Estoy en el balcón viendo el amanecer y acaban de informar que la vacuna para el Covid ya está lista.
Aún recuerdo hace un año cuando se comentaba que en China, sin ser esto comprobado científicamente todavía, alguien había aplicado aquel dicho mexicano de que “todo lo que se arrastra, camina o vuela, va para la casuela” y apareció un nuevo virus, Covid 19. Así pues, sorprendió lo rápido que habían construido un hospital para atender sólo a este tipo de pacientes, pero sonaba muy lejos el problema.
Y de pronto llegó marzo: fue el 20 cuando nos notificaban en la oficina que la pandemia pasaba a fase 2 y que las personas del grupo vulnerable (de más de sesenta años) nos debíamos confinar en casa hasta cumplir la cuarentena.
Al día siguiente la oficina se encontraba casi vacía, y es que resulta que Lupita era hipertensa, Viky diabética… alguien más debía quedarse en casa a cuidar a sus hijos pequeños, otros a sus papás, etc… y así me di cuenta que todos… absolutamente todos… éramos vulnerables.
Nos vemos en agosto nos dijeron, pues esto pasará pronto, y así comenzaba el confinamiento.
A ese libro inconcluso le llegó su oportunidad… y así conocí a detalle de las once veces que Santana fue presidente: “El pueblo es el culpable pues son ellos los que me lo exigen” decía a manera de justificación; Benito Juárez no fue ese presidente chido que nos enseñaron en la escuela y su hija Margarita fue la primer persona en obtener un acta de nacimiento oficial en el país.
Había tiempo para finalmente tomar ese curso de arte y descubrir que muchos de los artistas crearon sus grandes obras durante o después de un disturbio, pandemia o una guerra (Otto Dix,Yayoi Kusama, Pina Boush) y esto me dio la idea de bajar una app sobre astronomía y reproducir el momento exacto del amanecer que vio Van Gogh desde la ventana del manicomio donde se encontraba en recuperación cuando pintó su famoso cuadro La noche estrellada; estoy seguro que él nunca se enteró que realmente estaba pintando el planeta Venus.
Tomar ese curso sobre cine que ofrecían en la UNAM que siempre quise y poder así disfrutar las películas de una forma más crítica, ¡era mi oportunidad!
Ahora sí podía continuar con mis lecturas del siglo XVIII de todos los jueves.
Nunca entendí por qué la gente iba por despensa al super y lo que más compraban era papel higiénico en lugar de alimentos, si el proceso es precisamente al revés.
Deje de rasurarme, no tenía caso y la deje crecer.
Por qué no hacer esa receta que vimos en tik tok, nos quedó bien buena.
Mucho tiempo libre para ejercitarnos, muchos cursos en línea, descubrimos las bondades de la tecnología (zoom, meet) que nos acercaron de manera virtual con nuestros semejantes, darme cuenta que el mundo informático había cambiado totalmente y que su actor principal era Google y su grupo de herramientas, trabajo colaborativo, classroom, jamboard, la nube, etc… y esto me llevó a pensar en ¿qué habría pasado si esta pandemia hubiera sucedido en el 2006? Únicamente con tu teléfono Alcatel de la Oxxo y sólo con el juego de la viborita.
Llegó agosto, y aún no puedo regresar a trabajar, la barba ya está muy crecida.
Falleció Manuel y tu primo Marco tiene Covid nos avisan, ¡pero si sólo se estaban enfermando y muriendo los desconocidos!
Y de pronto me mandan el resultado de la prueba de mi hija… ¡Está contagiada y con síntomas! Me dice su mamá angustiada, será aislada, el virus ya no era ajeno… ya estaba en casa…
Fueron 20 días eternos de no poder dormir, de imaginarla cuando niña bailando danza o tocando su violonchelo, con su carácter siempre alegre y desenfadado, de levantarte por las noches a mirar el firmamento como buscando respuestas y no encontrarlas… Ya es mi cumpleaños y recibí el mejor regalo que un padre puede tener, las mañanitas virtuales tocadas por mi hija que ya estaba mucho mejor… Había pasado lo peor.
Seguíamos teniendo noticias de amigos, familiares cercanos o simplemente conocidos, todos ellos jóvenes también contagiados, pensaban que por la edad podían retar al destino.
Como cada mes asistí al hospital por medicamento y el ver pasar a cinco personas infectadas por el Covid en sus cápsulas que además eran seguidas por alguien totalmente protegido que rociaba desinfectante a su paso, fue impactante. Me recordó la imagen de los llamados doctores de la peste negra de los siglos XVII y XVIII: la gran mayoría de ellos eran médicos jóvenes, otros empíricos, incluso alguno era vendedor de frutas, cubiertos por una túnica y por protección una máscara parecida a la de un pájaro con pico, con dos agujeros rellenos de perfumes para protegerlos del aire podrido pues creían que éste era el origen del mal. Quién lo dijera, el principal motivo eran las garrapatas y en nuestros tiempos un virus producto de un murciélago mal cocinado.
Estar en ese hospital ahora con mi hijo, en ese momento con sus defensas a sólo el 40 por ciento fue aterrador, ya que personas como él, en esa condición, son candidatos a este tipo de contagios.
¿Cómo hacerle entender a las personas que usar un cubrebocas es un acto de amor?
Ya es diciembre, la pandemia se convirtió en sindemia pues tenemos el Covid y la influenza al mismo tiempo y el virus ya está mutando, y hasta parece que nos estuviéramos acostumbrando a esta situación.
Pues hasta nos recomiendan que la visita anual a la Virgen de Guadalupe por esta ocasión sea por zoom.
De la misma forma celebramos la cena de Navidad y Año Nuevo; fue raro compartir a la distancia pero consientes que era lo mejor.
La barba ya se fue, hay más cursos en línea, más contacto con familiares y amigos de forma virtual pero nada de esto cambiará nunca, nunca la hermosa sensación de estrechar la mano de un amigo, de abrazar a la persona que quieres, de compartir una charla en un café, o de simplemente caminar por la calle libre sin cubre bocas y sin miedo: pronto será.
Por eso hoy estoy aquí en el balcón, con paciencia, mirando pasar el tiempo, mirando un nuevo año y un nuevo amanecer. Señores, esto no es ficción… yo lo viví y es real.
Bruno Herrera Alvarado
Profesor de ajedrez egresado del curso “La enseñanza del ajedrez como herramienta pedagógica”, impartido por la UNAM y la fundación Kasparov para Iberoamérica. Cuentacuentos egresado de la Unidad de Vinculación Artística de la UNAM. Promotor de lectura, integrante del Grupo de Lectura del siglo XIX, en el recinto Juárez de Palacio Nacional.