Un paseo por México desde Madrid

MADRID. Creo que llegué a finales de noviembre de 2021 a Madrid. Y aunque visitar la capital española siempre sienta bien, en realidad, en ese momento me hubiese gustado más haber llegado a México. Llevaba tiempo planeando la salida al otro lado del océano. Por varias razones, se trata de un país importante para mí. Pero ese día había llegado a Madrid.

Hacía frío y el cielo estaba cerrado, comenzaba a atardecer, lo recuerdo. Me instalé en casa de mi amigo Jon, en el maravilloso barrio de Malasaña y de la Universidad, en el distrito Centro. La casa estaba en La Palma, la calle donde se encuentra uno de los bares más importantes de los años ochenta en España. Por El Penta pasaron grandes músicos de la famosa Movida Madrileña, entre ellos, el gran Antonio Vega. En la calle, también encontré academias de música, de bellas artes y mucha vida. He caminado la ciudad cuanto he podido desde ese día.

La primera semana la dediqué a conocer el barrio desde la mirada silenciosa de quien lo camina sigilosamente. Aunque ya la había habitado temporalmente en el pasado, nunca había tenido el tiempo como oportunidad para experimentar un paseo que durara cuanto quisiera por Chamberí. Y así, con la sensación de una observación viva, comencé a caminar por la calle San Bernardo.

La mayoría de comercios me hacían sentir que aún estaba paseando por un barrio alejado de grandes franquicias. Y aunque había demasiado tráfico, la luz de las calles colindantes a San Bernardo era muy clara y se respiraba calma.

Caminé hasta llegar a la calle Alberto Aguilera, un paseo que podemos realizar por el barrio madrileño de Chamberí. Allí me encontré con unos cines en versión original, floristerías, que me encantan, y varios cafés modernos. Era una calle muy viva, con tráfico, sí, pero con mucha vida de barrio. Cada pocos pasos me detenía a mirar los edificios, y fue entonces cuando lo vi. Era una construcción preciosa. Al parecer, y esto lo supe más tarde, se trataba de un edificio histórico del Ayuntamiento de Madrid construido por el arquitecto Luis Bellido hace casi cien años.

Un palacete, de cuatro plantas y una superficie de 2700 metros cuadrados destinados antiguamente a diversos servicios municipales, una casa de socorro, la Tenencia de Alcaldía del distrito de Universidad y una sede del Instituto Nacional de Empleo. No pude evitar acercarme, el edificio me invitaba a entrar. Y cuando lo estaba haciendo, me quedé muy sorprendida al saber que se trataba de la sede de la Fundación Casa de México en España, “de la ventana a lo mejor de la cultura mexicana en España”, como lo definen en su web.

 

Fachada de la Casa de México en España, en el nº 20 de la Calle de Alberto Aguilera de Madrid. (Fotografía, de Luis García).

 

La sorpresa vino porque, incluso antes de llegar a Madrid, ya tenía pensado ir a visitar la institución y desconocía el hecho de tenerla tan cerca. Era un lugar maravilloso por descubrir. Y no tardé en hacerlo, paré el paseo y comencé a visitar la Casa. Pregunté por los accesos, horarios, por su programa cultural, etc. Y en la entrada, un vigilante me indicó por dónde podía comenzar mi visita. Me sorprendió que el acceso al edificio fuera gratuito, y también el de las exposiciones.

 

Imagen de una de las salas de la exposición Fábulas fantásticas. Colección del Museo de Arte Moderno de México. (Fotografías, cortesía de V.C.L).

 

Hice un recorrido lento por la exposición que había en ese instante, Fábulas fantásticas. Colección del Museo de Arte Moderno de México. Una exposición, comisariada por el equipo del Museo de Arte Moderno de México, que exploraba el desarrollo del arte fantástico en México, cubriendo un amplio espectro sobre la temática y abarcando, desde elementos culturales como el día de muertos y la religiosidad popular, hasta las influencias del surrealismo, el arte místico, las revisiones de lo prehispánico y lo paranormal.

 

La disfruté mucho. Por un momento sentí un déjà vu, volví a 2018, a cuando visité el Museo Nacional de Antropología en México. Algunos de los artistas que más me llamaron la atención fueron Rufino Tamayo, María Izquierdo y Cordelia Urueta. Y me sorprendió gratamente la presencia de numerosas artistas mexicanas en la exposición.

Luego, en la información sobre la muestra, pude saber que se trataba de “la primera exposición colectiva en España que reunía la obra de 15 mujeres artistas de la escena mexicana”: Ruth Bernhard, Lola Álvarez Bravo, Leonora Carrington, Ángeles Garduño, Flor Garduño, Rosario Guillermo, Graciela Iturbide, María Izquierdo, Kati Horna, Joy Laville, Lucía Maya, Alice Rahon, Cordelia Urueta, Elena Villaseñor y Marysole Wörner Baz.

La exposición estaba articulada en torno a tres temáticas, lo inusual cotidiano, la magia de los hechizos y el sentimiento de lo fantástico. En lo inusual cotidiano, las obras de los artistas mostraban inquietudes personales utilizando medios muy diversos, fundiendo la identidad, imaginario, mitos y memorias ―enraizados en la cultura mexicana― con su propia búsqueda estética, acorde con el contexto artístico de su época. En la magia de los hechizos se mostraba el interés de algunos artistas mexicanos por entender los misterios y de cómo las devociones del pasado precolombino se sumaron a las tradiciones místicas de los creadores del exilio europeo ―muchas de ellas de origen medieval―.

 

 

Y en El sentimiento de lo fantástico, el núcleo estaba inspirado en las reflexiones de Julio Cortázar, englobando obras que ponen en suspenso los parámetros de la lógica, la causalidad del tiempo, del espacio o el orden, y permitiendo a los artistas cuestionar las temáticas y los recursos impuestos por la noción de realismo.

 

 

Disfruté mucho la visita. Quizá también, porque yo he trabajado muchos años en un museo y valoro la parte técnica de las exhibiciones, haciéndome ver que los detalles estaban muy cuidados.

Me llamó la atención la distribución de las amplias salas, los textos en vinilo y las enmarcaciones y exposición de las piezas. Fueron detalles que hicieron que disfrutara mucho más en mi estancia. El cuidado de todos los detalles hizo que disfrutara mucho más en armonía.

Al finalizar la visita ya era tarde, así que decidí marcharme para volver en unos días y poder seguir con mi acercamiento a la casa. Me esperaban actividades culturales de todo tipo, gastronomía, una tienda librería, más exposiciones y quizá alguna visita guiada.

Pasados unos días, el 17 de noviembre, decidí volver tras haber seguido la programación y la agenda de actividades. Sentí alegría de saber que la mexicana Guadalupe Nettel y el aragonés Manuel Vilas explorarían en sus obras la intimidad, el erotismo y el amor de forma tan cercana y personal. Al parecer, dentro del marco del Festival Eñe, un festival literario, los escritores conversarían sobre sus últimas obras. Me alegró saber que la Casa de México había acogido un proyecto externo, al parecer su espacio no era solo para su programación, sino que la cultura española se hibridaba a la mexicana. La conversación entre ambos escritores fue una maravilla. A Manuel Vilas le había conocido en la presentación de una de sus novelas anteriores. Y Guadalupe fue un auténtico descubrimiento, un maravilloso descubrimiento. Recuerdo que, cuando llegué, el personal de la Casa fue muy amable avisándome de las medidas Covid y acompañándome a mi lugar. La sala donde tienen lugar las conferencias era confortable y luminosa, y la acústica muy generosa. Disfruté la conversación entre ambos escritores.

 

 

Dos días después, volví a la Casa de México.

En esta ocasión lo hice para escuchar sobre el dolor: “Hay pocas cosas tan difíciles de expresar como el dolor físico. En general faltan las palabras para contar esa vivencia: se suele hablar de un dolor sordo o agudo, de un dolor tenue, uno que late o que lacera, uno tenue o abrumador, pero en general a los escritores les falta vocabulario para narrarlo, igual que a los enfermos que intentan describir al médico cómo se sienten. En cambio, hay otro tipo de sufrimiento al que nos cuesta menos trabajo abrirnos. Ese que solemos llamar dolor emocional, dolor moral o anímico. Y ese no sólo ha sido tocado una infinidad de veces por quienes se dedican a la literatura, sino que es uno de los grandes motores del arte, una de sus principales materias primas”.

Guadalupe Nettel volvía a hablar, esta vez sola, explorando el dolor desde la literatura, centrándose en autores contemporáneos y en los libros que ella misma había escrito. Fue muy enriquecedora su charla. Y así, poco a poco me fui familiarizando con un espacio en el que me sentía muy cómoda. Incluso sentí que podría convertirse en mi espacio cultural de cabecera.

Ya era casi finales de noviembre, y la decoración navideña como en la ciudad, también se hacía presente en el espacio cultural.

 

Decoración navideña en la recepción de la Casa de México, 2022.

 

Me quedaban muchas actividades por conocer, entre ellas, sus conciertos, talleres en familia, el teatro, el club de lectura y su fantástico restaurante. Aún no he podido visitarlo, pero sí he leído las críticas y parecen geniales. Me ha llamado mucho la atención del programa “Entre sabores”, una promoción de la cocina mexicana a través de talleres gastronómicos, conferencias y encuentros que se celebran en colaboración con restaurantes mexicanos y españoles en Madrid, así como con cocineros tradicionales, chefs y personalidades del sector.

A través de estas experiencias gastronómicas, la Casa de México oferta la posibilidad de conocer México desde otro de los sentidos. En este momento está teniendo lugar en programación un taller de gastronomía maya, y me hubiera encantado poder hacerlo, pero mi agenda no me lo ha permitido. Al parecer, en los talleres gastronómicos no solo se aprende a cocinar, sino también sobre tradición de cocina mexicana.

Me he informado para poder hacer algún curso en concreto y, al parecer, parece que se trata de una experiencia mayor que realizar un curso de cocina, pues comienza con un recorrido guiado por las exposiciones de Casa de México y la colección de tequila, para más tarde, pasar al aula gastronómica formada por una cocina profesional, donde espera el chef.

Me encanta México. Siento algo muy especial por su cultura y forma de vida. Me gustan sus colores, sus tradiciones y la fuerza creativa que alberga. No he podido volver allí desde 2018 porque, entre medias, estamos viviendo una pandemia. Espero poder hacerlo pronto, y mientras tanto, no se me ocurre mejor manera de visitar México que paseando por la calle Alberto Aguilera, deteniéndonos en el número 20 y entrando a conocer la actividad viva que nos puede ofrecer este espacio cultural tan activo un miércoles cualquiera en el centro de la capital española.

Madrid, 6 de febrero de 2022.

Fdo: V.C.L.

 

 

Etiquetas:

 

Casa de México. Ayuntamiento de Madrid. Desarrollo cultural. Promoción cultural. Diplomacia cultural.

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