Toma y tunda, Paz y Fuentes: “Atácalo, Helencitos”

Rosenda Monteros, Leonora Carrington, María Luisa Elío, Octavio Paz y Tara Parra, en una de las presentaciones del ciclo de escenificaciones Poesía en voz alta, 1956. (Imagen tomada de zonaoctaviopaz.com).

 

Quien se ocupe en estos días con la lectura de Estrella de dos puntas. Octavio Paz y Carlos Fuentes: crónica de una amistad, de Malva Flores (Ariel, 2020), encontrará variadas formas de comprender el escándalo entre el escénico escritor Jorge F. Hernández y ese siniestro personaje de la cancillería que es Enrique Márquez.

Hay algo “sistémico” en los encontronazos en ese cosmos que se persiste en llamar “la relación entre los intelectuales y el poder”. Quizá habría que definirlo como “enfermedad endémica” del sector cultural.

Si le espulgas, le encuentras, como bien me ocurrió hace una semana, cuando al leer la presentación del escritor Luis Guillermo Piazza al libro de Salvador Novo Las locas, el sexo, los burdeles (editorial Diana, marzo de 1979), encontré esta magnífica manera de puntualizar lo que advierto: “En México, en donde el intelectual es totémico, o circense, el pan y la lista son interminables, infinitos, exhaustivos”.

De no ser así no se hubieran plantado tantas pistas en el circo que, en muchos buenos y malos sentidos, levantaron los señores Carlos Fuentes y Octavio Paz. En mi deambular para esta entrega, al ir de las páginas 103 a 121, se ubican varios espectáculos en ese sentido.

Veamos lo siguiente. Érase que en una página de la Revista de la Universidad de México (julio de 1956) se pudo leer: “Salvador Novo dedica en Hoy (México 7/VII) tres adjetivos fundamentales al espectáculo llamado Poesía en Voz Alta: ‘novedoso, fresco, rico’”.

Dice la autora Malva Flores que fue “el proyecto de teatro experimental más novedoso del país en mucho tiempo, auspiciado por la UNAM y bautizado por (Juan José) Arreola”, en el Teatro El Caballito.

Tras el relato de algunos episodios se ese hallazgo creativo, “aunque el proyecto se había quedado sin presupuesto o apoyo, Paz, Soriano y otros más se empeñaron en conseguir dinero, y el 19 de julio de 1957 se presentó el Cuarto Programa que incluyó tres piezas de (Helena) Garro (…)”, en el Teatro Moderno.

Se registra sala llena, y según contó Rafael Solana, con “un público en el que dominaba notablemente el esnobismo literario, sin que faltaran algunas auténticas personalidades”.

Verdad que cualquier parecido con la realidad del segundo decenio del siglo XXI es pura cosa del ADN de la vida del sector cultural del país.

Tal y como es identificable en otro pasaje contenido en estas páginas de Estrella de dos puntas, donde nos enteramos que el citado librero Emilio Obregón se retira del negocio, vende la librería, da por terminada la Revista Mexicana de Literatura que financiaba, duda seguir con la colección de libros que animó con Paz y Fuentes y se lamenta que un título de Bioy Casares se imprimiera lleno de erratas. Para salvar la publicación de los libros, el poeta en misión diplomática desliza una posibilidad con el Fondo de Cultura Económica.

También a Paz le tomaría por asalto el “duende de la imprenta”: su libro Las peras del olmo, publicado por la UNAM, lo encontró “mal cortado, mal pegado y lleno de erratas”.

Como bien se ha señalado, una de las virtudes de la obra de Malva Flores son las revelaciones que contiene, fruto del acceso a la correspondencia inédita de los legendarios autores. Justamente una de las pistas de sus múltiples escenarios tiene que ver con la apreciación que sobre sus literaturas tienen.

Nos topamos entonces con una carta de Octavio Paz al editor argentino José Bianco, del 30 de marzo de 1959, que al decir de Flores es “una de las más dramáticas en la correspondencia de Paz”.

Le dice entre otras cosas: “Haces mal en despreciar a Carlos Fuentes: Su libro es un bestseller (va en la tercera edición) y parece que lo publicarán en Nueva York. Ahora escribe su segunda novela. Frente a esto ¿qué importan la confusión, los ecos, las repeticiones, los párrafos más recordados que escritos, más leídos que pensados y todo lo demás que se podría decir? A mí también me asombró su libro: le tenía estimación, lo quería, creía en él. ¿Cómo era posible que hubiera escrito eso? Pero eso -y esa fue mi segunda sorpresa- tuvo un gran éxito. Mis sentimientos frente a Fuentes son ambiguos -fue amigo mío, muy amigo; después de la novela, dejé de verlo; ahora nos hemos vuelto a ver. No puedo evitar quererlo; no puedo evitar que me irrite… y me defraude”.

Son esos años 50 del siglo XX de otra pista que se perfiló como el número del lanzador de cuchillos de la gran carpa: el tramado entre Paz, Elena Garro, su hija Helena y Fuentes. De ahí que en Estrella de dos puntas se cite el caso de una solicitud de Paz a su esposa Elena: “Atácalo, Helencitos, usa tu burla, tu ironía. Afila tus pensamientos y písale la sombra”.

Y lo que vendría.

 

Dos personajes para una historia contrastante: Salvador Novo (1904-1974) y Helena Paz Garro (1939-2014) en el tránsito de Octavio Paz y Carlos Fuentes. (Imágenes tomadas de zendalibros.com y quien.com).

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