Eduardo Sánchez Camacho, obispo, liberal y anti-guadalupano

El Obispo Eduardo Sánchez Camacho, quien en sus tiempos escandalizó a la iglesia católica por negarse a reconocer a la Virgen de Guadalupe. (Imagen proporcionada por el autor).

 

CIUDAD VICTORIA. Eduardo Sánchez Camacho, nació en Hermosillo, Sonora, y murió en Ciudad Victoria, Tamaulipas (1838-1920). Fue el segundo obispo de la Diócesis del estado en sustitución de Ignacio Montes de Oca. Desde su arribo a Victoria el clérigo estableció relaciones de amistad con gobernadores y políticos como Servando Canales, Rómulo Cuéllar, Alejandro Prieto, Guadalupe Mainero y Pedro Argüelles. En una carta dirigida a Ireneo Paz, director de La Patria, aclara sobre su posición ideológica de estos personajes: “… han sabido y saben muy bien que Eduardo Sánchez Camacho es más liberal que ellos, y que les ha ayudado eficazmente a moralizar (no a “clericalizar”) estos pueblos”.

En 1888, Sánchez Camacho cobró notoriedad entre los liberales y jerarquía católica, al fijar su postura y oponerse públicamente a la coronación de la Virgen de Guadalupe, las peregrinaciones y el milagro del Cerro del Tepeyac; además de calificar a la iglesia de ser una “secta nefanda.” Derivado de tales afirmaciones, aquel obispo rebelde residente de un lejano rincón de noreste mexicano, se convirtió en tema nacional. Al enterarse sobre este asunto, Juan B. Tijerina publicó en El Progresista que por disposiciones de Papa, el sacerdote estaba prisionero en su propia casa de Ciudad Victoria.

Para 1896 la mayoría de los obispos lo habían condenado por las declaraciones que para entonces subieron de tono. En cambio los masones a quienes llamaba “valientes soldados, hombres ilustrados” lo elogiaban en la prensa: “En algunos otros diarios de esta Metrópoli he visto publicadas otras cartas de idéntico carácter y hasta la respetable Logia Manuel Gutiérrez Zamora de Tampico y algunas comisiones religiosas de Protestantes se han dignado felicitarme”. Ese mismo año, salió a la luz su publicación Interesantísimas Cartas Sobre la Apariciones de la Imagen de Guadalupe (con la imprenta de Ireneo Paz) y el 9 de octubre, comió en la casa del diputado Guillermo Prieto.

Además, publicó una carta dirigida al Arzobispo y obispos reunidos en México durante el Quinto Concilio Provincial Mexicano, donde asegura que los Papas Benedicto XIV y León XIII no reconocían la aparición guadalupana; y por el hecho de aparecer en el estandarte de Hidalgo al iniciar la Guerra de Independencia, no eran suficientes para “… amarla, honrarla y servirla”. Para 1897, Filemón Fierro y Terán había tomado posesión como nuevo obispo de Tamaulipas, mientras del depuesto Sánchez Camacho se rumoraba de su excomunión.

En este contexto, hacia 1898 el nuncio apostólico del Vaticano Monseñor Nicolás Averardi, lo obligó a reivindicar sus dichos a cambio de no destituirlo. En ese contexto, un supuesto masón echaba fuego a la hoguera, exhortándolo a contraer matrimonio como Mahoma: “Cásese Usted con una muchacha tamaulipeca, aunque usted sea viejo y después aunque se prostituya”. La nota del El Diario del Hogar en mayo 3 de 1900, fue desmentida por algunos liberales prominentes. Pero Sánchez Camacho se defendió: “Soy masón sincero y de corazón, pero no soy masón ritualista, ni mucho menos cínico y descarado”.

 

Vista a la legendaria iglesia del Refugio, en Ciudad Victoria, Tamaulipas. (Imagen proporcionada por el autor).

 

Quinta El Olvido, donde nunca llegan los ecos de placer

En 1896, para evitar mayores escándalos y a pesar de las manifestaciones de apoyo de los católicos victorenses, el controvertido obispo Sánchez decidió trasladarse a las entrañas de la Sierra Madre Oriental. Lejos de cualquier actividad como clérigo y para evitar el morbo y críticas de sacerdotes y periodistas, entre ellos el poeta Juan B. Tijerina, decidió instalar su residencia y pasar el resto de su vida entre su casa en Victoria y El Olvido (El Parque o Joya Verde) situada en una colina cercana al Camino Real de Tula “A donde nunca llegan los ecos de placer”.

A partir de entonces, la correspondencia postal debía dirigirse al Olvido, lo cual desconcertó a sus conocidos porque en la Diócesis no existía lugar con ese nombre: “Persona que ha tenido la oportunidad de observar las costumbres del referido Ilustrísimo señor, nos dice que es probable que haya cambiado el nombre de un ranchito que posee, distante unas doce leguas del Palacio Episcopal que se llamaba El Parque y que costará cuando mucho $6,000.00”.

Vale decir que durante un tiempo, Sánchez Camacho convivió con algunos familiares, entre ellos el licenciado Eduardo Robles y su esposa. La tragedia llegó cuando sus sobrinos y el señor Robles fallecieron en 1892 en los baños La Perpetua de la capital del país. Su esposa fue víctima de un accidente mientras manipulaba una lámpara de petróleo que le incendió sus ropas, muriendo a causa de las quemaduras. Otro asunto relacionado con Sánchez Camacho fue la manifestación espontánea de cientos de personas, que con motivo de la celebración del grito de independencia recorrieron las calles de Victoria al grito de “¡Viva Cuba Libre! ¡Viva el General Maceo! ¡Muera el General Wyler! ¡Viva Eduardo Sánchez Camacho! ¡Mueran Los Gachupines!”.

En los momentos más difíciles, el prelado sobrevivía de los apoyos y comida que le ofrecían familias victorenses. Por su parte, el licenciado Ramón Prida del periódico El Universal lo invitó a colaborar por un modesto sueldo, pero la respuesta fue contundente: “… como muy poco, y no tengo queridas ni queridos como el amigo de Ud. Averardi. No necesito el sueldo de usted ni de nadie, porque estoy sembrando maíz, frijol y otros cereales que me dan lo necesario para comer y para ayudar a los pobres, que es lo que usted y yo debemos hacer siempre; pero agradezco a Ud. su ofrecimiento y siempre soy puro tamaulipeco neto y destarado y que dará a Ud. su corazón si Ud. se lo saca”.

 

El poeta y ensayista Juan B. Tijerina (1857-1912), fue un duro crítico del obispo Sánchez. (Imagen tomada de periodicofronteradetamaulipas.com).

 

Porque vivo en El Olvido

Vale la pena puntualizar los motivos sobre su marginación o autoexilio en El Olvido, sobre todo por qué buscó refugio en medio de la soledad de la montaña: “Porque estoy en perfecta paz con mi conciencia. Contemplo aquí el Universo y sus prodigios, así como la belleza de nuestro globo, que en comparación de aquel es un átomo pero el sacrificio no puede constituir la felicidad verdadera, ni esa contemplación puede satisfacer las aspiraciones de un hombre que vivió 58 años en buena sociedad”.

Dicha propiedad, enclavada en uno de los parajes más bellos de la Sierra Madre Oriental, era paso obligado durante la construcción del Camino Nacional o Camino Real a Tula. Por ello, don Eduardo no dudó en proporcionar al gobierno recursos económicos y materiales para el acondicionamiento de la carretera. En 1900, al ser inaugurado colaboró con reses y borregos -calculándose el costo entre cien y ciento cincuenta pesos- para preparar alimentos de la caravana de invitados. Pendiente de este acontecimiento, el general Porfirio Díaz se preparaba para reelegirse un cuatrienio más.

El Olvido, era una fortaleza de varias habitaciones de piedra y vigas de madera y techos lámina. Además disponía de varios anexos, por ejemplo caballeriza, corrales de ganado y tierras de agostadero. Parte de esta información la debemos a la familia Zorrilla, quien custodia documentos pertenecientes a don Bernardo Zorrilla Beltranilla, hacendado, cosechero y exportador de ixtle, quien despachaba en la calle Hidalgo 67. Se trata de una colección de cartas de 1901-1902, donde se menciona la compra venta del Rancho El Parque o El Olvido a un costo superior a los diez mil pesos plata.

En una de las misivas fechada en octubre 24 de 1901, consigna un breve inventario de animales domésticos: “175 vacas de vientre, 70 toros de edad, 32 toros de dos años, 33 toros de un año, 42 becerros de un año y 36 becerros de dos años que suman 388 reses. En cuanto a bestias destacan 14 yeguas de edad, 3 potrancas de dos años, 2 potrancas de un año, 4 potros de edad, 1 potro de dos años, 3 potros de un año, 10 mulas mansas, 4 machos mansos, 5 caballos mansos, 12 burros mansos y 22 burras y burros de cría que hacen un total de 80 animales”. Vale recordar que a mediados de ese año, después de una larga sequía de varios meses, se desataron tremendos aguaceros que ocasionaron pérdidas de cosechas y ganado.

Se infiere que después de la compra-venta de Joya Verde -1902 y 1903-, don Eduardo se trasladó a su finca de gruesas paredes de sillar en Ciudad Victoria, actuales oficinas del Instituto Nacional Electoral. De aquella enorme casona, el obispo ocupaba una habitación en la planta alta, donde falleció en diciembre de 1920. Su acompañante los últimos años de vida, fue Martín Rodríguez originario de Llera a quien declaró heredero universal. Fue sepultado en el cementerio municipal del Cero Morelos.

 


 

Fuentes hemerográficas: Siglo Diez y Nueve/09/28/1896, El Tiempo 11/12/1896 y La Patria 09/12/1896; /06/21/1900; 9/4/1896; 09/08/1896; 03/03/1900.

 

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