De compras en la Feria de Arte Material CDMX

Obra gráfica del mexicano Eduardo Sarabia. (Fotos: ECV).

 

Del madrazo que me di por ver a una prostituta, luego les cuento.

Invierno con aroma a primavera

La tarde del viernes 7 de febrero me amargaron la entrada al Frontón México. No me dejaron pasar a la Feria de Arte Material con mis dos piezas de pan de dulce para el desayuno del día siguiente. Tuve que rogar a un joven que atendía uno de los puestos de souvenirs que me hiciera el favor de resguardarlas. No saben cómo aprecié su ayuda.

Dispuesto a las compras, con dólares en efectivo (US), tarjeta Centurion y lo necesario para transferencias bancarias, pedí para acompañar el shopping una copa de Hennessy Very Special con horchata. De una seductora botella con diseño del artista argentino Felipe Pantone brotó un chorro que pronto se detuvo. Ahshingá. El segundo trago será con jamaica. El tercero con coca.

Soy comprador impulsivo. Desesperado. En estas ferias solo me detengo cuando recibo un chingadazo en los ojos. De aquí mero quiero ser, solo para tus ojos (me digo). En esas andaba cuando el fuetazo vino de una obra del mexicano Eduardo Sarabia. Galería joségarcía ,mx. Obra gráfica. Me vale madre el nombre. Anótela: 1,700 US.

Andante y camina, horchatero de Villahermosa (la mejor del mundo, les diré a los de Hennessy). Galería Veda, Florencia. Chulada: Repatriation of the aura, de la gringa Aviva Silverman. Ideal para una mesa de noche. Pieza que me recordó el cristal cortado que tanto le gustaba a mi madre. Y esas manitas como de yoguini. Póngala en el carrito: 5 mil US.

Pieza de la artista estadounidense Aviva Silverman.

 

Los azúcares, como los Jarritos, qué buenos son. Refife de horchata Henessyana. Suspiro y leo la bandera: Tomio Koyama Gallery. Tokio (año de Juegos Olímpicos). Atmósferas surrealistas niponas por obra y gracia de Atsushi Fukui. Uta, en su isla la conocen rebién. Cuchicheo con una damita de tremendo bolsón D&G, con chela Stella Artois en mano. Va que va: Something in the Sky, acrílico en canvas. Arre con la que barre y vaya por la flor de jamaica: ya le paso a la cuenta sus 4,800 US.

 

Obra de la creadora japonesa Atsushi Fukui.

 

En los andares que duran y no en trotes que cansen (dejo constancia de las numerosas bancas dispuestas para el reposo en los tres niveles de la Material Art Fair) aparece una chilanga tienda de arte, Almanaque Fotográfica. Me prende la enorme reproducción de la serie The life of the other, del españolete Fernando Bayona. Por sus ojos la chulearán. Tengo que elegir entre tres formatos, cuyos costos son —en orden de chica, mediana y grande— 2,500, 4,500 y 6,000 US Trump’s. Claro, Hennessy con jamaica manda: la de 6,000.

 

Fotografía del artista español Fernando Bayona.

 

Una pausa y volvimos
Tras cumplir una orden de evacuación, quedé listo para el jale final. Azúcares, uníos. Esa pieza de estirpe ortopédica me golpeó la memoria khaliana. De Frida, pues. No me pregunten por qué. En paralelo, como un rayo, con esas zapatillas, pensé en las bailarinas y los bailarines que se tienen que retirar de su baile por las lesiones. Yaaaa. ¿Para eso es el objeto artístico, no? Para movernos las emociones. Es una bárbara oaxaqueña la autora, Berenice Olmedo. Al guglearla, supe que levanta perros muertos para crear a partir de sus restos. Óraleee, para nada me arrepiento de desembolsar 8,000 de los verdes. Gracias, Lodos Galería, de esta CDMX (cuyo despachador casi echa por la borda la transacción, pues tuvo la osadía de poner en duda mis preguntas y mi cartera).

Escultura de la creadora oaxaqueña Berenice Olmedo.

En efecto, hasta en este espacio donde reina la intensidad del juego de pelota vasca jai alai, la vida es un pañuelo. Ya con un Hennessy Very Special con agua mineral (ya saben, para filtrar el dulce) me topo con la galería L’Inconnue, de Montreal. Este lienzo de la austriaca Melanie Ebenhoch, de una multiplicidad de planos a partir de los demonios de Hollywood (ándale, ya sueno a una suerte de Cuauhtémoc Lésper), me seduce. Qué diablos son 7,000 US si es una ma-ra-vi-lla.

 

Lienzo de la artista austriaca Melanie Ebenhoch.

 

Resulta entonces que la siguiente escala con pañuelo disponible fue en la londinense galería Vitrine, de visita por primera vez en la feria. Este hallazgo, con 32,500 dólares desembolsados a cuestas, me hizo conocer a Carla Lamoyi, egresada de La Esmeralda. Ella fue compañera de mi sobrina Sofía Cruz Rocha —hija de mi fallecido hermano Fernando (notable guitarrista de música clásica, subrayo)—, quien hace su carrera artística en Viena desde hace varios años. Carla me explicó las virtudes del creador británico-bermudeño Charlie Godet Thomas, ahora avecindado en estos lares aztecas. Puse el ojo de águila en Takeaway (Altar Piece, Alter Piece), que tuvo a bien producir en estos cielos que nos bañan. Entonces me dije, “vamos a grabarla, oh ohohoh”. Dirán sus mercedes si vale o no 4,600 dólares de la era 4T-MEC.

 

 

Rumbo al azotón

Fiu. Pausa. Síntomas de exhaustividad. Agüita de limón, por favor, sin azúcar (reservas para la última tanda en mi amada cantina Salón Palacio). Un plus, digo a mis adentros al repasar los fondos disponibles. Entonces aparece el local francés Chez Mohamed Galerie. Me atiende una chica gala que vive en la colonia Roma desde hace casi un año. Adeline Hadey pondera las cualidades de un ventilador que hace girar unas calcetas blancas: señoras y señores, es una instalación del también french Thomas Mailaender. Baras-baras: 799.99 euros. Y para que sientan el fresco que compré, les dejo el video.

Además, había en exhibición una lámpara, cuyas tres “pantallas” son unos vasitos de marcas conocidas (ahí sí me rajé: me dolió el codo; su precio: 2,300 US).

Lámpara de pantallas diversas.

 

Entre otras muchas monerías, la Feria de Arte Material de la Ciudad de México rediseñó la rampa que conecta con los tres niveles dispuestos en la cancha del jai alai. Ahí colocaron doce obras bajo el nombre del colectivo Bervely´s, de allá pasando el río Bravo. Debido al apuro por llegar al Salón Palacio, donde hacen unas deliciosas tortas de pierna, lo más que pude fue detenerme ante una hamaca con plátanos (ahí les dejo el registro). No pregunten más.

 

Bella tarde soleada. A celebrar un buen paquete de compras, poco más de 38,000 dólares. Estas calles de la Tabacalera son entrañables. En Ignacio Mariscal 25 estuvo El Nacional, donde me inicié en el diarismo cultural. Al ir con paso firme, fue que apareció la prostituta, vestida de negras transparencias. ¡Ah, qué guapa!, me dije al voltear y ¡madres!, visita al respetable suelo. Por volteón dejé de mirar ¡clarín de órdenes! el hoyo en plena banqueta. Tómala. Sana sana manitas mías salvadoras. Qué gacho es, señor alcalde Núñez.
En el Salón Palacio una mesa de dos para uno. Yo solapas. Ron Flor de Caña y torta de pierna con queso. Mi compañero de siempre en este comebebedero, Miguel Hernández Olvera, cumplió, el pasado 29 de enero, cinco años de fallecido. Le llamaba con todos los honores el Ministro de la Información. Por décadas acumuló enormes saberes de la vida y grilla cultural de México, gracias a la lectura diaria, a detalle, de periódicos y revistas. Fue un gran investigador en archivos y bibliotecas. Amigo entrañable y cómplice en innumerables reportajes.
¡Salud, Ministro, donde quiera que me esperes!
Y como en cada cita, persistente don Chucho. Pasan los años y su máquina de toques sigue haciendo de las suyas… Menos conmigo. Me sigue dando miedo.

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