Ana Mérida, foto incluida en el libro biográfico de Antonio Luna Arroyo.
Ana Mérida, artista multifacética
Como una mujer muy estricta e incansable en cada ensayo; elegante, distinguida y rodeada de colaboradores que escuchaban una y otra vez su plática festiva y amena. Así recordamos a Ana Mérida a 28 años de su partida aunque no se ha ido para quienes estuvimos cerca de ella en sus últimos años. Sigue presente en cada movimiento, en cada anécdota que aun contamos y que ha permitido a las nuevas generaciones conocer a tan peculiar artista.
El 12 de agosto pasado fue su aniversario luctuoso y qué mejor momento para recordar su trayectoria.
Pionera de la danza moderna en México
Hija del pintor guatemalteco Carlos Mérida, a temprana edad inició sus estudios de danza, disciplina en la que destacó por su fuerza creativa y de interpretación. Ella misma se definía como una persona privilegiada que creció rodeada de arte. En 1932, cuando su padre fue nombrado director de la primera Escuela Nacional de Danza del país, Ana mencionaba que fue la primera vez que sintió hacia dónde encaminaría su vida. Tenía diez años cuando pisó por primera vez el Palacio de Bellas Artes en la inauguración del recinto.
En el libro Ana Mérida en la historia de la danza mexicana moderna (Publicaciones de Danza Moderna, 1959), Antonio Luna Arroyo hace un recuento de la vida artística de la bailarina y coreógrafa. Refiere la estrecha relación entre padre e hija y cómo el trabajo creativo de él tuvo una gran influencia en la obra de ella. “Cuando se observan con cuidado algunas telas del pintor se comprende mejor la estructura de algunas coreografías concebidas por la bailarina”.
A inicios de los años cuarenta, la llegada a México de las coreógrafas Anna Sokolow y Waldeen von Falkenstein marcó el inicio de la danza moderna. Cada una fundó su propio grupo artístico en los que participó Ana Mérida. Junto a Guillermina Bravo, Amalia Hernández, Rosa Reyna, Ricardo y José Silva, Josefina Lavalle, Gina Terrogoza y Evelia Beristáin, Mérida formó parte de la primera generación de esa especialidad dancística.
Luna Arroyo menciona que Mérida aprendió de Anna Sokolow la técnica de danza moderna y la manera de enseñarla, mientras que Waldeen y Carlos Mérida le ayudaron a forjar su personalidad “como autora y actora eminente de la danza mexicana”.
Ya para 1959, año de publicación del volumen biográfico citado había suficiente material por la gran actividad artística de la coreógrafa. Sin embargo, quedó sin documentar mucho trabajo que Ana Mérida realizó hasta el fin de sus días.
Coreógrafa y funcionaria
Además de coreógrafa, ocupó cargos importantes como funcionaria: jefa del departamento de Danza del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), directora fundadora del Ballet Waldeen y de la Academia de la Danza Mexicana, ambos al lado de Guillermina Bravo. En 1968 coordinó la Olimpiada Cultural realizada dentro de los XIX Juegos Olímpicos en México. En diferentes momentos fue invitada a organizar y dirigir el Ballet Folklórico Etíope y el Ballet Folklórico de Israel. Asimismo, coordinó los primeros cuatro años del Festival Internacional Cervantino.
En 1974 participó en la película El Santo Oficio dirigida por Arturo Ripstein, actuación por la cual recibió la Diosa de Plata. Ella comentaba su incredulidad ante la nominación de mejor coactuación y cuando recibió la presea fue con su padre a regalársela pues consideraba que lo extraordinario en su vida se lo debía a él. Otras de las películas en las que participó como coreógrafa fueron Piel canela (1983) y Gringo viejo (1984).
Escena de la película El Santo Oficio (1974) dirigida por Arturo Ripstein. Por su actuación, Ana Mérida recibió la Diosa de Plata.
En 1983 realizó la coreografía para el ballet Ausencia de flores con música de Daniel Catán, única obra para danza creada por el compositor y director que se estrenó en el Teatro Degollado de Guadalajara. Dos años más tarde creó la coreografía para el video promocional del Mundial de futbol que se llevaría a cabo en 1986, producido por Televisa. Cabe resaltar que los intérpretes fueron un futbolista y un actor.
También en 1985 y junto con un grupo de jóvenes bailarines, Mérida montó las obras La luna y el venado, La casa de Bernarda Alba y Profecías, esta última inspirada en las pinturas de su padre. Debido a una crisis económica de la época el grupo no prosperó, pero al año siguiente tuvo oportunidad de presentar ese trabajo en el homenaje que los gobiernos de México y Guatemala rindieron a su padre en la capital del país centroamericano. Además de la función dancística de gala se organizó una exposición con obras del pintor.
El colectivo de danza se presentó en Guatemala bajo el nombre de Ballet Danza Contemporánea de México, integrado por Norma Batista, Águeda Bonilla, Marcela Flores, Teresa Garibay, Yohatzi Hernández, Eva Hurtado, Ana Luisa Pardo, Claudia Suárez e Hilda Servín. Los bailarines invitados fueron Octavio Nieto y Oscar Leyva.
De izquierda a derecha aparecen Teresa Garibay, el presidente de Guatemala Vinicio Cerezo, Ana Luis Pardo, Ana Mérida, Marcela Flores y Norma Batista. Museo de Arte Contemporáneo de Guatemala, 1986. (Foto: Archivo Marcela Flores).
En la misma época de aquella gira, la Unidad de Televisión Educativa y Cultural (UTEC), dependiente de la Secretaría de Educación Pública produjo el programa Retrato de Ana Mérida (1986) en donde la artista ofrece algunos fragmentos de sus célebres coreografías y hace un recorrido dramatizado de paisajes importantes de su vida profesional y personal. Participaron su padre Carlos, su hija Ana Luna, sus nietos, otros artistas y amigos.
Recibió la medalla Una vida en la danza que otorga el INBA (1985) y el grado de Maestra Emérita por la Universidad de Colima tres años después. En ese mismo acto se nombró Ana Mérida al salón principal del Instituto Universitario de Bellas Artes, sede del ballet folclórico de la misma universidad y donde se le cita constantemente en las clases de licenciatura de danza escénica para recordar sus aportaciones como pionera de la danza moderna en México.
Ana Mérida en la inauguración en 1988 del salón que lleva su nombre en el Instituto Universitario de Bellas Artes de la Universidad de Colima, junto a miembros del Ballet Folklórico de la misma institución. (Foto: Martín Guzmán).
Entre sus obras podemos destacar El pájaro y las doncellas, La balada del venado y la luna, La casa de Bernarda Alba, Profecías y Ausencia de flores.
Mención especial hacemos de Bonampak, obra monumental que estrenó en 1952 en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, y cuyo reestreno sucedió en 1987 en el marco de la Reseña Mundial de Acapulco con el Ballet Folklórico de la Universidad de Colima bajo la dirección de Rafael Zamarripa. Segmentos de esta obra forman parte aún del repertorio de la agrupación.
Ana Mérida dejó un precedente muy importante en el país que no podemos permitir sea olvidado. En lo personal agradezco todas sus enseñanzas, fue un honor colaborar con ella de manera cercana por más de siete años. Guardo grandes recuerdos de su persona además de algunos regalos como una figa y blusas que ella misma tejió.
21 de agosto de 2019.
Marcela Flores Ruvalcaba
Bailarina, gestora cultural, docente con especialidad en danza contemporánea; empresaria y productora cultural. Miembro del Seminario de Cultura Mexicana Corresponsalía Colima, donde forma parte de la mesa directiva. Maestra en Promoción y Desarrollo Cultural, licenciada en Artes Escénicas y egresada de la Escuela Nacional de Danza Contemporánea del INBAL. Fue docente del Instituto Universitario de Bellas Artes de la Universidad de Colima y de varios grupos de danza y teatro de Colima y la CDMX. Productora de obras de teatro, danza y música. Colabora como dictaminadora de artículos para la revista Estudios sobre las Culturas Contemporáneas de la Universidad de Colima.