Kaiser con Abelleyra.
El libro de las sentencias

Una leyenda llamada Miriam Kaiser. En el Centro Nacional de las Artes, 2015. (Fotografía, cortesía de Angélica Abelleyra).

Biografía, reportaje novelado, manifiesto, memorial. Catálogo de vida, audiencia a los recuerdos, curso intensivo de historia del arte con gestión cultural. Exploración de episodios alrededor de la institucionalidad gubernamental. Recorrido por las venas del mercado de piezas artísticas.

O simplemente arqueología del sector cultural ya que excavando se rescata, se salva para la posteridad lo que bien dio un pasado para el presente. El trepidante recorrido que tiene cruce de vías por dos siglos; entre tres modelos en los que Kaiser fue forjada a efecto de fincar su legado: el nacionalismo revolucionario, el neoliberalismo y el de la autoproclamada cuarta transformación.

Ante ello, la navegación puede causar mareos y a ver cómo queda cada lector parado.

Se trata, pues, de un mano a mano entre la periodista con visión sectorial y la arquitecta que también hace ingeniería con obras de arte, museos, exposiciones, políticas culturales e intereses privados. Páginas que también son un ramillete de sentencias, para que se aprenda. Un libro, pues, con vocación por lo total es Miriam Kaiser: Una guerrillera por amor al arte. Atisbos de la gestión cultural en México, de Angélica Abelleyra (UANL, 2023).

De origen alemán, “contestataria y revoltosa”, el padre de Miriam Kaiser fue químico, su madre pianista, pareja que “simplemente no hablaban”. Jugó tenis como acuñó muchilingue para agrupar su dominio del alemán, inglés, hebreo, francés y español. Forjó “amor por los trapos”: huipiles, blusas bordadas a mano, faldones, rebozos y morrales coloridos.

Inteligentemente extractiva, Angélica Abelleyra, curtida por lo saberes de sus tareas como reportera cultural, explotó el yacimiento de una de las grandes figuras de la cultura mexicana. De pies a cabeza Miriam se revela para proyectar un documento indispensable para alimentar la historia del sector cultural.

La periodista obtiene todo y lo que falta, se delimita en la frontera que Kaiser establece cantando A mi manera, de Frank Sinatra. Abelleyra conduce a Kaiser del cabo al rabo de su paso por esta tierra y asume bien lo que quedará en silencio. Refiere con soltura cuando fue secretaria en Radio UNAM, su formación como maestra en Israel, como su composición “lírica” en la gestión cultural, en el servicio público.

Nueve capítulos de Una guerrillera por amor al arte en suerte de danza de los velos. De todo se entera uno: de su matrimonio con el artista Héctor Xavier con quien tuvo cinco hijos y de la segunda vuelta conyugal con Luis Cué. Que es zurda, melómana persistente y madre orgullosa de varias orquídeas; que le apasionan las novelas, las biografías y los relatos sobre la historia. “Trato de estar al día hasta que mi cerebro lo permita”, le dice danzante de energía a la entrevistadora.

La familia: Miriam (a la izquierda), con su madre Paula y sus hermanos Java, Roberto y Miguel. (Fotografía, cortesía de Angélica Abelleyra).

 

Sentencias como relámpagos

Yo les podría contar resumidamente lo que cupo en 372 páginas de Una guerrillera por amor al arte. Prefiero ofrecer un breve listado de sentencias sobre quien dice una neta: “Admito que soy una tarada internauta y una neófita en lo cibernético” y que en estos cuatroteros tiempos “No creo en el proselitismo de ninguna especie, color y sabor”.

Brindar en este lugar del GRECU lo que la curadora sabe reconocer “Fui una madre ausente por muchas horas, pero presente para castigar hasta por teléfono”.

Y vaya que en el reconocimiento de lo que se crea nada sencillo es articular (¡ay nanita!): “Siempre digo: un artista no debería tener hijos, un creador es para construir sus mundos y no para estar en los asuntos terrenales. No guardo rencores, fue mi responsabilidad gozosa ser padre y madre”.

Par de roles que desembocan en una situación familiar pronunciada a los cuatro vientos: “(…) porque Ivar (uno de los hijos) acaparó la obra, la guardó -no se sabe dónde- y desconocemos su destino actual o si la ha vendido o desechado”.

Queda clarísimo que no guarda secretos porque, dice, “no llevan más que al desastre”.

Corrientes de libertad que Miriam Kaiser dirige a su paso por la Galería de Arte Mexicano: “Inés (Amor, la dueña) quería vender pintura y a mí lo que me importaba era ayudar a conformar buenas colecciones”. Y en ese movimiento plástico ver que “A la gráfica la fuchileaban”.

Rehilete cuyos colores soplan para “Que me perdonen los señores diplomáticos, pero el arte es el mejor embajador en el mundo porque no habla”; para que se sepa que Fernando Gamboa “no me enseñó, pero yo sí le aprendí”.

Y de esa pareja no tan dispareja de Amor y Gamboa: “No fueron para nada diferentes en el contubernio que construyeron. Claro que funcionaban en diversas estructuras de poder, pero compartían rangos similares”.

El empuje de Abelleyra lleva a Kaiser a multiplicidad de pasarelas. Tan sencillo como reconocer que “Fracasé en muchas ocasiones para evitar la proliferación del cliché”.

Tanto como a apreciar de Raquel Tibol “Su constancia, investigación, metodología y su manera de interpretar”.

Una obra excepcional para la historia del sector cultural. (Imagen tomada de vidauniversitaria.uanl.mx).

Sentencias como flechas

Hay páginas en Una guerrillera por amor al arte que arden. Por ejemplo, al abordar la cuestión de la autenticidad de las obras. “Creo que el instituto (de Bellas Artes) podría crear una comisión, no permanente, pero que exista. Tienen miedo porque el arte es un bien que implica mucho dinero y otros intereses”.

Fuegos como el de tomar nota de que nunca le interesó escribir, llevar al papel sus experiencias en el ámbito del quehacer cultural. Prefirió ser quien manejó “el chicotito preparado para que las cosas se den”. En consecuencia “Mi trabajo ha sido ejecutivo, el de una titiritera que mueve los hilos para que las cosas sucedan”.

Se desliza convenientemente la razón del título del libro: “Víctor Sandoval me decía: ‘guerrillera Kaiser, perdiste; acéptalo, las cosas se van a hacer así’. Aprendí a ser mediadora, a cumplir metas. Y mi política ha sido ‘hagámosla por la buena’”.

Todo un trayecto de medio siglo para verse en la economía cultural: “Suena a cliché, pero es así: no he hecho riqueza; mi único patrimonio ha sido mi dignidad. Sobre esa base he trabajado, así sea con el muchirrico o el líder del sindicato que me hubiera querido quitar el pellejo. No puedo ser beligerante porque creo que entre más grita una, el cerebro se cierra y se acabó la entendedera”.

De esas economías culturales donde “No recuerdo un solo día de mi vida en el trabajo sin tiempos de crisis”.

Son episodios varios de la política y la cultura, como cuando Juan José Bremer en el INBAL le hizo ver que “Contravine las reglas políticas. Y aceptas las cosas cuando hay de dos sopas: la de fideos y la de jodeos. Y la de fideos se acabó. Punto”.

Es su fructífero desempeño en las áreas de exposiciones y en museos de Bellas Artes, el Conaculta como en el INAH: “El académico debería de tener como fin el de prodigarse. Eso lo entendió muy bien Guillermo Tovar y de Teresa; cuando daba visitas y todo el conocimiento te lo hacía sabroso. Y la mayoría de los arqueólogos no están en esa fase, es el académico versus el mundo. La carencia total de generosidad mientras que debiera tener una doble labor: el estudio intrínseco en sí y el saber transmitir el conocimiento”.

Años de Kaiser en la institucionalidad cultural llenos de momentos centrales para la arqueología sectorial. Resulta que en el Museo Metropolitano de Nueva York “los ricos también lloraron. Una lámpara de plata atribuida a José de Insunza (siglo XVIII), que venía del Santuario de Nuestra Señora de Ocotlán, en Tlaxcala, se hizo pedacitos. Purrún, se cayó y los especialistas de EU la restauraron con la autorización y supervisión del INAH. El marco era la exposición ‘Esplendores de 30 siglos’. Se revisó obviamente el término del seguro y la pieza regresó mejor a México de cuando se fue”.

Como ocurrió con el conflicto con Dolores Olmedo, por el daño a una obra de su propiedad de Diego Rivera, dicho por la guerrillera con esta gracia. “Tuvo a bien acusarme de que yo, con estas manitas, le destruyera un cuadro”.

Otra arista de la audiencia a los recuerdos. Tiene que ver sobre la repatriación de acervos, amlo’s love. “No estuve de acuerdo entonces ni ahora con esa demanda, porque hablar en general de devolución es pura retórica y demagogia”.

La dupla Kaiser-Abelleyra, al finalizar la presentación del libro en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes el jueves 20 de julio. (Fotografía, cortesía de Angélica Abelleyra).

 

Sentencias como netas

Para la guerrillera Kaiser, la vida de los grandes museos en México “es muy joven, con menos de 60 años, así que somos chavitos todavía”. Dice que “Los museos viven del aire y de milagro”.

Además “Que México es el país de la Virgencita de Guadalupe a quien rezas para tener soluciones. Que en este país no se pueden planear los proyectos a largo plazo y que el único largo plazo es el sexenio”.

En resumidas cuentas, “La difusión ha sido sin duda mi lucha sin salir de home. Es el talón de Aquiles en México”.

-¿Te sientes defraudada como gente de izquierda? suelta Abelleyra.

-“No defraudada, pero sí preocupada por el desconocimiento y la falta de escucha de mucha gente del gobierno que se dice de izquierda. Y ahora me da hasta risa cuando lees que se va a Italia pidiendo un códice al Vaticano y al gobierno”.

Sexenio de la 4T frente a un devenir “lleno de necedades y desaseo” en el ámbito de la cultura.

Ante el “Proyecto Chapultepec”, Miriam Kaiser fijó su postura. Un alegato que entregó en las oficinas de la Secretaría de Cultura, en Chimalistac, Ciudad de México, el 3 de septiembre del 2020. Texto que fue publicado en Paso libre del GRECU el 7 del mismo mes.

Va la conclusión de Kaiser: “No tiene nada de malo repensar los proyectos, escuchar las voces de otras personas, evaluar sus costos-beneficios, tomar en cuenta los pros y contras, sobre todo en estos aciagos momentos en los que hay que establecer prioridades: mejorar lo que hay, protegerlo, permitir que se realicen las actividades culturales con dignidad, can calidad. Es decir: APOYAR LAS INSTANCIAS CULTURALES DE TODO EL PAÍS que tanto lo requieren con ese presupuesto dedicado a un de por sí bellísimo Bosque de Chapultepec que necesitará presupuesto para su protección, mejoramiento de sus áreas, renovación de ciertos árboles, pero NADA MÁS”. (Interesados ver https://pasolibre.grecu.mx/sobre-el-proyecto-chapultepec/).

Como sabemos, la maestra obtuvo una respuesta de un funcionario menor.

La audiencia de las sentencias: “Burócrata nunca fui, servidora pública sí, institucional sí y mamá gallina también, porque atendí siempre a todas las personas a mi alrededor. Lo que sí es que no me volví una viejita que teje”.

 

Sentencias como colofón

Miriam Kaiser: Una guerrillera por amor al arte. Atisbos de la gestión cultural en México, de Angélica Abelleyra, incluye un abanico de opiniones de personalidades cercanas a la maestra.

Dice Magdalena Zavala. “Hablar de Kaiser es hacerlo de una ‘vaca sagrada’ de la gestoría cultural”.

Y cito de Teresa del Conde. “Ella de repente encaneció totalmente. Debo aclarar que tenía muy bonito pelo y aún lo tiene, pero se le puso blanco en un lapso demasiado corto; quería que se lo pintara, se lo dije, pero ella se negó rotundamente. También desistió a tomar coctel o copa de vino y eso no fue obstáculo para que nos reuniéramos a platicar”.

Consigan, pues, por su ejemplar.

 

Largo recorrido de vida. Kaiser y una obra del sinaloense Álvaro Blancarte (1934-2021). (Imagen tomada de zetatijuana.com).

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