias. En cuanto al cocinero y sus ayudantes, permanecieron en la cárcel una noche.
Un dúo… Dinámico
Sin fuentes a la mano, la historia negra, como la tradición oral, mencionan el hecho de una relación afectiva entre Emiliano Zapata El Caudillo del Sur y don Ignacio de la Torre. El origen se remonta a 1906, cuando Nachito solicitó a uno de los generales porfirianos le recomendara un buen caballerango que atendiera los equinos pura sangre de su pertenencia. Gracias a sus conocimientos sobre caballos y fama de buen arrendador el seleccionado fue Zapata, entonces soldado de leva integrante del Ejército mexicano. Durante medio año, estuvo comisionado para atender la cuadra de caballos que Nachito criaba en su residencia estilo francés de la calle Reforma. Ignoramos las causas, pero luego de su renuncia, el caballerango retornó a su regimiento, probablemente indignado por el mejor trato a los equinos que a los peones de hacienda.
Al triunfo del levantamiento que iniciaba la Revolución, de la Torre financió una campaña periodística contra el presidente Francisco I. Madero. Incluso se le vincula con la muerte del coahuilense por haber alquilado el automóvil Packard, donde lo trasladaron con José María Pino Suárez de Palacio Nacional a la cárcel capitalina. Por ello, en 1913 Venustiano Carranza lo confinó en la penitenciaría de Lecumberri, declarándolo enemigo de la Revolución. Un año después, al entrar los convencionalistas a la Ciudad de México, Zapata lo libera y le brinda protección algunos meses. Probablemente dicho gesto fue en gratitud por el trato especial durante su estancia en su residencia.
Bajo estas circunstancias, en febrero de 1915 Jesús H. Durán, originario de Cuernavaca, le envió una carta a Venustiano Carranza para informarle de los movimientos de Emiliano Zapata y sobre “… el afeminado don Ignacio de la Torre ya hace días, que anda levantado en las filas zapatistas como los periódicos nos lo han dado a conocer a la nación de ese cabecilla de guante blanco, hoy lo incita a usted que obligue a Ud. a los periodistas para desprestigiar a Zapata como instrumento de los científicos de las haciendas de Morelos.” (Ver: Archivo Carso).
Zapata le permitió a su amigo Nacho continuar sus actividades comerciales y negocios en Morelos, sobre todo aquellos relacionados en compra-venta de maíz. Sin embargo, meses después el revolucionario rompió relaciones al enterarse que su protegido se ostentaba como general del Ejército del Sur para obtener mayores ganancias. Entonces el caudillo y agrarista, mantuvo a de la Torre varios días bajo arresto domiciliario en Morelos.
Cuando se divulgó esa noticia, a principios de 1916, desde su estancia en el Gran Hotel Caux en Suiza, su suegra, la tamaulipeca Carmen Romero Rubio viuda de Díaz, le escribió preocupada a José Ives Limantour para preguntarle sobre el paradero y salud de Nachito, su yerno de oro. En 1917, después de la Toma de Cuautla por el Ejército carrancista, Nachito logró escapar y, utilizando un disfraz, huyó a Puebla, dejando abandonada a su suerte a su esposa Amadita.
Luego se trasladó al Puerto de Veracruz, embarcándose a su exilio definitivo en Nueva York donde falleció en abril de 1918, después que un médico de aquella urbe le practicó una mala operación de almorranas. Tan pronto fue publicada la noticia de su muerte, surgieron dos féminas reclamantes de varias propiedades y dinero que guardaba en la capital del país. Las implicadas era una madre y su hija, presuntamente con lazos sentimentales y sanguíneos con don Ignacio.
Ante la ausencia de Nachito, sus allegados iniciaron un proceso para recuperar los bienes. Respecto a la fastuosa residencia de la calle Reforma intervenida por las fuerzas constitucionalistas, en 1917 Amada Díaz envió una carta al presidente Venustiano solicitándole la devolución de la casa. Argumentaba que el capital de su marido había sido herencia de sus padres “… y adquirido muchísimos años antes de nuestro matrimonio. A usted le consta también que ese capital no tuvo ninguna relación directa ni indirecta con la posición política que por muchos años guardó mi Señor Padre con esta Nación. Estoy segura de que una persona de antecedentes como Usted que conoció y trató al Señor mi Padre; que conoció su manejo y el de mi esposo, está convencido de la exactitud de mis anteriores afirmaciones”.
La presunta hija de Ignacio
En el mismo contexto, en septiembre de 1918 apareció Agustina de la Torre y Mier, esposa del Inspector General de Policía en Puebla, capitán Enrique García Radiles, quien envió desde aquella ciudad una carta al presidente Carranza, ostentándose como hija única de Ignacio de la Torre. Además solicitó una audiencia para su madre -en esos momentos radicada en Nueva York- a fin de presentar pruebas de paternidad. En la misiva reclamaba los bienes materiales, para evitar su asignación a la Beneficencia Española. (Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional Expediente 224/fojas204-207).
Por tradición oral, el Licenciado Fernando García Arellano comenta que en la década de los cincuenta del siglo pasado, existía en el centro de la capital del país un lugar donde su propietaria, la señorita de la Torre, ofrecía asistencia a estudiantes universitarios provenientes del interior de la República Mexicana. Ignoramos las consecuencias de la misiva, aunque la historia aún no termina.
Se cuenta que Ignacio de la Torre tuvo varios homónimos, uno de ellos era un sobrino, hijo de su hermano Tomás. Según escritura del archivo de notarías de Tamaulipas, en la frontera existió un importante agricultor del mismo nombre, quien vivió temporalmente en San Fernando y Matamoros. Por varios años se dedicó a la compra-venta de terrenos con Íñigo Noriega y con Félix Díaz, propietarios accionistas del emporio agrícola Hacienda La Sauteña, cerca de Matamoros.
El “tamaulipeco” de la Torre, adoptó o procreó hijos con una dama originaria del municipio de Camargo, según consta en una acta de matrimonio proporcionada por el actor Roberto Iglesias Leal, esposo de una descendiente. Por lo demás, permanecen en tela de juicio sus amoríos extra matrimoniales. De ser cierto, echaría por tierra parte de la leyenda popular y rumores sobre la homosexualidad del mencionado personaje, que bien pudo tener inclinaciones o tendencias bisexuales.
Francisco Ramos Aguirre
Investigador y cronista del municipio de Victoria. Graduado en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, obtuvo la Licenciatura en Español en la Escuela Normal Superior de Tamaulipas; la Especialidad en Historia de México y Maestría en Historia, por los Institutos de Investigaciones Históricas de la UNAM/UAT. Es autor de los libros de crónicas Allá por el Norte (2003); Memoria de esos Tiempos (1994); Ruinas del Hotel Las Palmas (1998) y Leyendas de Tamaulipas. Además de otros relacionados con la historia de la educación, música y gastronomía tamaulipeca, entre los que destacan Diccionario Biográfico del Magisterio Tamaulipeco; Fuente de la Libertad. La Educación en Tamaulipas 1822-1870; Antes Escuelas que Parroquias; Revolucionarios a la Carta; De Punta y Talón. La Música Norteña en Tamaulipas y Viejos Sabores de Tamaulipas. Se ha desempeñado como coordinador de Proyectos de la Comisión para la Conmemoración del Bicentenario del Inicio de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana y Coordinador de Difusión del Museo Regional de Historia de Tamaulipas. Cada domingo publica en el periódico El Diario de Victoria la columna CRONOS, sobre la historia de esta capital.