El precio de $er Ai Weiwei

Ai Weiwei permanece activo principalmente en Instagram, red social en la que cuenta con más de medio millón de seguidores. (Tomada de Instagram @aiww).

El precio de $er Ai Weiwei

Cuando era niño, Ai Weiwei solía visitar a su padre, el poeta Ai Qing, en los urinarios públicos que por órdenes de las autoridades chinas se veía obligado a limpiar todos los días. “Esa fue la educación de mi infancia”, le confiesa al curador y crítico de arte Hans Ulrich Obrist en Ai Weiwei. Conversaciones (Gustavo Gili, 2013).

Acusado de derechista y antirrevolucionario, su padre fue exiliado a una aldea de 200 habitantes de la provincia de Xinjiang, en la que creció el artista. Ai lo recuerda con casi 60 años, limpiando sin descanso.

“A menudo bromeaba diciendo: ‘¿Sabes? La gente no para nunca de cagar’. Si hubiera descansado un día, al día siguiente hubiera tenido el doble de trabajo y no hubiera podido hacerlo. El trabajo físico era muy duro, pero lo hizo realmente bien”.

Nacido en 1957, Ai sufrió desde niño la represión de un régimen que, como artista, se ha propuesto denunciar y combatir. Su primera formación fue en los campos de reeducación de la Revolución Cultural, en una época en que no había universidades.

En 1978, tres años después de que la familia regresara a la capital, Ai se inscribe en la Academia de Cine de Pekín para estudiar animación, pero antes de graduarse, en 1981, interrumpe los estudios para viajar a Estados Unidos.

“Me convertí en un emigrante ilegal”, le cuenta a Obrist. Trabaja como carpintero, jardinero, impresor, fotógrafo, cualquier cosa que le permita sobrevivir. Es una época de escasa producción en la que siempre se supo artista, y en la que se siente influido por la obra de Marcel Duchamp y Andy Warhol. “Después de Duchamp me di cuenta de que ser artista era más una cuestión de estilo de vida y de actitud que de producir objetos”.

Regresa a Pekín en 1993, pero es hasta el lanzamiento de su blog en noviembre de 2005 que “protestar se convirtió en un trabajo”. Comienza a forzar los límites de la censura con su crítica política y social. “Me convertí en una figura política de manera natural”.

En su conversación con Obrist, Ai se refiere también a la raíz de una obra que une el arte con la política, y que lo muestra como un activista comprometido con las causas del presente: “Si los artistas traicionan la conciencia social y los principios básicos del ser humano, ¿cuál es entonces el lugar del arte?”.

La apertura de China a la economía mundial trae aparejada un cierto grado de libertad, “pero no la podrán controlar una vez que la permitan”, vaticina Ai. En su caso, el pulso se resuelve cuando las autoridades comunistas cierran su blog en mayo de 2009, desapareciendo sus más de 2 mil 700 publicaciones.

Dos años después, el 3 de abril de 2011, Ai es detenido por la policía en el aeropuerto de Pekín, cuando se dispone a viajar a Hong Kong. Numerosas voces se alzan para pedir su liberación, lo mismo de artistas como Anish Kapoor que de políticos como Angela Merkel. Su compañía Beijing Fake Cultural Development Ltd. es investigada por evasión de impuestos. El artista permanece arrestado 81 días.

Las autoridades fallan que la empresa de Ai debe pagar, entre impuestos y multas, 2.4 millones de dólares. Este veredicto genera un alud de donaciones; cerca de 30 mil contribuciones que suman 1.37 millones de dólares, cantidad que le permite al artista apelar los cargos. Una vez que la sentencia por evasión fiscal es ratificada, declara que no pagará el resto del dinero.

Durante cuatro años, Ai vive bajo la vigilancia de la policía, sin poder viajar debido a que le es confiscado su pasaporte. Cuando lo recupera, en julio de 2015 se muda a Berlín.

En los últimos diez años, según datos de la Galería Max Hetzler, el artista ha realizado un centenar de exposiciones en ciudades como Tokio, Londres, Barcelona, Viena, Sao Paulo, Taipei, Milán, Estocolmo, Praga, París y Nueva York.  La lista podría no ser exhaustiva, pues no incluye, por ejemplo, la muestra Ai Weiwei. Restablecer memorias, que actualmente se presenta en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

 

La exposición Ai Weiwei. Restablecer memorias contiene retratos de los 43 estudiantes de Ayotzinapa elaborados con bloques de Lego.
(Fotos: Silvia Isabel Gámez)

¿Cuánto cuesta exponer la obra de quien es considerado uno de los artistas más influyentes del mundo? En 2011, el año de su arresto, la revista ArtReview ubicó a Ai en el primer lugar de su lista de las figuras más poderosas del arte contemporáneo; apenas dos años antes, en 2009, ocupaba la posición 43. En 2018, el artista obtuvo el lugar número 5 de un ranking liderado por el galerista alemán David Zwirner.

La UNAM invirtió en la exposición de Ai 4.5 millones de pesos, cantidad equivalente al 3.9 por ciento del presupuesto asignado a la Dirección General de Artes Visuales (DGAV), que en 2019 fue de 114.6 millones de pesos, según información obtenida vía transparencia.

Dicha dirección pertenece a la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, a cargo de Jorge Volpi, área que en 2019 tuvo un presupuesto de 250 millones 631 mil 648 pesos.

La exposición de Ai en el MUAC exhibe su mayor ready-made político: el Salón ancestral de la familia Wang (2015), la estructura intervenida por el artista de un templo de la dinastía Ming, con una antigüedad de cuatro siglos. Ai pintó las tallas de madera con las que se había restaurado “como un modo de transgresión de la materialidad y de la tem – poralidad histórica de la cultura”, escribe el curador Cuauhtémoc Medina en el catálogo de la muestra.

Un segundo proyecto presenta los avances del documental To Be que el artista prepara sobre la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa: videos, transcripciones de entrevistas, libros, una cronología y, rodeando el espacio, los retratos creados con bloques de Lego de los jóvenes desaparecidos.

Si el MUAC expone básicamente dos proyectos, ¿cuánto le hubiera costado a la UNAM organizar Everything is art. Everything is politics, la retrospectiva del artista que se presenta actualmente en el museo Kunstsammlung de Düsseldorf con más de una decena de obras? Hagan cuentas.

Para poner en contexto las cifras, actualmente se exhibe también en el MUAC la retrospectiva Tierra firme del artista holandés Jan Hendrix, que costó 623 mil 560 pesos a la DGAV, el 13.8 por ciento del presupuesto invertido en la exposición de Ai.

Anteriormente se presentó Cabello/Carceller, con obras de la francesa Helena Cabello y la española Ana Carceller, que supuso un costo de 1 millón 286 mil pesos, el 28.5 por ciento de lo erogado en la muestra del artista chino.

De los 4.5 millones de pesos invertidos en la exposición de Ai, según el desglose de la DGAV, 1.1 millones fueron destinados a la producción y el montaje, y 428 mil pesos al fee (tarifa) del artista. No precisa en qué se emplearon los 3 millones de pesos restantes, pero aclara que el organismo “no ejerció ningún gasto por concepto de pago a los colaboradores del artista”.

Los honorarios de Ai varían de acuerdo al proyecto. Según reportes periodísticos, en 2013 no cobró por la exposición Resistencia y tradición, seis instalaciones que se exhibieron en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla. En diciembre de ese mismo año, recibió 10 mil dólares (196 mil pesos) por la retrospectiva Ai Weiwei. According to What? en el Pérez Art Museum de Miami, una de las paradas de esta muestra itinerante. Seis años después su tarifa se ha duplicado; según las cifras de la UNAM, ascendió a 21 mil 780 dólares al cambio actual.

 

El segundo proyecto presentado en el MUAC es el Salón ancestral de la familia Wang (2015), la estructura intervenida de un templo de la dinastía Ming.

Las obras de Ai pueden adquirirse en galerías y subastas. Sotheby´s vendió en 2017 una de sus Surveillance Camera and Plinth, cámaras de vigilancia talladas en mármol, en un precio estimado de 350 mil libras esterlinas (8.3 millones de pesos).

De los 100 millones de semillas de girasol de porcelana talladas a mano por mil 600 artesanos de la ciudad de Jingdezhen para la instalación Sunflower Seeds, que Ai presentó en 2010 en la Tate Modern de Londres, Sotheby’s subastó en 2011 cien kilos de semillas en casi 560 mil dólares (11 millones de pesos), y en 2012 una tonelada alcanzó, también en Sotheby’s, la cifra de 782 mil 500 dólares (15.4 millones de pesos). Se calcula que las semillas de la pieza tienen un peso de 150 toneladas.

El pasado mayo, la misma casa de subastas vendió la pieza Zodiac (Dog), hecha con bloques de Lego, procedente de la colección del artista, en 187 mil 500 dólares (3.6 millones de pesos).

En el sitio Artsy, que reúne a 500 galerías, se hallan a la venta desde tablas de skate serigrafiadas firmadas por el artista, que muestran su mano con el dedo medio alzado contra la Casa Blanca, Study of Perspective-White House, en 12 mil 500 dólares (246 mil pesos), hasta una serie de esculturas de la mano de Ai inmortalizada con el mismo gesto, también conocido como The F (Finger, Fuck), hechas en rodio galvanizado sobre resina o en seis colores diferentes de vidrio, ya sea bajo el título de Artist´s Hand o Study of Perspective, en ediciones de mil y cien piezas, con precios de hasta 10 mil libras (239 mil pesos) cada una.

En el ensayo Ai Weiwei: La recepción de su producción artística, la historiadora del arte de la Universitat de Barcelona, Laia Manonelles, advierte: “Esta fascinación por el ‘personaje’ de Ai Weiwei y sus propuestas irreverentes no se puede desvincular de la atracción por el efectismo propio de las estrategias de marketing que son utilizadas frecuentemente en los medios de comunicación y, también, en los centros museísticos”.

La investigadora concluye preguntándose si el éxito del artista desactiva el “efecto combativo” de sus obras, debido a la relación existente entre su dimensión mediática, su alta cotización y la gran visibilidad que le permite articular sus denuncias.

Entre los críticos se aplaude casi unánimemente el coraje de Ai para enfrentar al régimen chino, pero no la calidad de su obra. El alemán Georg Imdahl lamenta en el Frankfurter Allgemeine su estilización como mártir, en videos musicales e instalaciones, tras su arresto en Pekín, que considera “en la frontera de lo vergonzoso”. Su retrospectiva en Düsseldorf muestra tanto sus fortalezas como sus debilidades, señala, un arte conceptual entre lo kitsch y lo genial.

El crítico Jed Perl, en un artículo escrito en 2013 para The New Republic, se pregunta dónde termina la disidencia política de Ai y comienza su actitud artística. Colgar en la pared una resonancia magnética de la lesión en la cabeza que le produjo la policía o colocar en el piso 150 toneladas de varillas de acero procedentes de los derrumbes provocados por el terremoto de Sichuan son obras, plantea, con las que no logra enfrentar los desafíos del arte. Crea un “kitsch político minimalista posmoderno”, escribe, en nombre de una causa justa.

Podría decirse que Ai lleva en el nombre la penitencia. Weiwei se traduce como “aún no, aún no”. “Dos veces no. Mi nombre significa ‘doble negación’”.

En su charla con Obrist, el artista recuerda que, cuando era niño, si tomaba un libro su padre le decía: “Vuélvelo a dejar. No es bueno para tus ojos”. En una sociedad que castigaba a los intelectuales, era mejor que nadie leyera. “Y hay una cosa que tengo que lamentar: siento mucho no saber escribir bien. Es la cualidad que más valoro. Creo que si supiera escribir bien dejaría el arte por la escritura, que para mí es la forma más bella y eficaz de ilustrar mi pensamiento”.

Finalmente, el ubicuo Ai confiesa una última contradicción, difícil de creer: “Mi proyecto no realizado sería desaparecer. Nada podría superar eso”.

7 de agosto de 2019.

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