Dicotomías temporales: Entre la tradición y la modernidad

(Imagen: Pinterest / http://www.studentshow.com/).

Dicotomías temporales: Entre la tradición y la modernidad

¿Qué pensamos cuando decimos cultura? Lo que reflexionamos, aquello que recordamos al entrar en contacto con esta polisémica palabra, forma parte de nuestros referentes, nuestro bagaje y, por tanto, implica también una historia de vida, surge lo aprendido en nuestra educación y en los contextos en los que crecimos. Es poco común que hoy día alguien se pregunte sobre la cultura, y esto resulta curioso, por no decir grave, porque en pleno siglo XXI pareciera que vivimos en un mundo en el que todo está dado y, de no ser así, tampoco importa, pues las experiencias son efímeras, intensas y, como las definió Zygmunt Bauman, líquidas.

Un ejemplo de lo anterior es cómo, en la actualidad, el aburrimiento es una sensación cada vez más común. Debido a la vertiginosa cascada de cambios e innovaciones que trae aparejado el vivir en la “cultura de la modernidad”, se privilegia el pensamiento divergente, se huye de “lo tradicional”. Por eso deseo compartir que la cultura es el marco de referencia en torno al cual nuestra vida se define, y subrayar la importancia que tiene, por tanto, ser conscientes de lo que asumimos como natural, cuando en realidad es una construcción social, es decir, cultural.

Si bien existe, como afirmamos, un rechazo hacia lo tradicional, también hay una fascinación por el pasado. Hoy, los millennials han trascendido la segunda década de vida y parecen haberse comido ya el mundo de un bocado; quizá lograron lo que sus antecesores se contentaron con desear —información, diversión, oportunidades, escaso compromiso, velocidad, constante novedad—, y eso les provoca una nostalgia prematura por descubrir significados y significantes más profundos. Tal vez cuando lo efímero se haya disuelto por completo, alguien vuelva a preguntarse seriamente por la cultura y sus aportes, quizá cuando nos cansemos de la superficialidad volvamos la mirada hacia lo que nos hace humanos, y eso siempre será la cultura en su amplio espectro.

La cultura no son solo las artes o el entretenimiento, ya desde finales del siglo pasado se vinculaba con otros temas, mediante conceptos como la “cultura del agua” o “cultura organizacional”; es decir, el término ha resultado una no tan cómoda pero funcional panacea para describir ese intangible humano-creativo que da vida y perpetúa a las sociedades, es extrañamente causa y efecto. La cultura posee ese movimiento heurístico que todo lo permea, no hay nada humano fuera de la cultura y no hay cultura sin la intervención humana.

¿Será en el siglo XXI cuando podamos reivindicar y volver a poner a la cultura en el centro?

n.minerva.mm@gmail.com

16 de enero de 2020.

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