Los datos del imparable INEGI fluyen como río caudaloso al que pocos sacan provecho. Son las aguas en las que intenta remar la era del mandatario López Obrador. Su riachuelo de datos aparenta ser contracorriente. En cataratas, el imponente flujo afianzará su contundencia al paso de los años.
Sabemos que para la comprensión del sector cultural, una fuente indispensable es la Cuenta Satélite de las Instituciones Sin Fines de Lucro (ISFL), cuya actualización al año 2020 se dio a conocer a inicios de diciembre de 2021.
Nuevamente las actividades culturales y recreativas son huésped distinguido del sótano. Mientras en 2019 aportaron un 3.3 por ciento a la integración del PIB de la Cuenta, en el 2020 bajó a 2.7 por ciento. En efecto, ahí vemos el golpe del primer ciclo pandémico.
En su conjunto el PIB de las ISFL sumó 3.0 por ciento, mientras que en 2019 fue de 2.9 por ciento. La diferencia que es a los ojos alegre, en realidad es un capricho de cirugía estadística.
En esencia hubo caída. Cierto, no fue drástico el bajón. Veamos dos lecturas. Mientras la economía tuvo un piso de -7.9 por ciento, las ISFL sumaron -10.1 por ciento. En miles de millones de pesos (mdp), mientras que en 2019 circularon 670 mil 488 mdp, en 2020 fueron 647 mil 654.
Desde que comenzó el conteo de la Cuenta Satélite, han mandado como aportantes al PIB de las ISFL las instituciones de enseñanza e investigación, tanto públicas como privadas: en 2020 fue de 49.3 por ciento, contra 49.5 de 2019.
Así es: a la Cuenta confluyen esos universos, de los cuales, el que por razones naturales siempre ha sido predominante, es el ámbito de lo público. Del 3.0 por ciento del PIB, 1.7 corresponde a esas instancias que ejercen sus funciones con gasto público, en tanto las de particulares dan 0.7 por ciento.
El tercer componente del citado PIB lo denomina el INEGI como valoración económica del trabajo voluntario, que sumó 0.6 por ciento (así es, en las ISFL es el puesto de trabajo dominante). Traducido en número de puestos la cifra es de 1 786 578.
Como referencia curiosa, ese porcentaje equivale a la aportación de la producción cultural en los hogares de la Cuenta Satélite de la Cultura, en su actualización a 2020. Es mucho más, incluso, que lo ofrecido por la gestión pública, que fue de 0.2 por ciento. Recordemos que el PIB cultural se fijó en 2.9 por ciento: a los ojos salieron mejor libradas las ISFL en el año de la Covid-19.
Algunos apuntes más. También en el curso de los años, ha sido consistente el músculo de las organizaciones religiosas. En 2020 les fue mal, pues bajaron su aportación de 15. 2 por ciento a 10.8 por ciento (el impacto de la ausencia de movilidad y presencia en los rituales).
Otro componente llamativo es el denominado desarrollo y vivienda, que mantuvo su aporte en 13.5 por ciento.
Miremos este ángulo. Si bien las instituciones de enseñanza e investigación dan tremendo numeral al PIB, lo hacen con un porcentaje muy bajo en los puestos de trabajo voluntarios, con 6.6 por ciento. Las que más ocupan ese flujo son justamente las organizaciones religiosas, con 28.4 por ciento. El campo cultural da 3 de cada 100 de esos puestos.
Como lo pudimos observar en los reportes trimestrales del PIB de la economía en 2020, el sector de servicios de esparcimiento culturales y deportivos y otros servicios recreativos (71 del catálogo) fue el que mayor caída registró. Para efectos de la Cuenta Satélite de las Instituciones Sin Fines de Lucro, el comunicado del INEGI indica que el nivel del piso fue histórico, con un -37.6 por ciento.
No hay duda de que tenemos el mapa claro del impacto de la crisis sanitaria de 2020 en el sector cultural. Los interesados pueden acudir a mis distintos análisis disponibles en este Paso libre, así como a las valiosas gráficas que nos proporcionó el INEGI.
La conclusión sigue su vigencia. En el sector cultural es determinante, por mucho, el mercado, seguido por la producción cultural de los hogares, por las organizaciones de la sociedad civil (sean o no donatarias) y por el trabajo voluntario.
Aunque simbólicamente crucial, cada día es menos relevante lo que ofrece la inyección directa del gasto público (otro asuntos son las vías fiscales y la inversión neta).
Vemos una picada imparable, cuyas consecuencias no podemos aún terminar de medir.
Eduardo Cruz Vázquez
Eduardo Cruz Vázquez periodista, gestor cultural, ex diplomático cultural, formador de emprendedores culturales y ante todo arqueólogo del sector cultural. Estudió Comunicación en la UAM Xochimilco, cuenta con una diversidad de obras publicadas entre las que destacan, bajo su coordinación, Diplomacia y cooperación cultural de México. Una aproximación (UANL/Unicach, 2007), Los silencios de la democracia (Planeta, 2008), Sector cultural. Claves de acceso (Editarte/UANL, 2016), ¡Es la reforma cultural, Presidente! Propuestas para el sexenio 2018-2024 (Editarte, 2017), Antología de la gestión cultural. Episodios de vida (UANL, 2019) y Diplomacia cultural, la vida (UANL, 2020). En 2017 elaboró el estudio Retablo de empresas culturales. Un acercamiento a la realidad empresarial del sector cultural de México.