Mi hermano Alfonso Hernández Hernández nació hace 75 años en la Ciudad de México. Fue el hijo primogénito de ocho hijos e hijas entre Alfonso Hernández Contreras y Marina Hernández Tostado. Sus primeros años de vida transcurrieron en la vecindad de dos salidas de Florida 54 y Aztecas 49, en el famoso barrio bravo de Tepito, siempre cercano a sus abuelos y tíos.
Un vecindario integrado por cerca de cuarenta familias de oficios diversos entre zapateros, churreros, lecheros, actores de películas de vaqueros, carpinteros, restauradores de imágenes religiosas, electricistas, policías, profesores y un singular personaje quien trabajaba como bolero, pero los fines de semana se convertía en un director de orquesta. Todas estas personas eran algunas de las figuras con las que mi hermano creció. También, había muchos niños y niñas y un gran patio en donde tender ropa y jugar. A una calle de esa vecindad quedaba un mercado público, una iglesia y una cancha deportiva, así como una pulquería y una cantina. El sentido de comunidad era fuerte y la identidad de los jóvenes se mostraba a través del trabajo, el deporte, el baile y el albur. Pocos jóvenes tepiteños podían cursar una carrera o entrar a una universidad, pero siempre buscaban un proyecto para mejorar su vida.
Alfonso cursó sus estudios en escuelas públicas de la zona, para después graduarse de la Escuela Técnica Superior Luis Enrique Erro del Instituto Politécnico Nacional (IPN). Desde ese entonces, fue conocido como un joven talentoso, trabajador y buen estudiante. Trabajó como técnico y jefe de área en la empresa Siemens, pero sus intereses personales y vocaciones lo llevarían a un nuevo destino.
“Por eso acatamos lo que dijo el señor Cuauhtémoc:
Seguir defendiendo este solar nativo y su pedazo de cielo”. (2007)
Estas palabras de Alfonso en alusión al momento en el que Cuauhtémoc se rinde ante Hernán Cortés, y cuyo episodio él afirmaba había ocurrido en Tepito, dan cuenta de su interés por conocer la historia del barrio bravo, por lo que desde los años setenta comenzó a documentar de manera sistemática la historia del barrio a través de diferentes fuentes y relatos. La cercanía de Tepito con Tlatelolco, ciudad gemela de la Gran Tenochtitlan, marcó mucho la vida de ambos sitios y de su pasado lejano; para demostrarlo, Alfonso se encargó de documentar y compartir a través de crónicas, capítulos de libros y entrevistas, cómo Tepito había sido establecido como un barrio marginal desde antes del periodo de la Conquista.
La historia de Tepito corrió en paralelo a la de la Ciudad de México, y esa fue de las misiones que Alfonso se encargaría de relatar. Con el paso de los años, los mitos sobre el barrio crecieron, y con ello, también los prejuicios hacia sus habitantes y leyendas negras que él constantemente desmitificó.
“Tepito existe porque resiste con sus propias formas de trabajo y de vida,
y porque de lo ordinario hace algo extraordinario”. (2019)
Desde la década de los años setentas, y en medio de grandes cambios provocados por los efectos del sismo del año de 1985 con la transformación de las vecindades y de la vida barrial, Alfonso, junto con un colectivo mexicano de artistas, escritores y promotores culturales, emprenderían una gran cruzada con la creación de un movimiento de arte y cultura popular, Tepito Arte Acá. Pintores, muralistas, escritores y personas de diferentes oficios formarían parte de este movimiento barrial. También fue creado el periódico El Ñero, para fortalecer la comunicación entre los habitantes del Tepito.
Otra de las iniciativas de Alfonso fue crear el Centro de Estudios Tepiteños, del cual fue director de 1984 a 2008. También, desde 2012 ocupó el cargo de Subdirector de Patrimonio Cultural en la Delegación Cuauhtémoc, desde donde impulsó iniciativas culturales. Cualquier persona interesada en conocer Tepito, fuesen estudiantes, profesores, cineastas o escritores, siempre recibieron de Alfonso su disposición para acompañarlos en lo que inicialmente nombró como Safaris, y después como Tepitour; con plato de migas, tacos de tripa y tepache incluidos, él atendió y acompañó a visitantes nacionales y extranjeros.
Estos recorridos obligaban a una visita a los vendedores de música popular, los tacos Ramiro, los platos de migas y un cruce de albures con Lourdes, La Reyna del albur, quien se dedicaba a la venta ambulante de pantaletas y calcetines, y también despachaba albures a visitantes y curiosos. De ahí que a Alfonso también se le hubiese ocurrido lanzar un Diplomado del albur fino, con clases prácticas y certificado en mano. Otra de sus iniciativas fue visibilizar a Las Gardenias de Tepito, un grupo de peluqueras transexuales que formaron un equipo de futbol y año con año celebran un partido amistoso contra hombres, el cual se ha vuelto una tradición en la cancha tepiteña del Maracaná. También ayudó a recupera la historia de un grupo de mujeres que enfrentaron el machismo y la violencia en el barrio, proyecto que concluyó con la producción del documental Las 7 Cabronas e Invisibles de Tepito, lanzado en 2008 con la dirección de Mireia Sallarès, documentalista de origen catalán.
“El ser tepiteño es difícil de definir, es una forma de vida,
un modo de ser, un estado de ánimo, un estado mental”. (2019)
En medio de sociólogos, antropólogos, filósofos y filólogos, él prefirió denominarse como hojalatero social, expresión que hacía referencia a uno de los oficios que ejercía. Desde esta formación autodidactica, fueron muchas las tesis de grado y posgrado que ayudó con su conocimiento profundo y cauteloso del barrio. También fueron muchos los intelectuales, periodistas nacionales y extranjeros, cineastas, documentalistas, así como aventureros y curiosos en general a quienes auxilió durante sus visitas.
Otra de los temas que Alfonso logró capturar fue en cuanto a las transformaciones de la vida religiosa de los tepiteños, desde su fuerte sentido guadalupano pasando por su adhesión a la Santería y el culto a la Santa Muerte, así como la influencia que esto tendría en habitantes de otros barrios y colonias populares de la Ciudad de México y alrededores. Para hablar de estas preferencias religiosas de los tepiteños, él solía decir que “La virgen de Guadalupe te hace el milagro, pero la Santa Muerte te hace el paro”. (2013).
Alfonso era un estudioso del tema de la muerte y sus símbolos populares en México, conocía la obra del impresor José Guadalupe Posadas y también de su vida en un predio a tres calles de la vecindad donde él había vivido. También era cercano a Doña Queta Romero, impulsora de un famoso altar callejero a la Santa Muerte ubicado en la calle Alfarería.
Como cronista, Alfonso experimentó las diferentes etapas de transformación en el barrio, entre ellas el aumento exponencial del comercio ambulante, donde la venta callejera dio vida a la actividad económica y comercial, llevando a Tepito a ser conocido como uno de los mercados informales más grandes de América Latina.
“El barrio defiende su propia forma de trabajo y vida, pues el comercio callejero se ha convertido, después del sismo del 85, en la principal bujía económica de Tepito”. (2021)
En las diferentes entrevistas que le hicieron para documentales y medios de comunicación, Alfonso relataba cómo a la hora de los negocios, el carácter del tepiteño era el de impresionar y vender, afirmando que “aquí vendemos todo menos la dignidad”. Algunas entrevistas recientes fueron realizadas por el periodista Humberto Díaz Navarrete de Milenio Diario, quien documentó la labor de Alfonso como cronista y promotor cultural.
Debido a su larga trayectoria, compromiso y conocimiento de Tepito, Alfonso recibió el título de cronista oficial del barrio. Tiempo después recibió el reconocimiento como Presidente de la Asociación de Cronistas de Barrios de la Ciudad de México. Como parte de su formación profesional, cursó la carrera de Administración Pública en el Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).
Tal y como lo demuestran sus diferentes aportes y méritos, Alfonso fue una extraordinaria persona, cronista y maestro de la cultura popular, quién a través de su fino humor y sus crónicas nos hizo reír y sentir orgullo por nuestras raíces tepiteñas, pero también nos enseñó a defendernos y no bajar la guardia por los distintos embates de la vida.
Estoy seguro que su huella seguirá presente a través de sus palabras y su voz, herramientas con las que Alfonso, como hojalatero de la vida, capturó a Tepito y con su mirada hizo de él un lugar emblemático y especial.
Referencias para mayores detalles
EFE (2013) “Miles de mexicanos dan gracias a la Santa Muerte por un año más de vida” en San Diego Union Tribune, 1 de noviembre de 2013.
González Gamio, Angeles (2007) “La Morelos”, en La Jornada, 21 de enero de 2007.
Ríos Navarrete, Humberto (2019) “Alfonso Hernández Hernández: Ya aprendí a trabajar bien, coger fuerte y enseñarle los güevos a la muerte”, en Milenio, 13 de agosto de 2019.
Portal Nuestro país (2021) “La vecindad más antigua de Tepito” en Nuestro País, portal de noticias. 24 de enero de 2021.
Ubanell, Rosana (2019) “Tepito, el barrio bravo donde un día se vive y al siguiente se muere” en La Vanguardia, 2 de marzo de 2019.
Alberto Hernández Hernández
Presidente y socio fundador de El Colegio de la Frontera Norte (El Colef). Doctor en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI Nivel III). Entre sus publicaciones se encuentran Puentes que unen y muros que separan. Fronterización, securitización y procesos de cambio en las fronteras de México y Brasil (2020), coordinador; Líneas, límites y colindancias. Mirada a las fronteras desde América Latina (2015), coordinador; el artículo “Tepito, capitalismo a la brava. La tenue frontera entre la legalidad y la ilegalidad” (2018) en revista Alteridades; así como el libro de autor Frontera Norte: Escenarios de la diversidad religiosa (Colef/Colmich, 2013). Correo electrónico: ahdez@colef.mx