En esta octava entrega sobre la situación de algunos museos en México frente a la pandemia de la COVID-19 (la séptima reflexión fue publicada en Paso libre alrededor del recinto universitario MUCA-Roma UNAM, toca el turno ahora al museo con arraigo entre el público infantil y adolescente, con muchos seguidores también del universo adulto por lo que conlleva de diversión y aprendizaje al unísono: Papalote Museo del Niño en el corazón de la segunda sección de Chapultepec, y que con sus 26 años de vida ha visto desfilar en sus instalaciones a más de 20 millones de visitantes bajo el lema actual de “Toco, Juego y Aprendo”.
Más que museo, una marca, también es conocido como el Castillo azul por el conjunto de azulejos que le dan color e identidad a la construcción emprendida por Ricardo Legorreta junto con la constructora ICA. Fue nombrado Papalote por la derivación del nombre en náhuatl de mariposa: papalotl, además del sentido de juego en los cometas así como el espíritu de libertad y vuelo de las mariposas. Con la combinación de las formas geométricas del triángulo, el círculo y el cuadrado, en las instalaciones se conserva la chimenea central de la antigua Fábrica Nacional de Vidrio fundada en 1935 y que después se convertiría en una guía visual que sobresale entre los puentes del Periférico y en la cercanía de la Montaña Rusa de Chapultepec.
Nacido por iniciativa de Cecilia Occelli en 1990, ella y su esposo —el presidente priista de entonces, Carlos Salinas de Gortari— lo inauguraron el 5 de noviembre de 1993 y se abrió al público tres días después con 290 exhibiciones conducidas o “mediadas” por 195 cuates, denominación de origen náhuatl que detona la cordialidad y complicidad con la que se les llama a los jóvenes y guías educativos que van conduciendo a los visitantes por cada una de las áreas y temáticas del conglomerado. Soy, Pertenezco, Comprendo, Expreso y Comunico fueron las acciones-afirmaciones que se diseñaron por vez primera para el recorrido cuya casa cumple este año de pandemia su aniversario 27.
“La semilla de donde nacimos es del lejano Oriente”, dice poéticamente una nota de @papalote_museo en Instagram. “En 1989, durante una visita a Japón, Cecilia Occelli conoció un centro infantil llamado Castillo de los Niños, que inspiraría un sueño que hoy celebra su 26 aniversario”. Pero si el origen procedió de tierras tan lejanas como las de Tokio, la inspiración de contenidos vino de un sitio más próximo: Caracas, Venezuela y su Museo de los Niños. Las formas de vida de los infantes latinoamericanos llevadas al museo inspiraron a los investigadores mexicanos para organizar las primeras exhibiciones y actividades. Así mismo los especialistas pusieron el foco de atención en el Boston Children’s Museum, en Massachusetts, para analizar la experiencia de la diversión en el aprendizaje.
El Papalote es un museo privado creado como asociación civil sin fines de lucro, cuyo órgano de gobierno actual es un consejo directivo. Su esquema de operación se rige por ingresos de sus concesiones, la tienda y, sobre todo, de la taquilla —no hay entradas gratuitas pero para incluir a niños de escasos recursos implementó el programa Patrocinio escolar en el que una empresa privada invita a escuelas públicas que suman en promedio a 4 mil niños al mes. Es sui generis en México dada su cualidad interactiva en la atención al público infantil, su modelo educativo y su tipo de organización. Su recinto hermano más cercano en naturaleza es el Museo Universum, de la Universidad Nacional Autónoma de México, enfocado en la divulgación de la ciencia y la tecnología desde 1992.
En su tesis La renovación de Papalote Museo del Niño: una experiencia museológica para obtener la Maestría en Museos, Maribel Ibarra López habla de la cualidad “pionera” del recinto no solo en la temática y estructura organizacional sino en la apertura hacia todo tipo de participación económica y de asesoría tanto privada como pública. “El gobierno (de Salinas de Gortari) concedió el terreno y se realizó una campaña financiera de 40 millones de dólares para llevar a término el proyecto”. La investigadora añade que el modelo autofinanciable se concibió a partir de la asesoría de museos de Estados Unidos que se habían sostenido con similares esquemas de apoyo.
En el citado estudio se informa que en 1998 se realizó una renovación del museo para modificar en 80 por ciento sus exhibiciones y contar con una nueva propuesta museográfica con tecnología de punta; renovar el simulador, la megapantalla, los juegos exteriores y la inclusión del nuevo domo digital. La campaña financiera sumó 11 millones de dólares. Dos años antes se había creado el Papalote Móvil como un espacio itinerante para llevar la propuesta educativa a los niños de diversas entidades del país y con menos recursos. Hasta 2006 estas versiones de museo estuvieron en las ciudades de Toluca, Oaxaca, Mérida, Tuxtla Gutiérrez, Guatemala, Monterrey, Chihuahua, Torreón, Chetumal, Cancún, Tepic y Huajuapan; en colonias de Iztapalapa y de Ciudad Nezahualcóyotl, en la CDMX y el Estado de México, respectivamente. En tanto, los cimientos de contenidos y enfoques han sido llevados a 32 espacios como el Museo del Trompo en Tijuana; Trapiche en Sinaloa; Acertijo en Durango; Museo de Historia Natural de Tamaulipas; Papagayo en Tabasco, Laberinto en San Luis Potosí y Mundo Futbol, en Hidalgo. Existen réplicas del Papalote en Monterrey y Cuernavaca.
Marinela Servitje de Lerdo de Tejada fue directora general de Papalote por 18 años. A la presencia de la hija del dueño del Grupo Bimbo siguió la de Dolores Béistegui, quien está a cargo de este museo desde agosto de 2011. Lolita, como se le conoce, antes fue directora del Antiguo Colegio de San Ildefonso, del Instituto Mexicano de la Radio (IMER), y de ProMéxico en Francia. Es quien responde de manera directa y escueta el cuestionario de Paso libre.
—¿Cuáles son a tu juicio las medidas de emergencia que se requieren para apoyar la labor de los museos en México?
—Necesitamos un plan nacional de rescate económico. Para eso hace falta reconocer la situación que estamos viviendo los museos de México.
—¿Cómo ha impactado la pandemia la vida del Museo Papalote?
—La ha impactado en tres grandes aprendizajes:
- El teletrabajo ha sido efectivo y llevado con mucha responsabilidad.
- Un equipo sólido y unido que aceptó severos recortes a los sueldos con tal de que nadie perdiera su trabajo y que los tres museos pudieran algún día reabrir sus puertas.
- El lanzamiento de una plataforma digital (org) que permite día con día crear una nueva comunidad mucho más elástica. La dimensión digital del museo llegó para quedarse.
—¿Cuál es la estrategia que estudian implementar en el mediano y largo plazos?
—No sé cómo medir el “mediano” plazo. Llevamos cerrados cuatro meses, y esperamos abrir el 3 septiembre próximo sin mayor seguridad. Para enfrentar esta situación hemos recortado drásticamente los gastos operativos, y solicitado un préstamo bancario gracias al Consejo Directivo. Al reabrir solo tendremos el 30 por ciento de nuestra afluencia normal, ¿por cuánto tiempo? Por ahora estamos preparando una campaña que pondrá el acento en el bienestar de los visitantes: ofreceremos una experiencia relajada y divertida.
—¿Cuáles serían los aspectos para reelaborar o replantear en un Programa Sectorial de Cultura que esté acorde a la nueva realidad mexicana post pandemia?
—¡Vaya pregunta! Es demasiado abierta para contestarla. Hoy, 8 julio, hemos visto que la Secretaría de Cultura no reconoce la realidad de la situación, no apuesta a lo digital, y cancela cualquier cuestionamiento de fondo. Como nunca antes estamos trabajando y haciendo propuestas que no son recibidas.
—¿Qué requeriría una Ley de Museos?
—Por supuesto que hace falta una Ley de Museos. ¡La esperamos hace 30 años! La crisis social y económica que provocó la crisis sanitaria exige una reflexión profunda que convoque al Estado, a las empresas y a la sociedad civil para cuestionar la responsabilidad social del museo, su participación en el plan de desarrollo del país y sus fuentes de financiamiento.
—¿Es o no es necesaria una Ley de Mecenazgo?
—Obviamente.
—¿Por qué no ha caminado una en nuestro país?
—Por desidia, desinterés e ignorancia. Sobre todo porque nunca se ha convocado a una verdadera mesa de trabajo con todos los actores.
—¿Cómo alentar la participación social, de individuos y de empresas en el entramado del sector cultural?
—Con los correspondientes incentivos fiscales.
—¿Qué estrategias financieras y en materia fiscal habrían de implementarse en beneficio de los museos y de sus públicos?
—Mecanismos de autogestión.
—¿Han establecido con la Secretaría de Cultura federal algún tipo de comunicación, enlace, intercambio de opiniones o críticas?
— Lo hemos hecho a través del Frente ProMuseos. Han sido pocos los resultados y no habrá más.
—¿Qué opinión te merece el Centro Cultural Chapultepec, liderado por Gabriel Orozco pero apenas esbozado a la opinión pública? ¿Debería continuarse, posponerse o cancelarse?
—Hemos pedido que se diera a conocer de manera transparente y que se posponga para atender la urgencia.
—¿Cómo puede participar la iniciativa privada en la reactivación del sector?
—Mucho. Ya lo hace bastante.
—¿Cómo lo hace el Papalote y qué le falta al sector privado de los museos implementar frente a la nueva realidad mexicana?
—El sector privado somos todos, los miles de visitantes y usuarios que compramos un boleto para disfrutar una experiencia de aprendizaje. El sector empresarial apoya con donativos, de manera importante. Hemos sido exitosos con nuestra estrategia de marketing social en el que las marcas dialogan con la marca Papalote. El presupuesto no está en las áreas de responsabilidad social sino en las de mercadotecnia.
Angélica Abelleyra
Periodista cultural especializada en artes visuales y literatura tanto en medios impresos como digitales y en televisión. Es licenciada en Comunicación por la UAM Xochimilco y es autora entre otros libros de Se busca un alma. Retrato biográfico de Francisco Toledo (Plaza & Janés, 2001) y Mujeres Insumisas (UANL, 2007). Hizo la coordinación editorial y la curaduría de la retrospectiva en el Centro Cultural Tlatelolco/UNAM, Rogelio Naranjo, Vivir en la raya (Ed. Turner, UNAM, 2013). Es coautora de los libros Héctor Xavier, el trazo de la línea y los silencios (junto a Dabi Xavier, UV, IVEC, 2016) y De arte y memoria. Bela Gold, una propuesta visual desde los archivos desclasificados de Auschwitz (UAM). Integra el consejo consultivo del Museo de Mujeres Artistas, MUMA.