Durante los meses de noviembre y diciembre de 2020, gracias al empeño de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, del Centro Cultural de España y la empresa The CIU, se llevó a cabo el Taller on line: vivir la pandemia para escribirla, coordinado por Eduardo Cruz Vázquez y Rafael Mendoza Hernández, editores de Paso libre del Grecu. Este medio asumió gustosamente el compromiso de publicar los textos de quienes participaron del taller. Iniciamos hoy las entregas, reiterando nuestra gratitud por esta magnífica oportunidad de ampliar el testimonial sobre estos tiempos difíciles.
HERMOSILLO. Los cambios en el mundo se presentan a cada instante pero, los cambios que el año 2020 trajo consigo detuvieron nuestra forma de vida. El coronavirus afectó todos los rincones sin hacer distinción entre personas e incluso, nuevos estudios afirman que ha mutado de forma radical y ahora algunos animales son portadores del virus. El panorama bien podría dar crédito a dos versos muy conocidos: “En España, de cada diez cabezas, una piensa y nueve embisten”. (Antonio Machado, 1912, libro de poemas Campos de Castilla).
La situación actual ha puesto en el limbo el futuro de la sociedad en temas de salud (anémica y anímica), economía y sin duda el educativo. Ha sido cuestión de semanas, convertidas en meses, para que la desvalorización de los maestros se derrumbara, creando controversias innumerables sobre el futuro de millones de escolares. Ha sido un reto encontrar la equidad entre los estudiantes, ya que cuando las clases se impartían de forma presencial, no todos contaban con las mismas oportunidades financieras, demográficas, culturales y sobre todo intelectuales. Hasta el momento no está claro quienes han sido más vulnerables ante la “nueva normalidad escolar” si los padres, alumnos o docentes; siendo estos últimos atacados mediante reducción de horas de servicio, licencias no remuneradas, hasta despedidos.
Como medida de prevención y cuidado para los niños y jóvenes de nuestro país, se ha implementado la modalidad de “aprende en casa”; esta no es una propuesta innovadora, ya que en países cercanos a China (sitio donde el virus se generó) lo tomaron como salvavidas ante la crisis educativa que era inminente. Mientras que en otros países consideran mayor posibilidad de apoyo por parte de los gobiernos, en el nuestro es un enorme desafío. A pesar de haber sido noticia las medidas implementadas en escuelas donde el nuevo virus atacaba con fuerza, ninguna familia se preparó para afrontar lo que sería el mayor cambio tecnológico en el ámbito pedagógico, resultando el acceso a internet y la conectividad de señal para transmitir la programación por televisión abierta, una contrariedad a la propuesta. La mayoría de las familias cuentan con una o ningún televisor en un hogar donde mínimo hay dos hijos con diferente grado académico y ni hablar de equipos de cómputo o tablets. Esta situación hasta el momento permanece sin solución.
El padre de familia hoy se da cuenta que la nueva normalidad no sólo ha traído consigo cambios de higiene, sino también de responsabilidades, ¿cuántos padres y madres han encontrado en la pandemia la vocación de docentes? Mientras que otros exigen la reapertura de las instituciones, quejándose de no tener donde dejar a sus hijos para ir a trabajar e incluso con el afán de deshacerse de ellos por las horas establecidas como era habitual, encontramos la interrogante ¿a qué creían que llevaban a sus hijos a la escuela antes de la pandemia?
Enseñar es un arte sin reconocer y, sólo aquella persona que ha estado frente a grupo puede constatar de los artificios a utilizar para lograr el resultado deseado en los estudiantes y así conseguir que el padre de familia esté contento con la calificación sin importarle los recursos que se necesitaron para llegar a ello.
La escuela es un espacio de enseñanza-aprendizaje, un lugar donde la interacción entre maestro-aprendiz atenúa comportamientos facilitando la enseñanza. La pandemia ha reflejado que el maestro tomaba múltiples roles en la vida del alumno, sin mencionar que para muchos la escuela no sólo significaba un lugar para aprender y convivir, sino que era además un refugio de los problemas que arrastraban en casa; esta situación puede ser la más crítica y latente en tiempos de contingencia, ya que el hogar (espacio donde deberían estar seguros y resguardados) se convierte en una zona de peligro para muchos de ellos.
Transferir la educación tradicional a la pantalla o querer replicarla ha provocado toda una algarabía, sin comprender que, quizá a partir de ahora la estructura educativa no será como antes, provocando una dura transición de adaptabilidad con respuestas creativas pero, garantizando un desarrollo notable en cada uno de los estudiantes. Hasta el momento, lo único comprobable es que no estamos preparados para afrontar un cambio tan severo como el que estamos viviendo a nivel mundial como figuras del medio formativo, olvidando que la educación debe ser siempre una prioridad.
Resulta curioso y alarmante cómo a pesar de las evoluciones seguimos estancados en materia de educación. Termino con una frase de Antonio Machado para reflexionar no sólo en tiempos de pandemia, sino a conciencia: “Nuestras horas son minutos/cuando esperamos saber,/y siglos cuando sabemos lo que se puede aprender”. (Antonio Machado, 1912, XXIV de Proverbios y cantares).
Citlalli Cajigas Bodegas
Sonora, México. Licenciada en Ciencias de la Educación. Sus textos han sido publicados en países como Costa Rica, Argentina y Estados Unidos. Ganadora del concurso de “Calaveritas literarias 2020”, por Amate Editorial.