TEXCOCO. Me ha pedido Paso libre unas líneas a modo de evaluación del ejercicio público en el sector cultural en lo que va de la gestión de Alfredo del Mazo como gobernador del Estado de México. He accedido, en primer lugar (y con cierto rubor), para corresponder con generosidad a la publicación del GRECU al estimar que mi juicio puede resultar interesante y, en segundo término, porque esta iniciativa es una magnífica oportunidad para someter a escrutinio un ámbito de la gestión pública tan volátil como la cultura. Dicho esto, debo advertir que centro mi opinión en un análisis somero de dos aspectos que estimo primordiales: el presupuesto para el sector y los procesos de reforma institucional. Por ello este texto, si bien no constituye un análisis exhaustivo, si aspira a ser una aproximación que por lo menos despierte el interés de otros por exponer sus puntos de vista.
El dinero no es la vida
A menudo las críticas al desempeño de las instituciones de cultura hacen énfasis en la insuficiencia de los recursos públicos como el principal de los obstáculos para alcanzar resultados dignos. La hipótesis es plausible, aunque no necesariamente correcta en todos los casos. No, por lo menos, en el Estado de México.
Desde su creación en 1989, el Instituto Mexiquense de Cultura fue concebido como un órgano desconcentrado de la administración pública del Estado de México, bajo la férula del sector educativo. En la tabla anterior se aprecia el comportamiento al alza del presupuesto asignado al subsector durante siete años consecutivos a partir de 2009. Destaca 2011 donde se observa un incremento del 53.77 %. A partir de ese ejercicio y hasta 2015 el presupuesto experimentó un alza global de 155.58 %. Lo que a primera vista parece una escandalosa anomalía es en realidad resultado de una de las acciones previas al periodo que nos ocupa, el de Eruviel Ávila Villegas, y que es imprescindible acotar en el afán de comprender el alcance de los sucesivos procesos de reinvención institucional de lo cultural, a los que no se sustrae el gobierno estatal en turno.
Precisamente en 2011 abrió sus puertas al público el Centro Cultural Mexiquense Bicentenario en Texcoco (CCMB). Esa obra de infraestructura cultural que data de la gestión de Enrique Peña Nieto en el gobierno estatal se erigió con dos objetivos fundamentales: reducir la histórica tensión geopolítica entre el Valle de Toluca y el Valle de México e impulsar un proceso de descentralización de los servicios culturales en la entidad.
No obstante, las particularidades de una obra construida bajo el esquema de Pago por Servicios (PPS) derivó en la necesidad de incrementar sustancialmente la asignación presupuestal para hacer frente a los millonarios pagos mensuales que efectuaría el gobierno estatal desde entonces, y cuando menos durante los siguientes 20 años, al consorcio beneficiario del contrato.
Es decir, el impacto real del creciente presupuesto para el sector de la cultura en el Estado de México durante ese periodo, salvo algunas excepciones de carácter testimonial, no se tradujo en el mejoramiento de la oferta de bienes y servicios culturales ni en la ampliación de la cobertura hacia las regiones tradicionalmente afectadas por el centralismo de la administración pública en la entidad mexiquense.
El CCMB, en mi opinión, fue en realidad un experimento que formó parte de la fase preparatoria al proceso de reconfiguración institucional de la cultura, que tendría su siguiente capítulo el 17 de diciembre de 2014, cuando un decreto del Poder Ejecutivo estatal modificatorio de la Ley Orgánica de la Administración Pública del Gobierno del Estado de México, durante la gestión de Eruviel Ávila Villegas, dispuso la desaparición de dos órganos autónomos: el Instituto Mexiquense de Cultura y el Instituto de Cultura Física y Deporte, para dar lugar a la creación de la Secretaría de Cultura (y Deporte).
A la postre, esa medida no sólo sumió en la ciénaga de la burocracia, hasta desdibujarla, la labor de ambos organismos tributarios, sino que significó el freno y retroceso a la siempre postergada estrategia de descentralización del sector cultural. El ejercicio presupuestal, hasta entonces sujeto a la relativa autonomía de ambos órganos, se concentró en la omnipotente Secretaría de Finanzas. Algunos programas de relativo éxito exclusivos del CCMB no resistieron el nuevo esquema institucional y desaparecieron por decisiones centrales sin que mediara análisis alguno.
Durante ese primer periodo de vida, acicateada desde la cúpula del gobierno central, la naciente Secretaría de Cultura (y Deporte) se convirtió en cuartel para la operación territorial en el marco del proceso político que a la postre se traduciría en la cuestionada victoria electoral de Alfredo del Mazo como gobernador del Estado de México. En ese lapso la institución se ahogó en la opacidad, la inoperancia y la confusión administrativa.
Leonardo Reyes Terrazas
Gestor cultural, narrador, editor, productor de radio, educador y capacitador. Hizo estudios de Lingüística, de Lengua y Literatura Hispánicas y de Educación. Tiene experiencia de más de tres décadas como docente en distintos niveles de instrucción. Por alrededor de veinte años ha desempeñado distintos cargos en el ámbito cultural, tanto público como privado. Fue creador y coordinador de los festivales de Arte Urbano y de Artes Escénicas en el CCMB, de la Secretaría de Cultura del Estado de México, donde también coordinó los festivales Cultural Almas de Oriente y FestínArte. Creo el Programa de Capacitación Cultural en el CCMB, en cuyo marco se impartieron 37 seminarios de especialización, incluido el de Diseño de programación cultural. Textos de su autoría se han publicado en revistas nacionales e internacionales y en antologías de relatos. Recientemente fue incluido en la Antología de la gestión cultural. Episodios de vida, de Eduardo Cruz Vázquez, bajo el sello de la UANL (2019).