Cada Mundial, Eduardo Galeano, ese magnífico escritor uruguayo, colgaba un letrero en la puerta de su casa con la leyenda “Cerrado por futbol”. Así se titula incluso su obra postmortem, que reúne varios de los artículos y entrevistas que quedaron fuera de su libro El futbol a sol y sombra. Galeano sólo atendía llamadas telefónicas al medio tiempo o al final de cada partido para comentar las jugadas. Este verano, seguramente, hubiera repetido el ritual con los dos torneos que se llevan a cabo: la Euro Copa en Alemania y la Copa América en Estados Unidos.
¿Por qué el futbol tiene la capacidad de congelar media humanidad cada vez que se disputa un torneo de tal magnitud? Aunque pudiera tener antecedentes en algunas culturas como el juego de pelota en Mesoamérica o el calcio italiano, al cual era aficionado Leonardo Da Vinci y Maquiavelo jugador, realmente es una manifestación que data apenas de mediados del siglo XIX en Inglaterra, cuando un grupo de estudiantes y docentes de varias instancias se reunieron en Cambridge para establecer las reglas del juego y diferenciarlas de otros deportes como el Rugby, pues cada quien jugaba bajo sus propios criterios. Fue así que se “formalizó” el football, posteriormente castellanizado a futbol; es decir, el balón-pie.
Estados Unidos llegó tarde a la popularización de este deporte, sin embargo, ya se había apropiado del nombre. Es absurdo que llamen football a un deporte en el que los pies sólo participan en un par de jugadas. En cambio usan soccer, una contracción de Football Association (Futbol Asociación). El futbol ha logrado penetrar gracias a las migraciones europeas y latinoamericanas y ha crecido tanto que su incipiente liga, la MLS, ha logrado atraer al mejor jugador del mundo: Lionel Messi. En 2026 Estados Unidos albergará por segunda ocasión el Mundial, junto con México y Canadá, cuyo aperitivo es justo la Copa América.
La relevancia del futbol en el Continente es explicada profundamente por el argentino Pablo Alabarces en La historia mínima del futbol en América Latina, editada por El Colegio de México. ¿Por qué el futbol, siendo un “invento” inglés no tuvo impacto en su principal colonia? Sencillamente porque éste no existía en la época del Mayflower. En cambio, durante el siglo XIX, cuando Inglaterra monopolizó el comercio con Sudamérica, los marineros llegaban a los puertos de Argentina, Uruguay y Brasil a sembrar su semilla. No es casual que dichos países, y particularmente la zona del Río de la Plata (Montevideo y Buenos Aires), donde el comercio inglés fue muy intenso, han sido potencias futboleras.
En cambio en el Caribe, Centroamérica y en la parte norte de América del Sur, donde Estados Unidos instaló sus trasnacionales como la United Fruit Company, la misma del “Macondo” de Gabriel García Márquez, los trabajadores llegaban con sus familias y sus costumbres; el bat y la manopla. Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, Panamá y Venezuela han sido semilleros de estrellas de las “Grandes Ligas”, justo por la presencia estadounidense. El caso de México es peculiar, puesto que ambos deportes se arraigaron en el colectivo nacional; el beisbol por la vecindad con Estados Unidos y el futbol por la llegada de los ingleses a Veracruz y a Hidalgo, donde se albergaron para la minería.
En América, pues, el futbol nació en los puertos, porque lo jugaban los marineros; primero entre ellos y luego retando a los porteños. Fue la manera, afirma Alabarces, que este deporte se “criollizó”. La adopción del futbol se dio inicialmente entre las élites locales que dominaban el comercio con los ingleses, pero pronto se dieron tres fenómenos que permitieron su masificación. Primero, la política de “higiene” promovida por los gobiernos en las escuelas, mediante la cual el deporte coadyuvaría a la formación de ciudadanos sanos. Segundo, la postura de la Iglesia Católica, de considerar la actividad física como una manera de evitar el pecado. Y, por último, su adopción por parte de la industria, pues a través de su práctica se promovía la lealtad a la fábricas y, asimismo, alejar a los obreros de vicios como el alcoholismo y, consecuentemente, volverlos más productivos.
Lo cierto es que el futbol se expandió pronto por casi todo el Continente y, a finales del siglo XIX, ya existían clubes y ligas. A inicios del siglo pasado nació la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), a la cual se le encargó la organización de esta disciplina en las Olimipadas de París en 1924 y Amsterdam en 1928; en ambas ocasiones el campeón fue Uruguay. En el año 1930 la FIFA decidió realizar un torneo independiente a los Juegos Olímpicos, el Mundial, cuya sede sería Uruguay que resultó campeón, título que ganó nuevamente en 1950, cuando derrotó al anfitrión y favorito Brasil, en el famoso “Maracanazo”, derrota de la cual ese país aún no se repone.
Eduardo Galeano escribe sobre la historia del futbol pero desde la épica. Lo consideraba una metáfora de la vida; por eso lo amaba. En Cerrado por futbol, comenta que el capitán e ídolo de la selección uruguaya, Obdulio Varela, un mulato que trabajaba de albañil, la noche aciaga del “Maracanazo”, salió a los bares de Río de Janeiro, pero lejos de alegrarse por su triunfo, se sintió culpable de la tristeza que veía a su alrededor por haberle arrebatado sus sueños a un país en aquel partido que le resultó trágico.
Uruguay fue campeón en la primera Copa América en Argentina en 1916, el torneo más antiguo; no obstante la “garra charrúa” perdió la hegemonía que mantuvo hasta Maracaná, hecho que Galeano lamentaba. A cien años de haber ganado lo que se considera el primer Mundial, las Olimpiadas de París, hoy Uruguay juega “lindo, lindo”, como decía Galeano. Veamos si consiguen romper la maldición y logran emocionar desde su tumba, al más fiel de sus hinchas.
Andrés Webster Henestrosa
Andrés Webster Henestrosa es Licenciado en Derecho por la UNAM con maestrías en Políticas Públicas y en Administración de Instituciones Culturales por Carnegie Mellon University. Es candidato a doctor en Estudios Humanísticos por el ITESM–CCM, donde también ha sido docente de las materias Sociedad y Desarrollo en México y El Patrimonio cultural y sus instituciones. Fue analista en la División de Estudios Económicos y Sociales de Banamex. Trabajó en Fundación Azteca y fue Secretario de Cultura de Oaxaca. Como Agregado Cultural del Consulado General de México en Los Ángeles creó y dirigió el Centro Cultural y Cinematográfico México.