El Programa Sectorial de Cultura 2020-2024. Notas para su entendimiento y evaluación (3 de 5)

La riqueza cultural de México, es uno de los elementos centrales de los distintos programas de cultura en los seis sexenios que analiza el doctor Nivón. (Imagen: Wikipedia).

 

Noticia al lector: Durante esta semana, Paso libre ofrece a sus lectores el acucioso análisis del doctor Nivón sobre el Programa Sectorial de Cultura 2020-2024, tanto en su concepción interna como comparándolo con las versiones elaboradas desde 1990. Su intención es posibilitar un debate serio sobre el documento y colaborar con los hacedores de políticas públicas en el campo de la cultura para mejorar su práctica.

 

4. El diagnóstico del sector cultural.

El diagnóstico es pieza clave en la planeación y la ley respectiva dispone su presentación para fundar las estrategias y medidas a adoptar. Cuando se habla de planeación el diagnóstico consiste en una selección de la realidad que propone una brecha entre lo existente y una situación deseada. Este recorte se realiza a partir de opciones político-ideológicas, pero también se origina de las disposiciones administrativas que marca la ley, en este caso el artículo 41 bis de la Ley Orgánica de la Administración Pública que define los asuntos que la Secretaría de Cultura debe despachar. El análisis de la realidad y la selección de alternativas se entremezclan en la elaboración del diagnóstico porque éste se deriva de experiencias, demandas, exigencias de actores locales e institucionales, de modo que la combinación de principios ideológicos o valorativos con el análisis técnico es una tensión permanente e inevitable en la realización de los diagnósticos, como lo señalan Meny y Thoenig: “en la acción pública los valores o las ideologías desempeñan un papel importante, la factibilidad y el realismo también cuentan mucho en la calidad de la formulación que adopta el decisor público”.[1]

En México, la realización de diagnósticos en materia cultural ha sido solicitada por numerosos actores para la toma de decisiones tanto de planeación como de legislación. Por ejemplo, muchos de los debates tenidos previamente a la creación de la Secretaría de Cultura partían de la necesidad de un conocimiento adecuado del sector cultural como base necesaria de cualquier modificación del organismo responsable de la política cultural y no faltaba razón en ello. Pero lo cierto también es que la demanda de un diagnóstico tenía un efecto paralizante cuando el contenido del mismo estaba poco definido, así como su alcance y profundidad. Por ello no era menos frecuente que los documentos de diagnóstico elaborados para dar cuenta del sector cultural tuvieran resultados insatisfactorios, lo que implicaba la imposibilidad de cualquier cambio en la institución. Sin embargo, desde que se han elaborado programas de cultura se han realizado diagnósticos más o menos prolijos. Además, a partir de la constitución del Sistema Nacional de Información Cultural del Conaculta, durante el sexenio de Vicente Fox, existe un banco de información útil para la planeación, al menos de carácter general y orientativo.

Un punto de partida casi indiscutible de todos los programas de cultura es el reconocimiento de la diversidad y el pluralismo de la cultura en México. El dato es relevante por la importancia que tuvo el proyecto integracionista cuando menos de los años veinte a sesenta y por lo tardío que fue la aceptación oficial de la diversidad en México, [2] aunque hay que reconocer que antes de 1992, fecha de su constitucionalización, este paradigma era un hecho aceptado ampliamente por las instituciones culturales.

Los costos de preservar la diversidad cultural del país son de enormes proporciones. La planificación del desarrollo cultural exige resolver sus desafíos. En la imagen, un ejemplo de pintura rupestre en la Sierra de San Francisco, Baja California Sur. (Fotografía: emaze).

Al analizar los programas sectoriales de cultura se puede sostener que casi todos los diagnósticos tienen como punto de partida el reconocimiento del pluralismo y diversidad cultural y su expresión más evidente es el amplísimo patrimonio cultural que existe en el país. Veamos:

El Programa CSG 1990-1994 dice: “México cuenta con un vastísimo patrimonio que, en su extraordinaria riqueza, anuncia y expresa múltiples etnias y culturas… A partir del siglo XVI aquella sensibilidad [la de las formas culturales y artísticas de los pueblos indígenas], que marca hasta hoy el alma del mexicano, florece en el encuentro y asimilación de otras culturas. No una ciertamente sino varias…” (Apartado II.6 Pluralidad cultural en México).

Por su parte, el programa EZPdeL 1995-2000 suscribe la diversidad, aunque de manera diferente. Lo hace desde el punto de vista del federalismo y la descentralización. Expone que “Producto de las diversas etnias, comunidades y grupos sociales que conviven en el país, la expresión cultural se genera y desarrolla en cada región, población y localidad del territorio nacional, como fruto de sus particularidades naturales, geográficas, históricas, étnicas y sociales. Sólo la interacción con elementos y corrientes culturales de orígenes distintos hace que, sin perder su particularidad, las expresiones locales lleguen a mostrar afinidades, contactos y raíces comunes y a pertenecer a lo que podría llamarse una cultura de culturas, la cultura nacional” (Diagnóstico y Perspectivas, apartado Descentralización y proyección nacional de la cultura).

En estos dos primeros programas, aunque la diversidad es presentada de una manera relevante no ocupa el punto de partida que caracteriza los programas sectoriales que les siguieron. Por ejemplo, en los primeros párrafos de la presentación del Programa Nacional de Cultura VGQ 2001-2006, el secretario de Educación Pública Reyes Tamez escribió: “México tiene en su diversidad cultural una fuente inmensa de recursos para el desarrollo. Esta dimensión ha abierto el movimiento para el cambio que el país ha vivido en fechas recientes” y los principios de la política cultural son enunciados de este modo: “respeto a la libertad de expresión y creación; afirmación de la diversidad cultural; igualdad y acceso a los bienes y servicios culturales; ciudadanización de los bienes y servicios culturales, y federalismo y desarrollo cultural equilibrado” (II. Principios y misión). Sobre el compromiso con la diversidad se dice que se deriva de la democracia, la participación y del respeto a la particularidad y la dignidad de individuos y comunidades (idem).

Las culturas indígenas han estado presentes en los planes de gobierno de la institucionalidad cultural. Siempre a contrapelo con las demandas históricas, la política cultural del actual régimen se propone reinvindicar este universo mexicano. En la imagen, una escena de las luchas Yaquis. (Fotografía: Acervo INEHRM, año 1938).

A partir de este programa el tándem diversidad–patrimonio es el leitmotiv de la planeación cultural. Por ejemplo, el mensaje del presidente del CONACULTA con el que se presenta el programa FCH 2007-2014 inicia con las siguientes palabras: “México figura entre las naciones herederas de altas civilizaciones y posee uno de los patrimonios culturales más vastos y diversos del mundo. El país, al mismo tiempo, alienta una cultura viva en la que esa riqueza se refleja, se perpetúa y se amplía todos los días. La cultura mexicana es fuente de identidad, cohesión social, expresión y diálogo, y su potencial como recurso para el desarrollo es incalculable” (Mensaje del Presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes).

El siguiente programa, el EPN 2014-2018, inicia el diagnóstico así:

Los diversos instrumentos de valoración y registro de las expresiones culturales del mundo, desarrollados con diversos fines en las últimas décadas en el ámbito internacional, señalan a México como uno de los países con mayor riqueza cultural del planeta. Tres de esos instrumentos son la Lista del Patrimonio Mundial, la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad y la Lista del Patrimonio Documental inscrito en el Registro Memoria del Mundo, todas de la UNESCO, donde México ocupa los lugares 6°, 4° y 12°, respectivamente.

Además, México es uno de los 8 países en los que se concentra la mitad de las lenguas del mundo (el total se estima en alrededor de 7,000), y por sí mismo alberga el 4%, lo que lo coloca en el 5° lugar de los países con mayor diversidad lingüística. De acuerdo con el Catálogo de Lenguas Indígenas Nacionales del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, en México se reconocen 364 variantes de 68 agrupaciones en 11 familias lingüísticas (esto es, 68 diferentes lenguas indígenas).

Esta excepcional diversidad cultural tiene uno de sus orígenes en la privilegiada biodiversidad del territorio mexicano. México es uno de los 17 (para algunos análisis 12) países megadiversos (los que en conjunto concentran casi el 70% de la diversidad mundial de especies de plantas y animales). El capital natural y el capital cultural de México son indisociables e interdependientes, por lo que en los últimos años se ha acrecentado la conciencia de que su investigación, conocimiento, conservación, protección, difusión y uso social, deben ser procesos íntimamente asociados y objeto de políticas públicas transversales.

Y en este punto el Programa actual, AMLO 2020-2020, tiene un enorme parecido:

México es un país megadiverso; esta condición, originariamente referida a su amplia variedad biológica, climática y territorial, se extiende a su diversidad cultural. En nuestro territorio han florecido las grandes civilizaciones mesoamericanas; aquí inició la colonización europea hace más de 500 años y por él han pasado grandes migraciones provenientes de todos los rincones del orbe.

México cuenta con 35 bienes inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), lo que lo coloca en el sexto lugar entre los países con más bienes culturales. En materia de patrimonio documental, posee 13 bienes inscritos en el Programa Memoria del Mundo, 10 prácticas y expresiones culturales que han sido reconocidas como patrimonio inmaterial de la humanidad y una que forma parte del Registro de Buenas Prácticas de Salvaguardia. Su riqueza lingüística está expresada en 69 lenguas nacionales, de las cuales 68 son indígenas, más el español, que es la lengua franca” (Análisis del estado actual).

Desde luego que es positivo el reconocimiento de la diversidad al que ha llegado el aparato cultural mexicano y gran parte de la sociedad. Lo que llama la atención es la vinculación diversidad-patrimonio que se ha construido en los últimos años y que es compartida ampliamente en varios programas. ¿Cómo comprender esta identificación? Sintetizo esta visión como estetizante de la diversidad que es diferente a una perspectiva política y social que implica el conflicto. No pienso que estas visiones sean excluyentes, pero sí suponen énfasis y conclusiones diferentes. Es decir, se ha construido una entusiasta defensa de la diversidad arraigada en las diversas procedencias y prácticas artísticas y culturales de los grupos que componen la sociedad mexicana pero que deja de lado el permanente enfrentamiento de visiones y prácticas diversas y su reclamo a existir en el espacio social como consecuencia de un derecho a humano. La diversidad estetizante converge con la idea de un patrimonio común mexicano, a veces incluso universal; la otra manera de comprender la diversidad se monta en la denuncia de un proyecto trunco en el que muchos grupos sociales han visto rotos sus sueños de desarrollo autónomo. Tal vez ello explique las pocas referencias en todos los programas sectoriales de cultura al derecho a la autodeterminación política de los pueblos indígenas y sí, en cambio, al del mantenimiento de sus prácticas culturales y sus lenguas.

En cuanto al contenido de los diagnósticos de programas sectoriales de cultura, pueden observarse dos modelos diferentes. Uno es el que se sostiene en una visión general del sector cultural que va más allá de la institucionalidad cultural; otro es el que se basa en la situación del aparato cultural institucional. El caso más claro de esto último es el programa VFQ 2001-2006 que no tiene un capítulo de diagnóstico, sino que éste se distiende a lo largo de los diez campos, objetivos y líneas de acción definidas como punto de partida. Así tenemos que en ese programa “Investigación y conservación del patrimonio cultural” va pasando por cada uno de los organismos del Consejo encargados de este objetivo: Instituto Nacional de Antropología e Historia, Instituto Nacional de Bellas Artes, la Dirección General de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural y la Comisión Nacional para la Preservación del Patrimonio Cultural. Cada uno de estos apartados se sostiene en un diagnóstico general para derivar objetivos para cada uno de los entes institucionales.

La diferencia: el Programa Sectorial de Cultura 2020-2024 es el primero en su tipo, ya que hace seis años se elaboró el Programa Especial de Cultura y Arte, bajo el Conaculta. La creación de la Secretaría de Cultura en 2015, no estuvo exenta del rechazo por parte de los trabajadores. (Fotografía: desinformemonos.org).

El programa del siguiente sexenio -FCH 2007-2014- está diseñado de igual manera. Se fijan los objetivos o ejes y se definen los entes institucionales responsables. Posteriormente se trata cada uno de estos objetivos en los que se hacen diagnósticos específicos donde el aparato institucional es analizado con cierto cuidado.

Los programas construidos de manera inversa, es decir, a partir de la situación del campo cultural pueden ser el CSG 1990-1994 y el AMLO 2020-2024. El primero se construye, como señalé al principio de este escrito, a partir de los cambios de la cultura en México y en el mundo, lo que daba lugar a nuevas demandas en la educación artística, los intercambios culturales dentro y fuera de México o para la afirmación de “la identidad cultural de la Nación, ante la amenaza de la aceptación indiscriminada de valores espurios, puramente mercantiles y de formas mecánicas de ser y de estar” (II.4 Identidad, Soberanía e Intercambio Cultural). Ese programa se erige sobre la revolución en los modos de producir, conservar y distribuir la cultura, la mencionada pluralidad cultural de México y su perfil regional y al final se concluye en las tareas del estado y la sociedad. El Estado, dice el diagnóstico, ha de ser, sobre todo, un elemento catalizador, organizativo, que haga posible la manifestación libre, variada y rica de una sociedad plural” (II.8 El Papel del Estado y la Sociedad).

El vigente Programa Sectorial de Cultura tampoco se ha construido a partir del andamio institucional y sí en cambio desde observaciones generales sobre el sector cultural. Veamos: en el capítulo 4 “Análisis de la situación actual”, encontramos 13 apartados que tienen contenidos distintos[3] que dan lugar a lo que considero son tres tipos de definiciones: doctrinarias, programáticas y estratégicas. Más adelante señalaré algunas características de estos apartados.

Para terminar este apartado, señalo que el Programa Sectorial de Cultura EZPdeL 1995-2000 está próximo a la primera visión que he señalado pues, aunque en ese documento hay un apartado de diagnóstico general, analiza puntos muy próximos al quehacer público. Por ejemplo, trata del entramado normativo del aparato cultural de la descentralización o de las industrias culturales. Estos son los apartados del diagnóstico: “Marco Jurídico y fortalecimiento institucional”, “Educación y cultura”, “Descentralización y proyección nacional de la cultura”, “Disfrute de los bienes y servicios culturales”, “Industrias Culturales” y “Coparticipación y responsabilidad compartida”. El programa de EPN 2014-2018, por el contrario, está más próximo a una visión general del sector cultural. Pone énfasis en el aporte económico del sector cultural y es el único programa que en su diagnóstico trata con claridad del presupuesto que destina el Estado a este sector.

 

 

 


[1] Meny, Ives y Jean Claude Thoenig (1992) Las políticas Públicas [1989], Barcelona, Ariel, p. 137

[2] Este hecho ocurre con la reforma constitucional publicada en el DOF el 28 de enero de 1992 que estableció que “La Nación mexicana tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas” y con su ampliación en la reforma del artículo 2 publicada el 14 de agosto de 2001. Ver: González Galván Jorge Alberto (1994) “Reforma al artículo 4 constitucional: pluralidad cultural y derechos de los pueblos indígenas”,  Boletín Mexicano de Derecho Comparado 79: 105-111  y González Galván Jorge Alberto (2002) “La reforma constitucional en materia indígena” Revista Mexicana de Derecho Constitucional julio-diciembre 7: 253-259

[3] Los 13 apartados son los siguientes: La cultura, un derecho humano; Cultura para la paz y la convivencia; Cultura incluyente; Redistribución de la riqueza cultural; De la cultura del poder al poder de la cultura; Mirar de frente al mundo, la cultura mexicana en el contexto internacional; Agenda digital de cultura; Vida creativa; Estímulos a la creación; Economía y cultura; Infancias y juventudes; Patrimonios culturales y Derechos de autor y derechos colectivos.

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