
Me detengo para subrayar lo dicho por Ejea durante su intervención en las jornadas, cuando se refirió al proyecto socialdemócrata del primer mandatario López. Tesis en la que abunda en su colaboración en este portal, al perfilar la noción de estado social-benefactor en el actuar gubernamental. Hago esto para compartir un artículo que nos sirve de medio de contraste entre nuestros pensamientos, a la vez que resulta útil para que cada quien explore sobre lo que hasta ahora proclama (o debería proclamar) el régimen de Morena.
Enfoque ibérico
En la edición de El País del jueves 15 de agosto, el catedrático español Carlos Sebastián llama a su artículo “Revitalizar el proyecto socialdemócrata”. Nos dice que una noción remozada de esta política “debe mantener como uno de sus objetivos redistribuir la renta y la riqueza (…) Consideraciones de justicia equitativa legitiman, pues, intervenir. Pero, además, la desigual distribución está muy afectada por el mal funcionamiento de los mercados (ineficazmente regulados y supervisados) de trabajo y de productos. Estos defectos empeoran también la eficiencia productiva y la innovación”.
Por ello, nos dice el académico español, el proyecto socialdemócrata se plantea influir en factores que promueven la generación de desigualdad. Al citar al politólogo Borja Barragué, añade que esto implica un planteamiento predistributivo que acompaña a las políticas distributivas. Terrenos como la educación, la sanidad y la regulación de mercados son parte de sus objetivos de acción. En este último ámbito, agrega Sebastián, se busca evitar abusos —“situaciones de poder de mercado”— sobre competidores, proveedores, clientes y empleados. “Ello supone revisar las regulaciones y potenciar los órganos supervisores”.
En otra parte de su extenso artículo, Sebastián indica que en el mercado de trabajo “es necesario redefinir los derechos laborales en un marco productivo configurado por las nuevas tecnologías, incluidos los que fomentan la agrupación para la defensa de los intereses de los empleados en la economía digital”. El catedrático también se ocupa de considerar “acciones que acompañen a los emprendedores mediante una política industrial (…); una política de investigación bien financiada” que incluya “esquemas de colaboración pública-privada”.
Para finalizar esta breve selección de planteamientos sobre el proyecto socialdemócrata según Carlos Sebastián, conviene saber que estima necesario un sistema fiscal, que además de ser progresivo, genere suficientes recursos. Esta postura no convive con la medida de bajar impuestos, por ejemplo. Va a favor de revisar deducibilidades, la cobertura del Impuesto al Valor Agregado (IVA), así como tasar las herencias, crear impuestos verdes, gravar componentes de la economía digital y de las transacciones financieras. Aunque pendiente de una mayor profundización, la socialdemocracia “parece ser una alternativa realista, más justa y socialmente integradora”.
A vuelo de pájaro
¿Puede uno estar en desacuerdo con el enfoque del académico español? Difícilmente. Sin duda, interpretamos que se trata de ir a la médula de aquello que hace a nuestras sociedades tan injustas. Tampoco será difícil coincidir con Tomás Ejea: hay en el diseño de gobierno morenista una clara tendencia socialdemócrata. De ahí lo ocurrido con el PND, cuya versión “neoliberal” fue cancelada (y fue uno de los motivos de la renuncia del secretario de Hacienda Carlos Urzúa). La redistribución de la renta y la riqueza puede concederse como eje central del PND publicado en el Diario Oficial de la Federación el 12 de julio, si bien no hay atisbo de que la intención general sea “predistributiva”.
Me temo que en el resto de las consideraciones que nos aporta Sebastián, el presidencialismo de López aún no se manifiesta a favor y más bien encontramos procederes opuestos. No hay visos de pugnar por mercados sanos, se va en contra de los órganos autónomos reguladores, no se establece una política de eficiencia productiva, mucho menos de innovación. Así como no se abordan los desafíos laborales de las nuevas tecnologías, no hay una política económica digital, los emprendedores fueron proscritos, es inexistente una política industrial, se niega la investigación bien financiada, se condiciona a ciertos campos la colaboración público-privada y, sobre todo, lejos estamos de una reforma fiscal. Lo anterior, de manera contradictoria, implica seguir los pasos de un inequitativo modelo fiscal y de diseño presupuestal neoliberal que les fue heredado.
¿Puede un proyecto socialdemócrata impactar la política cultural, a la totalidad del sector? Claro, la respuesta es sí. Lamentablemente, salvo una noción errática de la “redistribución de la riqueza cultural” y del presupuesto de la Secretaría de Cultura federal (que bien se extiende al ámbito gubernamental de la Ciudad de México), manifiesta en un programa “estelar” como el de Cultura Comunitaria (y los Pilares capitalinos), no hay señales que nos alienten en la dirección de esa “alternativa realista” para México.
23 de agosto de 2019.
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