Logípolis; Sociedad de la desolación: un mundo de tristezas

Ilustración del Infierno, del francés Gustave Doré (1832-1883), que forma parte de La Divina comedia, de Dante Alighieri (Italia, 1265-1321).

Para Rogelio Cuéllar, por sus setentas

 

ENSENADA. La tristeza de nuestros días, que se acumula no sólo a las puertas cerradas de los hospitales, sino en calles y casas también, puede decirse que es uno de los rasgos más característicos de nuestra organización social capitalista, es cierto, la que nace, un poco después de la Edad Media, caracterizada precisamente por enfermedad y su cauda de tristeza, que desde entonces arrastra y que por ejemplo a Dante, en Florencia, lo lleva a escribir su famosa aún Divina Comedia, un verdadero himno a la tristeza y a la desesperanza, y que quizá, si Dante hubiera vivido en la época contemporánea, ante tanta desolación quién sabe que canto al dolor y la desesperación hubiera pergeñado.

Por eso, en este mundo de tristezas en que vivimos, uno no sabe en dónde se encuentran la alegría y la felicidad, y si ellas existen, si son entidades concretas y sensibles o si son inventos de nuestra fantasía desbordada, pues lo que en un momento se nos presenta como tales, no tarda, en el siguiente, en mostrar su verdadero rostro repudiable, como sucede a veces (aunque no siempre, es cierto) en las relaciones con la otra o lo que es hoy más común: las adicciones, que comienzan, siempre, mostrando una cara llena de sonrisas, pero que, después de un tiempo, muestran su rostro verdadero: terrorífico y voraz, sea el juego, las drogas o el alcohol. Ninguna adicción tiene un verdadero rostro amable y condescendiente; todas, en verdad, no perdonan y cobran altos intereses a quienes llegan a caer en sus garras. De ellas, pues, no hay ninguna que se salve: todas son igualmente destructivas y salvajes, ya que su satisfacción plena, de ellas, no se alcanza hasta que ven destruido al ser humano que cae en sus garras.

Para nosotros, hoy, lo más común de esas adicciones son las drogas, por los daños que vemos que causan a seres cercanos a nosotros, muchos de los cuales o terminan consumidos por la ingesta o terminan fallecidos por un ajuste de cuentas, aquí, en la puerta de nuestra misma cuadra. Pero las adicciones no se quedan allí. Hay quienes hoy están consumidos por su adicción al juego (los casinos) o al alcohol (un muy poco honorable primer lugar en el consumo de cerveza) o las sodas, o a los alimentos altamente condimentados o al sexo o a lo que sea, como si lo importante fuera ser adictos, que ya luego vendrán las otras cosas, lo demás.

Esa vida cargada de adicciones, arrastra con ella al cúmulo de tristezas que caracterizan al capitalismo, el que, por esencia, pareciera estar negado a la felicidad, pues una de sus raíces primordiales es una adicción más (triste y dolorosa como todas; habría que preguntárselo a Bill Gates si no, por ejemplo) al dinero, pues ella, como cualquier otra adicción no es, en realidad, sino un cúmulo de tristezas.

No, no es que la felicidad no exista. Es sólo que ella debe ser inmune a cualquier tipo de adicción.

 

*Sólo estructurador de historias cotidianas

 

Profesor jubilado de la UPN/Ensenada

 

gomeboka@yahoo.com.mx

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