Si se ve el mapa con detenimiento, sorprenden las similitudes geográficas entre los dos países. Pareciera que en ambos existiera una puerta que abre el paso en sus continentes. Incrustada en la cima del excelso mundo árabe, Turquía es el puente entre Europa y Asia. México, por su parte, al margen del Caribe, es el paso entre Norte y Sudamérica. Por su colindancia con la economía más grande del mundo es, asimismo, un imán para las inversiones manufactureras, mismas que se han visto mayormente beneficiadas por las tensiones que recientemente ha tenido Estados Unidos con China; a esta oportunidad coyuntural se le conoce como el nearshoring.
En cuanto a los indicadores macroeconómicos, Turquía y México también parecen mirarse en el espejo. Somos la decimoquinta economía mundial, mientras que aquel país que tiene la mitad del cuerpo en Asia y la otra mitad en Europa, representa la vigésima. Además, el PIB per cápita de ambos países es prácticamente el mismo, 8,538 dólares ellos y 8,326 nosotros.
De acuerdo con el Barómetro de Turismo Mundial de la Organización Mundial del Turismo (OMT), Turquía fue en 2023 el cuarto país más visitado del mundo, sólo precedido por Francia, España y Estados Unidos, mientras que México ocupó la sexta posición, antecedido por Italia que ocupó la quinta. En el año 2018, sin embargo, Turquía ocupaba el sexto lugar y México el séptimo; es decir, los turcos lograron subir dos posiciones en la lista mundial, desbancando a Italia y a China, mientras que nosotros sólo a China, que quedó fuera de los diez países más visitados del mundo.
Quizá una de las razones que ha favorecido el crecimiento del turismo en Turquía es que hace unos años apostó por construir “el aeropuerto más grande del mundo”, a sólo 35 kilómetros de Estambul, a la cual se puede llegar por autopista y por medio de un eficiente sistema de transporte público. El aeropuerto de Arnavutköy, nombre del distrito donde se ubica, fue inaugurado en octubre de 2018 con dos pistas en operación; en promedio recibe alrededor de 90 millones de pasajeros al año, aunque está proyectado para atender 200 millones en 2028 con el incremento de sus operaciones a través de seis pistas.
El aeropuerto internacional de Estambul es una oda a la arquitectura moderna. Se trata de un solo edificio con siete terminales y con más de 150 puertos de embarque. Su techo se alza a lo alto rematando en una serie de cúpulas traslúcidas que simulan la Basílica de Santa Sofía, cuna de la Iglesia Ortodoxa. Esta megaobra ha contribuído en aproximadamente 5% del PIB nacional y desde el inicio de su construcción y hasta el 2025 se estima que habrá generado cerca de 250,000 empleos. Asimismo, su operación y servicios adicionales generan aproximadamente 35,000 empleos anuales.
No se trata sólo del aeropuerto de la más importante ciudad de un país destinado principalmente a recibir turistas, en cambio, el aeropuerto de Estambul es lo que en inglés se conoce técnicamente como un hub; es decir, un nodo o centro logístico a partir del cual se desprenden una serie de operaciones que eficientizan la conectividad y los servicios. Todo ello se realiza con un puntual sistema de investigación de operaciones que permite la optimización de los recursos disponibles. Los hubs, por ejemplo, concentran vuelos intercontinentales y a partir de ahí se distribuyen múltiples vuelos con destinos más cercanos y sólo así se logran disminuir costos y operaciones. Lo mismo pasa con los vuelos de carga, en los hubs se concentran los productos que viajan desde distancias remotas para luego ser distribuidos a los destinos cercanos.
Ejemplos de hubs hay varios en el mundo, como Dallas, Houston, Denver, Atlanta y Chicago en Estados Unidos; París, Londres, Amsterdam y Frankfurt en Europa; Tokio, Kuala Lumpur, Manila y Dubai en Asia. Turquía, pues, se incorporó a esos proyectos de inversión estratégica para aprovechar la exportación de sus manufacturas, el turismo, pero, sobre todo, su encomiable posición geográfica. No todos los pasajeros que pasan por el aeropuerto necesariamente tienen como destino el país, pero en la espera para sus conexiones a otros destinos, dejan una derrama con el pago del impuesto aereo y el consumo de los múltiples servicios a los que pueden tener acceso.
No existe un hub de tal magnitud en Latinoamérica. México tiene una ubicación estratégica y ventajas competitivas para posicionar el hub que este inmenso mercado requiere. El país puede atraer vuelos de Asia y Europa para conexiones de pasajeros a Estados Unidos y a Centro y Sudamérica; lo mismo pasa con las cargas aéreas. Asimismo, como potencia turística, un hub representa la oportunidad para que los visitantes puedan lograr conexiones a los atractivos destinos de playa o a las emblemáticas ciudades coloniales. El costo de oportunidad en el que estamos incurriendo es sumamente alto. Si bien el malhadado aeropuerto de Texcoco estaba proyectado para cumplir esa vocación, sería momento de repensar qué papel queremos jugar como país en un mundo cada vez más conectado y competitivo.
Andrés Webster Henestrosa
Andrés Webster Henestrosa es Licenciado en Derecho por la UNAM con maestrías en Políticas Públicas y en Administración de Instituciones Culturales por Carnegie Mellon University. Es candidato a doctor en Estudios Humanísticos por el ITESM–CCM, donde también ha sido docente de las materias Sociedad y Desarrollo en México y El Patrimonio cultural y sus instituciones. Fue analista en la División de Estudios Económicos y Sociales de Banamex. Trabajó en Fundación Azteca y fue Secretario de Cultura de Oaxaca. Como Agregado Cultural del Consulado General de México en Los Ángeles creó y dirigió el Centro Cultural y Cinematográfico México.