XALAPA. Carolina Ponce de León señala que “Una de las preguntas hipotéticas planteadas por Marcel Duchamp, al incluir un urinario dentro de un museo, era ¿quién hace la obra? Antes de esto, la respuesta parecía obvia: el artista. Sin embargo, el gesto de Duchamp contradice y afirma: es el museo, es su acción validadora lo que le confiere a un objeto su estatus de obra de arte”.
Hoy el arte contemporáneo internacional plantea una respuesta distinta, ¿quién hace la obra? La afirmación parece obvia: es el mercado. Pero, convendría ir poco a poco para entender, para poder gestionar mejor una propuesta sobre la relación entre mercado y arte; esa siempre difícil convivencia entre la economía y el arte contemporáneo, ese “estira y afloja” de sentido y sensibilidad, de discurso y poder que es el arte.
Gilles Lipovetsky, en entrevista con Elena Pita, señala que “Lo que me parece revelador de esta época (…) que apunta a la desorientación general, porque el arte, en mi opinión, ha perdido su identidad sólida. Y el espectador se pregunta continuamente si es pura provocación, si es una broma o por el contrario, una genialidad. La primera premisa del arte aplicado es renunciar a la idea de que el arte se opone a lo comercial y a la celebridad. Y luego llega Warhol y proclama: ‘I’m a business artist’ [soy un artista comercial], y aquello supuso una ruptura, porque hasta entonces lo comercial era lo vulgar, pero a partir de entonces el arte comercial dejaba de diferenciarse del verdadero arte, desaparecía la contradicción entre arte y éxito comercial. Se convirtió en un artista celebridad y en su Factoría el arte se integró con la comunicación, la publicidad, el marketing. ¿Qué diferencia hoy una galería de arte de una tienda de moda?”.
Esta “desorientación general” de la que nos habla Lipovetsky es patente hoy en día con la incomodidad común cuando los públicos son enfrentados al arte contemporáneo. Igualmente son muchos los que experimentan una preocupación genuina frente a los cambios que parecen afectar el “sentido del arte”. El arte es a veces un lugar de reunión y otras de conflicto entre artistas, intermediarios, instituciones y públicos.
Pero lo que nos interesa aquí es la noción de que la legitimación actual del arte internacional y hegemónico, pasa por el éxito comercial. La competencia del mercado para validar el arte, que coincide con la glorificación del artista, de su misión “cuasi-profética” de transformar el campo artístico, y del intento sistemático del escándalo como instrumento de ventas, en el cual el público es a la vez botín y, al menos en apariencia, árbitro.
La invasión de estrategias tomadas en préstamo del mundo comercial (como la publicidad de alto impacto), en conexión con el mercado de las obras de arte internacional, es lo que ha permitido unir “lo artístico” y su universo con el mundo especulativo. ¿Es posible entonces que la desilusión del público, que experimenta una sensación de frustración o insuficiencia, genere a su vez un éxito comercial en algunas obras? De eso hablaremos después.
Manuel Velázquez
Nace el 26 de junio de 1968 en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Actualmente es el Portavoz y Director General de la Galería Flavia. Licenciado en Artes Plásticas por la Universidad Veracruzana, Maestro en Estudios de Arte por la Universidad Iberoamericana y Candidato a Maestro en Artes Visuales por la UNAM. Actualmente es Creador Artístico del Sistema Nacional de Creadores de Arte del FONCA emisión 2018-2021. Su obra suele ser de gran formato sobre madera. Le interesan las posibilidades escénicas de la escultura, buscando un encuentro más corporal con el espectador. Ha participado en diversas exposiciones individuales y colectivas. Entre otras tareas, fue fundador del Jardín de las Esculturas de Xalapa y Subdirector de Planeación, Seguimiento y Evaluación del Instituto Veracruzano de la Cultura. Es Catedrático de la Universidad Veracruzana y del Instituto Universitario para la Cultura y las Artes.