Una de las grandes expectativas de 2020 es el alcance que tendrá el programa estrella de la SC: Cultura Comunitaria. En la imagen, el taller de gráfica popular de Juan Panadero ofrecido en Escuinapa como parte de las misiones por la diversidad cultural. (Foto: Instagram de @tallerjuanpanadero).
Tallereando el 2020
Arqueología del futuro: inferencias culturales
Omar Espinosa Severino
Paradójico: así es nuestro futuro y no es para menos. México vive un torbellino social constante en el que asentar cualquier condición social es superficial y complejo. Por ello, el pronóstico del año 2020 se asoma con un contrasentido cultural; crónicamente contradictorio, ya que México necesitará más que nunca de su memoria para permanecer y solucionar sus problemas.
La arqueología es el punto de partida de este pronóstico, infiriendo qué sucederá con el sector cultura con un particular punto de vista: la paradoja de que el pasado explica el futuro. La arqueología no es ajena al futuro, su núcleo es la explicación del comportamiento social haciendo las preguntas adecuadas para iniciar una revisión del paradigma del poder de la cultura.
El pasado explica el mañana
Analizar y pronosticar cómo nos irá en la rifa se basa en las evidencias que encontramos en el camino, sucesión concatenada de acciones pasadas. El camino comienza en las elecciones federales de 2018, cuando los perfiles para cubrir la titularidad de una novel Secretaría de Cultura (SC) no dejaban claras las propuestas, intenciones y capacidades.
Una victoria anunciada determinó al “poder de la cultura” como una clave del cambio. Ese proyecto propugna por la conceptualización de la cultura como una necesidad, no un lujo o privilegio; los programas integrarían a la sociedad, y la burocracia no sería un aparato oxidado para la redistribución de la riqueza cultural.
El nuevo paradigma inició en el periodo de transición gubernamental con mesas de trabajo temáticas itinerantes. Las mesas —o mejor dicho foros unilaterales— versaron sobre patrimonio, economía cultural, artes, música, teatro, danza, gobernanza y muchos otros tópicos, con la convocatoria de que se entregaran propuestas para la integración del plan sectorial; la respuesta fue positiva, las mesas se llevaron a cabo… y no se supo mucho más.
Después de la toma de posesión del presidente de la república, la SC comenzó un paso tumultuoso con ratificaciones de cabezas de área que no fueron bien recibidas por los trabajadores —como el caso de Diego Prieto en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)—, con la designación y renuncia posterior de otros funcionarios —como la salida de Mario Bellatin del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes—, con las pifias de comunicación social, así como una disputa necesaria y constante de derechos y condiciones laborales dignas en los órganos desconcentrados: el INAH y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura.
A un año de ejercicio cultural, las evidencias marcan una tendencia inercial basada en tres temas principales: la reconstrucción/restauración del patrimonio arquitectónico dañado por los sismos de 2017, el Complejo Cultural Los Pinos y el gran programa de Cultura Comunitaria con su desglose de semilleros, jolgorios y milpas culturales. Sin embargo, se podría plantear dentro de la sinergia cultural de 2019 la ruptura entre la comunidad cultural y la SC, particularmente con su titular.
Contradictorio con un discurso de éxito, los problemas de los programas se advirtieron en la base de los mismos: los trabajadores, talleristas, gestores y colaboradores apuntaron una desorganización debida a la inexperiencia de los coordinadores y titulares ante proyectos tan ambiciosos; resaltaron la falta de pagos y ese talón de Aquiles llamado planeación y metodología.
El cierre de 2019 marcó la paradoja de la superficialidad de los programas, en los que no se vislumbró una atención a los paradigmas cambiantes: se trataron ejes temáticos muy dispares que no tuvieron el impacto sobre la integración social necesaria para mover al paquidermo estatal que se empecina por luchar a cada paso con sus propios pies. Qué le vamos a hacer, ¿escuchará la cabeza a sus extremidades?
Para hacer pronósticos, hagamos arqueología, propone el autor. A 18 meses de la elección presidencial, se van concretando las ofertas electorales del presidente de México. Por ello, el 2020 se mira como una continuidad de lo sembrado en 2019. (Foto: Bénédicte Desrus / Sipa USA)
De lo que se habla…
Escucha, estamos en el 2020, ¿a qué suena? Suena al programa insignia: Cultura Comunitaria; suena a la restauración del patrimonio y a las implicaciones del mismo en el Tren Maya; suena al desarrollo del Complejo Cultural Los Pinos, al proyecto del Complejo Cultural del Bosque de Chapultepec, y al Plan Nacional de Lectura.
Aunque no son la totalidad de la agenda, las anteriores se perciben como acciones que abarcarán buena parte de la misma, queda lejos imaginar sus resultados ante la mala planeación y la sistemática falta de claridad.
El precedente se denota superficial, se infiere la unilateralidad de ordenación, centralizando una dinámica cuyo objetivo es la vinculación social; la priorización de necesidades emergentes contrasta con proyectos de continuidad, y la comunicación parcial o nula contradice la narrativa de apertura.
Usos de la memoria
El sector cultural está en la incertidumbre, se auguran instituciones rebasadas por sus tareas y una fragmentación entre dirección y ramas operantes; el INAH como un órgano desconcentrado es un ejemplo ilustrativo.
Para entenderlo hay que dejar una paradoja más: el INAH es un ente complejo, en realidad existen muchos INAHS. Si ponemos atención encontraremos al instituto protector, al que detiene obras, el de especialidades, el administrativo, el que sorprende con hallazgos; pero también el que rivaliza y/o duplica funciones, al instituto sin presupuesto y el que deja abandonados a sus especialistas sin las condiciones laborales necesarias. Sobre todo a un instituto que no escucha sus mayores retos: sistematizar sus acervos, información y esfuerzos, divulgar como estrategia de protección y atacar de raíz su falta de responsabilidades laborales.
Contradicción tras contradicción sin orden de acción, pero nos queda la memoria: ¿la usaremos para enderezar el camino?
Todos somos cultura
El futuro de la cultura en México y especialmente el del INAH es paradójico. La inercia de los años precedentes dará suficiente empuje para que el aparato estatal cultural y el instituto sobrevivan, permanezcan e incluso dejen algunos destellos relucientes, pero no bastará para solucionar los problemas de fondo: complejas contradicciones en su administración y ejecución, recalcando que no solo es cuestión de presupuesto, también de la forma en que se ejerce.
Las soluciones dependen de las bases de su aparato estatal y las redes con otros agentes sociales, pero sobre todo de la comunidad que tendría que ser reivindicada, resignificando idearios del poder de la cultura a una realidad: la planeación y consecuente evaluación efectiva de sus programas.
Es un tema intensamente relevante para todos, aquí caben tejidos y torbellinos, cabe un cambio de paradigma: únicamente entendiendo que todos somos cultura sabremos usar nuestra memoria para no fallarnos.
13 de enero de 2020.
Omar Espinosa Severino
Arquéologo de profesión, docente de vocación y geek por convicción.