OAXACA. Existe en la comunidad indígena zapoteca de San Juan Bautista Atepec la certeza de que sólo sus usos y costumbres les puede blindar contra males tan graves como la enfermedad infecciosa del Covid-19 y otras crisis que la pandemia trae aparejadas y que podrían agravarse aún más ante las carencias y la falta de propuestas por parte de las instituciones del Estado.
En el aspecto puramente sanitario, para nadie es un secreto que la pandemia del Covid-19 vino a develar la falta de hospitales, médicos y medicinas en las comunidades indígenas, Atepec no ha sido la excepción. En cuanto a lo económico, los proyectos llegan aquí a cuentagotas, pero ellos saben que no llegan por igual a todas las comunidades indígenas del Estado, y en cuanto a la cultura, sólo sus usos y costumbres, porque no ha llegado a ellos una oferta cultural por parte de los gobiernos, federal y local; sólo sus conocimientos, sus prácticas, sus creencias, sus valores y la organización comunitaria que actualmente practican.
Para dar un ejemplo de esta historia veamos el caso de esta apacible comunidad indígena enclavada en la Sierra Norte de Oaxaca que ha logrado sobreponerse a la crisis y a las carencias, en gran medida gracias a su organización comunitaria.
Los zapotecos Alfredo Sabino Bautista Pérez y Juan Anselmo Velasco Velasco, actualmente presidente y segundo secretario del Consejo de Vigilancia de San Juan Bautista Atepec nos refieren en cuatro palabras lo que ellos consideran la fuente del sistema circular que practican, fundado en “la obediencia, el respeto, las obligaciones y los derechos. Son los valores que nos han salvado”, dicen.
Más allá del aspecto puramente formal, consideran estos valores como la fuente de donde nace la legitimidad del proceder de los representantes de la comunidad. Obediencia, respeto, obligaciones y derechos se expresan aquí como el componente esencial del sistema de normas que dan lugar a las formas de gobierno, comportamientos comunitarios con rasgos específicos en cada caso, que en Oaxaca se conocen como “usos y costumbres”, 417 municipios de la entidad los practican.
Velasco explica: “Nuestro sistema es un círculo. Servir significa estar a disposición de la comunidad. Significa también respetar y ser respetados. Es una forma de corresponder, una forma de dar y también de recibir. Aquí quien cumple sus deberes adquiere sus derechos. La comunidad sólo sabe reconocer y valorar a las autoridades cuando cumplen al cien por ciento. Así nos lo enseñaron nuestros ancestros y es lo que queremos inculcar a nuestros hijos”.
Los ejemplos de donde los atepecanos aprendieron esas sus formas de comportamiento se pierden en la noche de los tiempos. “Nuestros antepasados, nuestros padres, nuestros abuelos nos han enseñado estas normas. Para darnos una idea -continúa diciendo Juan Anselmo- la comunidad trabaja como las yuntas, todos vamos al mismo paso, usted puede observarlo, ni un paso menos, ni un paso más, eso explica porque los surcos que trazan los campesinos con su arado y su yunta, son tan rectos, tan derechos. Vea usted si no. Hasta los animales aprenden a caminar armónicamente.
“Así es aquí, avanzamos en armonía, hemos aprendido que sólo así nuestras metas se cumplen al cien por ciento; y porque no existen surcos incompletos es que existe entre nosotros la idea de que una autoridad que cumple al cien por ciento es porque hizo bien el surco de la justicia, es decir, su tarea completa. Eso ha sido, eso es actualmente y seguirá siendo. En cuanto al aspecto cultural nadie nos ha propuesto otra alternativa, sólo con la participación de quienes integran la comunidad de San Juan Bautista Atepec hemos salido bien librados de las adversidades”.
Todos los atepecanos conocen la importancia del respeto mutuo entre gobernantes y gobernados, entre servidores y servidos, del cumplimiento irrestricto de las obligaciones conferidas para la realización del trabajo comunal.
El ejemplo más reciente, la imagen más fresca de esta próspera situación la están viviendo. Cuando les informaron de la existencia de la pandemia del Covid-19 la autoridad comunitaria actuó rápido y sin distingos. Primero, la autoridad informó a la comunidad, luego, en asamblea se acordó el confinamiento. La comunidad se alarmó, ¿cómo vivir encerrados?, ¿y la comida?, ¿y los alimentos?. Después, el cabildo en asamblea resolvió hacer un censo, “fuimos casa por casa, se hizo sin distingos -añade Juan Anselmo Velasco-. Terminado el censo la asamblea comunitaria acordó que la autoridad municipal dispusiera de los recursos económicos del municipio para proteger a la comunidad”.
El segundo secretario añade: “Así fue que la autoridad dispuso que a cada familia se le entregara tres mil pesos mensuales. Se hizo en una primera etapa, pero como siempre sucede, surgen problemas, surgen imprevistos, y como la autoridad siempre está atenta, revisa y cuando es por el bien de la comunidad corrige. En esta ocasión surgieron problemas porque existen familias numerosas y familias pequeñas, y porque el dinero en efectivo siempre genera otras expectativas; entonces, y para que el reparto fuera equitativo, se acordó que ya no fuera dinero en efectivo, en cambio, a cada familia se le viene entregando un costal de maíz y un costal de azúcar, sin distingos, incluso a los avecindados se les está entregando esta ayuda. Los repartos se hacen casa por casa, y así es como vamos superando la pandemia.
“Eso, desde luego, acompañado de nuestros remedios que por cultura tenemos, nuestros remedios caseros, nuestras yerbas. Pero lo más importante que tenemos es el acompañamiento de las autoridades comunitarias y de la protección comunitaria a las autoridades. Por eso decimos que nuestros usos y costumbres son circulares”, subraya Velasco.
Posteriormente a estos episodios los atepecanos van saliendo, ya no están encerrados. La autoridad comunitaria los cuidó como se cuida a los hijos, trabajan pensando en la comunidad.
Por otra parte, consideran la obligación de servir como un aprendizaje cultural. Recuerdan que hasta ahora la asamblea comunitaria no le ha negado los servicios ni las atenciones a quienes cumplen con el sistema de cargos, al contrario, “aquí a quienes sirven y cumplen sus obligaciones se les respeta”, ocupan un lugar en los afectos de “nuestra gente”, sin importar ni el origen ni la procedencia. “En contraparte, quienes no se integran, o no apoyan, o no demuestran en la práctica su disposición de atender los llamados de la comunidad, se van, se aíslan, solos se van”, cierra su testimonio Juan Anselmo.
En la vida cotidiana la comunidad aporta esas enseñanzas a sus hijos e hijas. Enseñan actitudes y comportamientos para que sus hijos vean a los demás como fines, no como medios. Las enseñanzas adquiridas de la tradición han hecho que los procesos de socialización se traduzcan en mecanismos de control interno y que los valores interiorizados y las normas no sean vistos como imposiciones, los comportamientos de los atepecanos son más bien disposiciones, son prácticas ancestrales que en cada uno de sus integrantes renace.
Antonio Gutiérrez Rodríguez
Ha sido colaborador del Diario Noticas, Voz e Imagen de Oaxaca, integrante del Consejo Editorial de la Revista CESOP Legislativa del Congreso local, actualmente Promotor de los Derechos Indígenas en la Sala de Justicia Indígena del Poder Judicial del Estado de Oaxaca, sociólogo y escritor.