El jueves 4 de febrero, la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM dio a conocer la Encuesta Nacional sobre hábitos y consumo cultural.
Su elaboración respondió a la necesidad de contar con un santo y seña de los cambios generados por la pandemia en parte del aciago 2020. Al llamado a responder el cuestionario a través de la red, acudieron 8780 personas.
La emisión del Consultorio cultural de Paso libre y el GRECU del miércoles 10, abordó diversos aspectos de la misma, estableciendo algunos referentes con experiencias anteriores en ese campo de indagación. Si bien les invitamos a escuchar el podcast, en esta entrega del paredón repasaré algunas aristas.
Tras estudios fundacionales de Néstor García Canclini y Jorge A. González en este campo (1993), en tiempos de Sari Bermúdez, en 2004, el Conaculta publicó la primera Encuesta Nacional de prácticas y consumo culturales (archivo zip). Se aplicaron 4 mil 050 cuestionarios en 27 entidades, más el Distrito Federal.
En ese entonces, por ejemplo:
95.5% veía televisión.
80.1% dijo haber asistido al cine.
64.4% a museos.
39.6% al teatro.
52.5% a eventos musicales.
30.3% usa computadora y de ese porcentaje 81.3% con internet.
No se obtuvieron resultados sobre danza.
Luego, en 2010, en los años de Consuelo Sáizar al frente del Conaculta se publicó la Encuesta Nacional de hábitos, prácticas y consumo culturales.
Lejos de su predecesora, tanto en diseño, como en alcances, no permitió comparabilidad. Los resultados se mostraron tanto en porcentajes nacionales, como por entidad federativa.
Se aplicó un cuestionario a través de 32 mil entrevistas, con un criterio basado en la estructura electoral.
En ese momento, por ejemplo:
75% fue al cine.
66% no ha visto danza.
54% no ha visto música en vivo.
67% no ha ido al teatro.
55% ha ido museos.
90% ve televisión.
66% usa internet en su computadora.
En la información sociodemográfica la muestra alcanza un 46% en el rango de edades de 13 a 30 años, los ingresos que van de 1500 pesos hasta 6 mil, se concentran el 64% de los entrevistados y apenas el 14% gana entre 6 mil y 12 mil pesos.
Luego, en el periodo de 2007 a 2010 se aplican encuestas nacionales a públicos y visitantes a teatros, museos, bibliotecas y una en la Feria Infantil y Juvenil.
Si bien se instrumentó con Consuelo Sáizar, fue en la tercera vuelta de Rafael Tovar como presidente del Conaculta cuando se hace la primera entrega de la Cuenta Satélite de la Cultura. Ocurrió en 2014 con la serie 2008-2013. A la par, el INEGI entrega la primera Encuesta Nacional de consumo cultural.
De esta manera se coloca la piedra fundacional para la comparabilidad, que es central para conocer el desarrollo no solo del consumo cultural (hábitos, prácticas), sino del sector cultural.
La encuesta es por viviendas, 14 mil 420, con respuestas de personas de 6 años o más (en el caso de los menores, acompañados de adultos).
Se divide en gasto de los hogares, asistencia a sitios y eventos culturales, fiestas tradicionales y consumo en vía pública.
Los resultados plantean, por ejemplo, que:
6 de cada 10 han asistido al menos una vez a eventos y sitios culturales.
1 de cada 10 a cursos y talleres.
5 de cada 10 usan internet.
4 de cada 10 han adquirido productos culturales en la vía pública.
De ahí vino otra fecha importante, el 2016. El INEGI amplía sus coberturas a través del Módulo sobre eventos culturales seleccionados (MODECULT). Desde entonces se reporta los meses de mayo. Su información se recaba en un módulo anexo al cuestionario de la Encuesta Nacional sobre la Confianza del Consumidor (ENCO).
En el reporte más reciente, por ejemplo, se puede observar lo siguiente:
El INEGI tiene otras fuentes para el conocimiento del sector cultural. Su aprovechamiento demanda una labor que, hasta ahora, escapa a quienes por años lo venimos intentando.
Y si se recomienda centrarse en la amplitud de las herramientas del instituto es porque gozan de una metodología robusta y permiten la comparabilidad. Sin estos recursos, cualquier otro intento queda cojo, se anulan sus hallazgos fácilmente.
Eso le ocurre a la encuesta de la UNAM.
Al ser la pandemia un acontecimiento de insospechadas consecuencias, bien hizo la universidad nacional en esforzarse en contar con un mínimo diagnóstico en este campo de conocimiento del sector cultural.
Lamentablemente decidió soltar al mar un cuestionario, con los resultados fatales cuando se carece de la metodología adecuada. Si este año quisiera repetir la tarea, como quizá era deseable, de poco o nada le servirá el ejercicio de 2020.
Es evidente que han habido y vendrán muchos estudios sobre el sector cultural que no requieren de mayor aval que las ganas y el dinero para realizarlos.
Sin embargo, en tanto el INEGI incrementa sus fuentes directas y transversales, será mucho mejor trabajar a su lado, fortaleciendo así la colaboración a favor de la cultura de nuestro país.
Eduardo Cruz Vázquez
Eduardo Cruz Vázquez periodista, gestor cultural, ex diplomático cultural, formador de emprendedores culturales y ante todo arqueólogo del sector cultural. Estudió Comunicación en la UAM Xochimilco, cuenta con una diversidad de obras publicadas entre las que destacan, bajo su coordinación, Diplomacia y cooperación cultural de México. Una aproximación (UANL/Unicach, 2007), Los silencios de la democracia (Planeta, 2008), Sector cultural. Claves de acceso (Editarte/UANL, 2016), ¡Es la reforma cultural, Presidente! Propuestas para el sexenio 2018-2024 (Editarte, 2017), Antología de la gestión cultural. Episodios de vida (UANL, 2019) y Diplomacia cultural, la vida (UANL, 2020). En 2017 elaboró el estudio Retablo de empresas culturales. Un acercamiento a la realidad empresarial del sector cultural de México.