Hace un buen tiempo que no escribo sobre la evolución de la economía debido a la decepción de las medidas aplicadas durante el periodo llamado neoliberal, mismas que, por una razón o por otra, nunca se tradujeron en un aumento de la producción elevado y sostenido, y mucho menos en un mejoramiento generalizado del bienestar.Mi punto de vista para explicar esos resultados es muy simple: la marcada desigualdad en la distribución del ingreso, que se profundizó después de la crisis del año 94 del siglo XX, es uno de los factores más importantes que han frenado la expansión de la actividad económica y, por ende, el avance en el desarrollo.
En el último año y medio la nueva administración gubernamental ha estado llevando a cabo un proceso de cambio que busca paliar esa desigualdad, pero en los hechos me parece superficial, sobre todo respecto a lo que pregona porque no ha afectado las raíces del sistema.
En el discurso, se dice que el modelo es parte de una transformación de igual trascendencia que la reforma juarista o la Revolución, en tanto que, a través de la cancelación por decreto, se anula el neoliberalismo en el país. La alternativa lógica a ese cambio implicaría promover el fortalecimiento de la presencia del estado en los procesos de producción, distribución e intercambio. En la práctica, con excepción de algunas modificaciones en el entorno laboral y los aumentos al salario mínimo, las fuerzas del mercado no han sido reemplazadas por instrumentos de regulación gubernamentales, ni hemos observado que Plan Nacional de Desarrollo contenga los elementos para constituirse en el instrumento fundamental para asumir la rectoría de la actividad económica.
El sainete antineoliberal
Lo que hemos observado tras 16 meses de gestión lópezobradorista es una redistribución del gasto público, no del ingreso, y un cambio en los mecanismos de transferencia de recursos a la población, mismos que se asignan ahora de manera directa para favorecer el ingreso de las familias, en vez de destinarlos a actividades complementarias a las labores del gobierno y promotoras del empleo, como en el pasado. Este aumento del ingreso familiar por medio de transferencias de recursos públicos constituye el eje fundamental del nuevo modelo orientado a fortalecer el mercado interno vía aumento de la demanda, para que éste a su vez reactive la producción.
La parte complementaria del modelo descansa en la formación bruta de capital, misma que se reanimará en respuesta a la mayor demanda. Empero, existe otro elemento necesario para impulsar esa inversión que no se ha promovido, sino por el contrario, se ha deteriorado. Me refiero a la certidumbre, a la confianza en el gobierno para garantizar las condiciones de estabilidad económica, política y social propicias para la producción y el comercio, y esa no se consigue mediante besos y abrazos, mucho menos con amenazas.
Todo iba bien pero llegó el 2020.
Durante las primeras semanas del año la presencia del Covid-19, empezó a llamar la atención desde el otro lado del mundo, y para finales de febrero su difusión, además de los efectos negativos sobre la salud de la población de varios países, había propiciado un deterioro drástico y sorpresivo de la actividad económica y financiera en el ámbito internacional y nacional.
A nivel mundial se experimentó una disminución de la actividad económica y comercial, lo cual se tradujo en una menor demanda de materias primas, principalmente el petróleo, con su consecuente caída en los precios. La disminución de las tasas de interés, la volatilidad de los mercados financieros y las alteraciones en los tipos de cambio reforzaron el clima de incertidumbre que ha prevalecido desde entonces.
Por su parte, la economía mexicana se encontraba en recesión desde el segundo trimestre de 2019, por lo cual la inestabilidad externa agravó la situación del país. Para meterle más leña al fuego, lo que empezó como una epidemia se convirtió en pandemia y llegó a territorio mexicano. Así, a finales de marzo se declaró un Estado de Emergencia Sanitaria[1] que implicó la aplicación de medidas extraordinarias entre las que sobresale la suspensión, inicialmente hasta el 30 de abril, de actividades no esenciales en los sectores público, privado y social, y el confinamiento domiciliario de la población con la finalidad de mitigar la dispersión y transmisión del virus. Con estas medidas prácticamente se paralizó la vida económica del país.
Torrente de aristas
Ante este nuevo escenario, el presidente Andrés Manuel López Obrador presentó, durante la rendición de su primer informe trimestral de 2020, una estrategia para enfrentar esta crisis que califica de temporal. Las acciones no se alejan de las aplicadas desde el primer día de gobierno: fortalecer la transferencia de recursos monetarios a la población más vulnerable, continuar con el programa de inversiones, en particular el Aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya y la Refinería de Dos Bocas, la promesa de generar dos millones de empleos, así como acentuar la austeridad en el ejercicio del gasto público, aplicando recortes salariales a los funcionarios públicos a partir del nivel de Subdirector de Área.
La lectura entre líneas del discurso de ese día, es lo que pone de manifiesto una marcada ignorancia sobre lo que los gobiernos deben de hacer en una situación de crisis económica. El mandatario dice romper con las políticas anticíclicas aplicadas en el pasado por ser neoliberales, pero hasta donde recuerdo las políticas anticíclicas han sido los intrumentos utilizados por economías proclives a la intervención del Estado, no por las conocidas como neoliberales.
En esa ocasión el titular del Ejecutivo insistió que se trata de una crisis temporal que pronto será superada, con lo cual no estoy de acuerdo. Como señalé anteriormente, desde el segundo semestre de 2019 la actividad económica se había frenado al pasar de una pequeña tasa anual de 2% a prácticamente cero. A pesar del cambio de ritmo, las señales no fueron tomadas en cuenta con la seriedad debida. Con la pandemia se profundizaron los efectos de esa recesión, de tal manera que si las proyecciones calculadas a finales de 2019 anunciaban una caída del PIB entre -1.0 y -2.0 por ciento real para 2020, las más recientes, que incluyen los efectos de la pandemia, la sitúan entre -3.0 y -8.0 por ciento, dependiendo del grado de pesimismo
A principios de abril, en el Reporte Económico del periódico La Jornada se informó que en 2019 la Formación Bruta de Capital registró una caída anual de 4.9% real[2], que no es tan grave si la comparamos con otros primeros años de gobierno. Pero vale la pena recordar que en más de una ocasión el presidente López Obrador comentó que había celebrado reuniones con empresarios en las que se acordaron importantes flujos de inversión productiva, los cuales no se materializaron. Esta escasez de capital no corresponde a un problema temporal que se pueda solucionar con un programa de emergencia.
En otro asunto, el presidente prometió la creación de dos millones de empleos. Me parece una propuesta excelente, pero no comentó si serán impulsados por inversión pública o privada. Para los interesados en el tema no queda claro de dónde van a salir esos dos millones, ni tampoco si están ligados a alguna de las estrategias.
Otro elemento sobre el cual quiero llamar la atención en este repaso, es en el sentido de que se pueden presentar despidos. El gobierno puede decir que no, pero si eso ocurre ¿qué más se puede hacer? Recuerdo que en el pasado uno de esos gobiernos neoliberales que todo hizo mal, aplicó como parte de las medidas emergentes una extensión de tres meses para el otorgamiento de los servicios de salud del IMSS y del ISSSTE a los trabajadores que perdieran sus empleos. Sin embargo, una medida de esta naturaleza no puede tener el mismo impacto que en el pasado, porque alrededor de 28% de la población ocupada forma parte del sector no formal. Eso si lo podemos atribuir a los gobiernos de orientación liberal o de capitalismo puro.
Por otra parte, con relación a los programas sociales, hace unos días concluyó la dispersión de recursos otorgados a los sectores de la población más vulnerables correspondientes a los siguientes cuatro meses. Medida que estaba contemplada en el Programa Emergente. Esto viene a amortiguar los efectos del encierro al ampliar la capacidad de consumo de las familias durante este lapso, pero da la impresión de que AMLO cree que con eso va a lograr reactivar la economía.
Antes de concluir, considero conveniente señalar que coincido con quienes afirman que la contracción de la economía de los últimos meses tiene su origen en una menor oferta, a diferencia de episodios depresivos del pasado que eran precedidos por severos desórdenes en el ámbito financiero, los cuales alteraban el comportamiento de la bolsa de valores, propiciaban la fuga de capitales y generaban un clima de incertidumbre, además de inflación. Por ello es que me uno a quienes aprueban que se apliquen medidas diferentes a las tradicionales reducciones al presupuesto y la demanda.
Otro punto importante que quiero destacar es que en el pasado la población mexicana siempre dio una respuesta pronta y efectiva a los períodos de crisis, tanto en la formalidad como en la informalidad. Los puestos de antojitos en las puertas de los hogares, las ventas por catálogo, la reparación de aparatos electrodomésticos, la licencia de taxista o el puesto en el tianguis cercano a la casa, son una pequeña muestra de la capacidad de los habitantes, sobre todo de las ciudades, para evitar el deterioro de sus niveles de vida.
Sin embargo, la contingencia sanitaria prácticamente nos ha atado a nuestros domicilios, nos ha obligado a cerrar temporalmente unidades productivas y de comercialización y nos ha impedido buscar fuentes de ingresos alternas. Todavía nos falta enfrentar eso.
(En la próxima entrega analizaremos los 11 puntos en pro de la recuperación económica).
Referencias
[1] El 30 de marzo de 2019 se llevó a cabo una sesión plenaria del Consejo de Salubridad General (CSG) encabezada por el presidente de la República, en donde se reconoció como emergencia sanitaria por causa de fuerza mayor a la epidemia de enfermedad generada por el virus SARS-CoV-2 (Covid-19).
[2] La Jornada, 6 de abril de 2020. Reporte económico. Oferta, Demanda y Coronavirus (2/2). David Márquez Ayala.
Antonio Mier Hughes
Antonio Mier Hughes resuelve todas las aristas relacionadas con el análisis económico en el que se desempeña el sector cultural. Elabora estudios y soluciones para empresas culturales, para organizaciones de la sociedad civil y para dependencias de gobierno, en escenarios propios de la planeación estratégica, el diseño de políticas económicas, la creación y evaluación de indicadores así como en el análisis de las finanzas públicas. Es un docente a toda prueba con los emprendedores culturales.