El imprescindible quehacer biocultural.
Apuntes del (des)confinamiento

El Observatorio Astronómico Nacional de la Sierra de San Pedro Mártir, en Baja California, patrimonio de la UNAM, expresión a la vez que metáfora de lo biocultural. (Imagen tomada de Google Maps, registro del fotógrafo Fernando Ángeles, 2019).

 

Desde por lo menos hace cuarenta años se ha venido reduciendo y uniformando el quehacer humano, las actividades, los empleos y la imaginación o la creatividad o la cacareada innovación hasta llegar al prostituido término: disruptivo, como otras palabras deterioradas o manipuladas en la jerga de la excelencia, de anglicismos curiosamente traducidos. Dicho esto, parte de tres ideas sistémicas y, por ende, omnipotentes, es decir; el ímpetu por vender, el ímpetu por enriquecer a terceros y el ímpetu por realizarse auto explotándose laboral, positivamente y con harta resiliencia. De estar fuera de esa ordenanza significa perder valor o no existir en los quehaceres humanos que valen la pena en la aldea global, su inmediatez y simultaneidad del mercantilismo total y los lineamientos de los sistemas financieros especulativos. No hay más.

La principal “opción” que se encuentra para que las personas se empleen o puedan generar ingresos, es el llamado empleos terciarios que son la panacea del trabajo en general, pero que no se traducen en desarrollo ni profesionalismo ni independencia ni seguridad social. También incluyo el empleo en ventas, de comisionistas y el “emprendedurismo” para ser tu propio patrón y generar empleos. Lejos de juzgar si es correcto o no; empleos humanizantes o no; que no son útiles para uno, el empleado, sino útiles para otros, el patrón; son el resultado de economías-políticas de capitalismo extremo y corte neoliberal orientadas al crecimiento del propio capital en demérito del desarrollo humano y su entorno medio ambiental, donde desgraciadamente el constante advenimiento tecnológico incrementa y alimenta dicha “visión” simplificada en la criminal teoría de la “económica del goteo”. En lugar de favorecer a las sociedades de conocimiento y la distribución de riquezas.

No estoy en contra ni a favor de emprender ni del comercio, sólo pienso que el fondo de la terminología en el significado de la economía dominante, resulta una trampa para nutrir de mayor dependencia y aumentar las ganancias de los grandes capitales e inversionistas. No es un significado natural de las palabras, sino como toda palabra, en este caso, están claramente orientadas a intereses privados y gubernamentales de globalización económica y geopolítica. Es una jerga motivacional para enriquecer y dar más poder a terceros, no al individuo ni al pueblo ni mucho menos a las libertades. Son palabras que adquieren un significado coercitivo.

 

El Caribe mexicano es uno de los puntos de la república donde se manifiestan con mayor intensidad las interacciones entre medio ambiente y cultura. (Imagen tomada de grupoxaceret.com).

 

Amplitud de miras

Gran parte de los quehaceres bioculturales o empleos en el ámbito cultural y del medio ambiente escapan de la lógica anteriormente expuesta, pese a que también se nutren de empleos ya mencionados, en su mayoría son personas que en el trabajo diario han generado el oficio y desarrollado tareas específicas que permiten la existencia de las industrias bioculturales, ya sean públicas, privadas o de la sociedad civil organizada. Muchas de estas actividades no se encuentran en particular en programas de estudios universitarios ni académicos, sino que se nutren de las denominadas ciencias y las ciencias sociales, pese a la efervescencia de todo convertirlo en liderazgo, management y ejecutivo, las realidades en el quehacer biocultural son otras que, si bien se puede desarrollar más su profesionalización y dotar de más cualidades, no toda actividad y oficio humano tiene que obligarse a las tendencias del know how aspiracional y tecnócrata dominante, porque la diversidad biocultural permite precisamente eso, diversidad de cómo hacerlo y de economías que no son macro sino regionales o endémicas. Diversidad de conocimientos y prácticas, experiencias. Nada ni nadie debe o tiene que obligarse socialmente a ser homogéneo y/o alienado, mucho menos en el quehacer biocultural:

 

Quehaceres que no se aplican

o es muy complejo ejercerlos en otros sectores o ámbitos

fuera del sector cultural y medio ambiental.

 

El desempeño del quehacer biocultural parte de un principio integral desde mi punto de vista: servicio-incluyente-transformador que es, en sí mismo, de quién lo ofrece, el medio que utiliza y la institución u organización que representa, un todo:

  • Servicio, porque nos debemos a la comunidad socioambiental.
  • Incluyente, porque el reconocimiento de la otredad es la esencia del quehacer biocultural.
  • Y transformador, porque somos agentes que promovemos y damos las facilidades para la transformación de la conciencia.

Esta síntesis que presento responde a que los insumos del trabajo biocultural no son meramente tangibles ni económicos ni mucho menos mercantiles o financieros y, en caso de ser productos están dotados de valores simbólicos intangibles, como por ejemplo la industria editorial, aunque sea digital o la experiencia de visitar una reserva natural protegida.

 

De diferentes correas, algunas del mismo cuero en el desafío de lo biocultural: cuantiosa inversión de Santander para dar su nombre a una obra pública en manos de la Universidad de Guadalajara. (Imagen tomada de alafuga.com).

 

Hacer porvenir

También en el quehacer o trabajo biocultural son indispensables las actividades u oficios artísticos y los erróneamente llamados artesanales, las personas que son el complemento fundamental que constituye la estructura de las industrias bioculturales, es decir; sin artistas u oficios artísticos y “artesanales” no hay contenidos ni la industria en sí puede existir. Todos somos una sinergia que, junto con los públicos, usuarios o la comunidad tenemos la oportunidad de completar el objetivo de servicio-incluyente-transformador, pese a que no respondamos a la tendencia sistémica impuesta o el establishment de la especulación del sistema financiero imperante. La diversidad biocultural ofrece muchos más caminos que sólo uno, aunque para muchas sociedades la diversidad sea un horror a menos que se pueda comercializar y generar utilidades aumentando la tasa de ganancias.

En suma, sin el quehacer biocultural no habría civilizaciones ni sociedades ni comunidades ni nada social en sí porque precisamente la cualidad del ser humano es hacer cultura-ciencia, aunque otras especies desarrollen patrones culturales, es una característica del homo sapiens, de la evolución y lo que somos ahora pese a que eso de “civilizados” cada vez más sea muy cuestionable o una cierta involución.

Todos somos consumidores bioculturales aunque sean sólo series de moda y obligadas al parecer para la socialización, detrás de todas las industrias bioculturales hay personas que las desarrollan y las hacen posibles, que necesitan, como todo quehacer humano, empleos, ingresos y prestaciones dignas porque son imprescindibles para las comunidades, sociedades y países, porque su desempeño, oficio o profesionalización no cumple con la cartera de empleos terciarios, de ventas o de negocios ni se está obligado en serlo por la naturaleza misma de la diversidad, los conocimientos y las experiencias son otras ni mejores ni peores ni prescindibles, solamente son diferentes y muy importantes que se deben aprovechar, mejorar, conservar, promover y proteger de los embates sistémicos mercantiles y financieros, políticos y económicos, así como de toda idea única de crecimiento comercial y especulativo.

Por principios éticos básicos, civilizatorios y de evolución apoyemos el quehacer biocultural, pese a la persistente epidemia, en verdad nos conviene y, mucho, fomentemos el impulso de nuestras industrias bioculturales y definitivamente consumamos más allá de lo que está en una pantalla, existen una variedad de opciones; recuperemos la vida vacunándonos de la soberbia, el desdén y la ignorancia. México es bioculturas no sólo trivialidades, competir y ser ganadores aprobados. También ejercer la curiosidad por la diversidad, lo diferente, por conocer. Me permito ponerlo en la mesa, sumemos. Sigo insistiendo.

 

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