El arte contemporáneo se sirve en anaquel

Mierda de artista (1961), obra del italiano Piero Manzoni (1933-1963). (Imagen tomada de commons.wikimedia.org).

 

XALAPA. ¿De qué forma circulan, cómo llegan a considerarse dignas de atención, difusión o crítica; cómo entran al mercado, se venden o se coleccionan las obras de arte contemporáneo?

El mercado tiene un alto impacto en el desarrollo de la obra y así hay que entenderlo. En este momento más que nunca, es importante concebir cuáles son los contextos del arte contemporáneo y los procesos de valoración que una obra experimenta entre el taller y su llegada a un museo, a una galería o a una bienal de arte, y su distribución en el mercado. Como señala Gabriel Orozco “El arte es también una zona de mercado, una arena donde se desenvuelve el artista en función de sus ideologías, sus intereses y sus valores (…) La actitud política, económica e ideológica de un artista comienza en el momento en que decide cómo va a ejecutar su obra, dónde será distribuida y cómo será consumida”.

Se tiene que aceptar al mercado como uno de los generadores de pautas artísticas, no es el único, pero sí uno de los factores que más determina la producción desde su formulación. Generalmente se olvida que el mercado artístico es un “eje rector parcial” de cosas que suceden durante el proceso creativo. La retroalimentación del mercado es lo suficientemente fuerte como para condicionar la producción, pues al parecer el crecimiento del mercado del arte contemporáneo es un proceso que no tiene retorno.

También, hay que decirlo, las formas y lenguajes del arte contemporáneo han modificado el mercado del arte. En realidad, hay muchos mercados y muchas maneras para que el arte circule. Esto permite a los artistas recurrir a formas diferentes de distribución y consumo. Sucede cada vez más que las galerías pagan honorarios a los artistas por el tiempo que trabajan en un performance o en una instalación. Otra forma de remuneración independientemente de la comercialización de la obra, son las becas de apoyo o estímulos a la creación, que sin ser específicamente un espacio de mercado, de alguna manera lo generan, dialogan o contribuyen con él.

La comercialización del arte contemporáneo se extiende a los registros, ya sean anteriores (bocetos, maquetas y dibujos preparatorios), o posteriores (fotografías y videos). Así, crecen considerablemente los medios de reproducción de objetos que circulan en el mercado del arte, que como tales no son obra en sí misma. Como señala Nathalie Heinich “El arte contemporáneo es un género que tiene como hábito principal la transgresión de fronteras, esta especificidad induce a una mayor complejidad en su funcionamiento y financiamiento económico”.

Lo importante es saber que el sistema artístico contemporáneo ha modificado no sólo el producto, sino su distribución y consumo. Para ser comercializables, las piezas de arte contemporáneo pueden ser reproducidas y editadas en serie o generar un ejemplar único; se pueden vender tirajes fotográficos o copias de video. La diferencia con el mercado de arte tradicional radica en la visión que se tiene del arte y en los espacios de circulación. En muchas ocasiones lo que obtiene el cliente es un certificado legal que le garantiza ciertos derechos para “poseer” o exponer una obra que en términos formales es efímera (de esta manera se puede ser propietario de una pieza que consiste en el polvo acumulado en un metro cuadrado del piso de un museo).

En arte contemporáneo las fronteras se desdibujan y los creadores ofertan propuestas que tienden a “desmontar” al objeto artístico a favor de la idea. Esta “desmaterialización” del arte es posible gracias a que existen coleccionistas, artistas y curadores que comparten la misma atmósfera cultural, una atmósfera guiada por teorías artísticas comunes. Una especie de competencia a favor de la idea y no del objeto material. Lo que cuenta ahora es el procesamiento de información. El conocimiento es la nueva fuerza de producción artística. El viejo principio que vinculaba al artista como productor sin esfuerzo intelectual se está haciendo cada vez más obsoleto. El conocimiento tiende ahora a asumir la forma de la producción artística. Como diría Adorno “El arte lucha tanto contra el concepto como contra el poder, pero para oponérseles necesita, lo mismo que la filosofía, de conceptos y de poder”.

 

Para abonar a su leyenda, al artista Piero se le consideró parte de los “nuevos realistas franceses”. (Imagen tomada de wikiart.org).

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