Ideas para la elaboración del Programa Nacional de Cultura

Ritos sexenales, los foros de consulta. (Imagen tomada de gob.mx).

 

Se ha hecho una convocatoria para presentar ideas sobre el Programa Nacional de Cultura. Para ello se ha convocado a la realización de diez mesas sobre otros tantos temas que se llevarán a cabo en una semana (del 7 al 14 según la convocatoria Reuniones de consulta hacia el Programa Sectorial de Cultura). Se cumple con esto con un requisito planteado por el artículo 20 de la Ley de Planeación que dispone la participación y consulta de la sociedad (el artículo habla con más especificidad de la consulta a las comunidades indígenas).

Debo decir que la convocatoria suena prematura puesto que los planes sectoriales deben elaborarse de acuerdo con las líneas programáticas del Plan Nacional de Desarrollo (PND) que deberá presentarse a fines de febrero a más tardar. Dos meses más tarde, tras su aprobación por la Cámara de Diputados, se tendrá la versión definitiva. Luego se deberán elaborar los programas sectoriales cuya condición es su congruencia con el PND.

Por experiencias anteriores tengo la opinión de que en las reuniones de consulta no hay espacio para la discusión o para la mínima toma de acuerdos. Son reuniones en las que se presentan ideas que pueden ser muy interesantes y acertadas, pero también cabe que sean alejadas de la situación que vive el sector cultural o que sean contrapuestas con otras que se hayan propuesto. La convocatoria anuncia que habrá relatorías de cada mesa, pero ello, en realidad, no supone que éstas sean resultado de un debate que permita ordenar o jerarquizar las propuestas, por lo que al final puede suceder que los encargados de hacer el plan tomarán libremente algunos de los planteamientos presentados sin que medie una justificación de lo que se acepta o se rechaza.

El general, la calidad de nuestra planeación, en todos los terrenos, me parece deficiente. Tanto más que el sexenio anterior significó un retroceso en esta materia como lo muestran las propias declaraciones de presidente López Obrador sobre la propuesta de Plan Nacional de Desarrollo elaborado por el entonces secretario de Hacienda Carlos Urzúa. Como confesó el titular del Poder Ejecutivo, al parecerle semejante a los de los gobiernos anteriores, decidió elaborar uno a su satisfacción “con base en todos los documentos y libros que él había escrito desde que era candidato” (Milenio 16-05-2022). Puede ser que el plan de Urzúa haya sido equivocado, pero también es necesario distinguir entre objetivos políticos partidarios -que pueden ser ciertamente legítimos, aunque generales- de lo que es un plan de gobierno que se propone metas precisas a alcanzar a través de un uso racional de recursos.

El Programa Sectorial de Cultura 2020-2024, apareció 19 meses después de iniciado el gobierno de AMLO. (Imagen tomada de gob.mx).

 

Es por esto que me atrevo a proponer algunas ideas que pudieran servir para cambiar la dinámica tradicional que se ha empleado para la elaboración del programa nacional de cultura y que consiste en tres grandes líneas:

La primera es el punto de partida, que supone evaluación y diagnóstico. No acostumbramos a hacer evaluaciones y por ello puede resultar difícil hacerlo en esta ocasión. Sin embargo, debe iniciarse una práctica saludable en el ejercicio público en el campo de la cultura. ¿Cómo se evalúa el Programa Cultura Comunitaria o el Nacional de Lectura? ¿Qué evaluación se hacer del proyecto Chapultepec? ¿Qué se puede decir de los diversos programas de fomento desde el PACMyC hasta la instancia que sustituyó el FONCA? Desde luego no se trata de números o presupuestos -o no sólo de eso-, sino de su utilidad y valoración social. En este punto son los funcionarios los que deben hablar. Esto sirve para mencionar que la evaluación debe dar lugar a un diagnóstico, punto básico de la planeación, tanto del PND como de los programas sectoriales (artículos 21 ter y 26 bis). Está por demás decir que en este terreno no son los ciudadanos, las comunidades o las asociaciones civiles las que tienen que proponerlo, sino los funcionarios de gobierno y, a partir de sus informes, los especialistas y los interesados en la cultura o en algunos de sus campos, hacer las críticas y elaborar las propuestas.

Un segundo punto es propiamente la consulta. En este terreno las experiencias que al menos yo conozco, no han conducido más que a una primera parte lo que debiera ser este proceso. Recolectar ideas -algunas interesantes y otras interesadas-, no es más que una parte inicial de la participación. En general, las ideas que se presentan en las convocatorias para la elaboración del programa son parciales y a veces demasiado específicas, lo que es natural porque son pocas las personas que tiene una visión de conjunto de sector cultural. Lo que sería necesario e innovador sería la discusión de las propuestas, su organización y su “devolución” a los ciudadanos y colectivos o asociaciones, a fin de generar una visión de conjunto de la planeación de un campo cultural. ¿Qué se puede proponer en cuanto al patrimonio o la educación artística que pueda ser seleccionado, ordenado y jerarquizado por las personas  interesadas y que sirva verdaderamente para orientar el trabajo cultural? Y como en estos terrenos se trata de pensar en todo el proceso. Así pues, en resumen, desde mi punto de vista, la consulta que ahora se inicia no puede ser definitiva, sino debe dar lugar a un proceso de discusión más preciso y específico, en el que los diversos interesados contribuyan a ordenar y priorizar objetivos.

La última parte de este proceso es técnica. Los objetivos tienen que expresarse en metas, instrumentos y criterios de evaluación. Sin ellos todo el proceso de planeación es poco útil y puede hasta resultar falaz y engañoso.

Se puede concluir de lo que digo que la clave de la elaboración del Programa Nacional de Cultura está en el proceso que se quiere desatar. En cultura la planeación es movilización, con todo lo molesta y difícil que ésta pueda ser. Planear en materia de patrimonio, de lectura o de empresas culturales es abrir un terreno en el que con criterio democrático se proponga un diagnóstico real por parte de quienes son responsables oficiales de cada sector, se soliciten propuestas a los ciudadanos y se elaboren técnicamente metas precisas para construir un proyecto cultural sólido y viable.

El segundo piso de la 4T, va por su segundo Programa Sectorial de Cultura. De Alejandra Frausto a Claudia Curiel. (Imagen tomada de eleconomista.com.mx).

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