Según el Inegi, la aportación de la cultura al PIB en 2017 fue del 3.2 por ciento, mientras que el economista Ernesto Piedras calcula que ascendió al 7.4 por ciento. En la imagen, Chichén Itzá, la zona arqueológica más visitada de Yucatán, con 2.7 millones de personas en 2018. (Foto: Mary Watson en Unsplash).
La cultura no contamina
El 19 de julio pasado, se publicó en El Financiero el artículo Ojalá que no, señor presidente, escrito por Jonathan Ruiz Torre en relación con una declaración de Andrés Manuel López Obrador: “Sí queremos el crecimiento, pero sin destruir el medio ambiente”, haciendo alusión a que crecer por crecer lo afectaría. En la nota, el columnista le hace ver al primer mandatario que sí puede haber un desarrollo estimado en más del 6 por ciento sin contaminar y cita a muchas empresas en diversos sectores que en los últimos meses han tenido un progreso superior debido a sus buenos manejos y que además han contribuido a reducir el impacto ambiental.
El texto abre un espacio para la reflexión: ¿Cuántos economistas, ciudadanos, legisladores e incluso creativos conocen los alcances de la economía generada desde la cultura? Seguramente muy pocos. Por ello el trabajo realizado por el Grecu a través de diez años ha sido vital, ya que a partir de diversas acciones se ha logrado resaltar la importancia de la economía en el sector cultural aunque falta mucho por hacer.
En 2004 el economista Ernesto Piedras realizó un amplio estudio sobre la generación de ingresos de las industrias creativas cuyo resultado fue publicado en el libro ¿Cuánto vale la cultura?. Hoy en día, el Instituto Nacional de estadística y Geografía (INEGI) hace una medición sobre la aportación del sector cultural al Producto Interno Bruto (PIB) nacional: 3.2 por ciento en 2017, con un monto equivalente a 661 mil 505 millones de pesos y la generación de un millón 384 mil empleos. Piedras va más allá: su cálculo en el mismo periodo asciende a 7.4 por ciento ya que toma en cuenta la “economía sombra”, que incluye el comercio informal e ilegal.
Sin embargo, el valor de la cultura es aun mayor. La UNESCO define a las industrias culturales y creativas como aquellas que “tienen su origen en la creatividad individual, la destreza y el talento y que tienen potencial de producir riqueza y empleo a través de la generación y explotación de la propiedad intelectual”.
Entre otras características podemos resaltar: la interacción entre economía, cultura y derecho, con una doble naturaleza: “económica (generación de riqueza y empleo) y cultural (generación de valores, sentido e identidades), y de innovación y recreación”. Es decir, los productos artísticos y culturales tienen además del valor monetario un valor agregado: estético, social, simbólico y creativo que proporcionan bienestar social y aprendizaje.
En el mismo sentido la ONU, a través de la Agenda 21 para el desarrollo (en la Cumbre de 2010 llevada a cabo en la Ciudad de México) propuso incluir a la cultura como el cuarto pilar de desarrollo sostenible, siendo los otros tres el crecimiento económico, la equidad social y la conservación del medio ambiente, debido a que la cultura es una dimensión imprescindible para lograr el bienestar del ser humano.
En el acuerdo, el organismo internacional recomienda a los gobiernos reconocer e instaurar en sus políticas públicas la dimensión cultural ya que la falta de ello “dificulta la posibilidad de conseguir un desarrollo sostenible, la paz y el bienestar”.
Pese a todas estas cualidades, algo estamos haciendo mal en México cuando no hemos logrado que el tema cultural sea un eje rector en las propuestas de las campañas políticas ni en los programas de desarrollo de gobierno de cualquier nivel. Cuando un gran sector de la población aún se considera ajeno a la “cultura”, en tanto ella se configura por todo lo que hacemos, comemos, creemos y pensamos. Cuando muchas personas todavía conciben el romanticismo al decir: “lo hace por amor al arte”. Cuando sigue habiendo mexicanos sin acceso a los bienes culturales. Cuando quienes reparten los recursos del Estado escatiman los destinados al sector cultura viéndolo como un gasto y no como una inversión.
Un paso adelante
Como parte de las actividades del décimo aniversario del Grecu, los días 23 y 24 de julio se llevaron a cabo las Jornadas de diálogo: Programa Sectorial de Cultura. Planeación y presupuesto para el desarrollo. En cuatro foros participaron veinte especialistas para aportar ideas sobre el programa en la materia y con una preocupación general centrada en los recursos destinados a cultura.
Las jornadas cerraron con el tema “El sector cultural: economía, empresas e industrias” en el que participaron los economistas Ernesto Piedras, Alejandro Rosas y Marissa Reyes, el comunicador Alejandro Ordorica y la periodista cultural Elvira García.
De las ideas planteadas podemos resaltar:
- Es importante terminar con la situación precaria en el sector y satisfacer sus necesidades de seguridad social.
- Es indispensable reconocer el derecho de autor.
- La economía cultural abarca tanto el análisis económico de la cultura como sus enfoques antropológico y sociológico.
- Urge incrementar la participación social y exigir la participación del gobierno con una visión integral e interinstitucional.
- Colocar en el centro de interés el tema económico no significa que el Estado incumpla con sus obligaciones hacia la cultura. Se debe diferenciar entre la cultura con viabilidad económica de aquella identitaria que requiere apoyos.
- Es tiempo de pasar de la retórica a la acción y de crear nuevos argumentos en torno de la economía cultural.
En ese marco, Piedras resumió: “La empresas que más valen en el mundo… y los países que más están creciendo y son los más desarrollados, viven de la creatividad. ¿Por qué seguir empeñados en el petróleo que es un recurso no renovable y la creatividad es renovable?”.
Concluimos la presente columna: la cultura genera crecimiento social, económico e intelectual, no contamina, tiene un valor agregado y es renovable. ¿Qué más nos hace falta? Conectarla con otros sectores y lograr que sea un tema importante para todos. Es tiempo de tener acciones distintas para lograr resultados diferentes. Esperamos ver un plan sectorial balanceado, con un diagnóstico claro y preciso, y con metas y líneas de acción bien definidas.
Colofón
Han pasado quince años de la publicación del libro ¿Cuánto vale la cultura? y su autor, Ernesto Piedras, adelantó que este 2019 habrá una actualización sobre el tema. Estaremos atentos a su publicación.
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Hasta la próxima entrega de El vuelo del ticús.
7 de agosto de 2019.
Marcela Flores Ruvalcaba
Bailarina, gestora cultural, docente con especialidad en danza contemporánea; empresaria y productora cultural. Miembro del Seminario de Cultura Mexicana Corresponsalía Colima, donde forma parte de la mesa directiva. Maestra en Promoción y Desarrollo Cultural, licenciada en Artes Escénicas y egresada de la Escuela Nacional de Danza Contemporánea del INBAL. Fue docente del Instituto Universitario de Bellas Artes de la Universidad de Colima y de varios grupos de danza y teatro de Colima y la CDMX. Productora de obras de teatro, danza y música. Colabora como dictaminadora de artículos para la revista Estudios sobre las Culturas Contemporáneas de la Universidad de Colima.