FCE Colombia, patrimonio de México en el corazón de Bogotá

“Las rampas que rodean sus patios circulares, uno de agua como en un ‘carmen’ granadino, se enroscan en el cielo y un mágico paramento porticado continúa una calle colonial”, escribe el arquitecto Benjamín Barney-Caldas, en un artículo dedicado a la arquitectura del Centro Cultural Gabriel García Márquez, publicado en la revista de la Universidad de los Andes, en diciembre de 2012.

 

BOGOTÁ. La sede en Colombia del Fondo de Cultura Económica (FCE Colombia), que alberga también el Centro Cultural Gabriel García Márquez, mojó prensa hace unas semanas por los malos manejos de su último director, el escritor colombiano Nahum Montt, los cuales al final llevaron a su destitución.

El caso generó revuelo en las altas esferas culturales de Colombia y llegó incluso a oídos de ex directores del FCE tanto en Colombia como en México, lo que sin duda contribuyó a que Paco Ignacio Taibo II, quien en un principio había optado por la permanencia de Montt para que él mismo ayudara a recuperar lo malversado, terminó aceptando su renuncia.

Y es que no sólo en México, también en la nación sudamericana, se ha querido preservar el gran legado que encarna esta filial, faro editorial y cultural en el corazón de la capital colombiana.

 

“Este magnífico edificio de Salmona queda como un ejemplo ético para los arquitectos sensibles, cultos y observadores que lo sepan ver en cuanto una alternativa de diseño contextual y un recurso para la invención de nuevas formas ricas poéticamente, ‘con las cuales el arquitecto tiende a posesionarse del espacio’ como decía él, y en este caso de toda una ciudad: de su geografía e historia, presentes en una de sus más importantes esquinas, a una cuadra de la Plaza de Bolívar y diagonal a la Catedral por su parte de atrás”.

 

“Las colecciones del FCE nos han permitido tener acceso a los escritos, ensayos y libros especializados en ciencias sociales o historia que se han traducido al español, lo cual difícilmente habríamos podido si no fuera por la editorial mexicana”, dijo a Paso Libre María Victoria de Robayo, quien por muchos años dirigió el Museo Nacional de Colombia.

“Y como Centro Cultural, es también un gran aporte a la ciudad, la librería es exquisita. Le aporta al centro de la ciudad un lugar magnífico”, añadió.

 

“Con este edificio junta todo de nuevo: geometría, paisaje, luz, viento, agua y vegetación; ejes de composición no paralelos ni ortogonales, cubiertas inclinadas, espacios de más de cuatro lados, muros en diagonal, retranqueos, abaniqueos, ladrillo aparente, plantas curvas… En fin, la interpretación de la pertenencia a un lugar”, ilustra Barney-Caldas.

 

Lo que es propio y de extraños

El céntrico sector de La Candelaria, donde se erige esta construcción, tiene un encanto histórico-colonial que lo vuelve una visita obligada para visitantes nacionales y extranjeros.

Es centro neurálgico del poder y la cultura en Colombia, pues alberga el Congreso de la República, la presidencial Casa de Nariño, el Palacio de Justicia, el Colegio Mayor de San Bartolomé, la Catedral, bellas iglesias como la de San Agustín o la homónima de la Candelaria, el Museo Botero, el de Casa de Moneda, la afamada biblioteca pública Luis Ángel Arango, el Teatro Colón, la Casa de Poesía Silva y ministerios como los de Cultura y Relaciones Exteriores, todo un circuito que se complementa con una población flotante de miles de estudiantes de las universidades que lo circundan.

Con un área de 9,500 metros cuadrados, el diseño del FCE Colombia, una de las últimas obras del prestigioso arquitecto colombiano Rogelio Salmona (1929-2007), es de espacios abiertos, rampas, terrazas y grandes ventanales, desde los que se vislumbran lo mismo los verdes Cerros Orientales de Bogotá que las construcciones coloniales del Centro Histórico.

En 2003, por iniciativa de la directora general del FCE, Consuelo Sáizar, “se concibe la idea de crear un espacio donde la cultura, las letras, la arquitectura, el arte y la gastronomía se conjuguen para ofrecer a los colombianos, y al público en general, un gran centro cultural”, se lee en la página del FCE Colombia.

Con una inversión de 3.7 millones de dólares, su construcción inició en noviembre de 2005 en un amplio terreno adquirido por el propio FCE Colombia, uno de los últimos disponibles en el sector y que por muchos años funcionó como estacionamiento público. “El predio lo adquirió el FCE en una subasta pública del Ministerio de Cultura. Y la obra transcurrió con las complejidades propias de toda construcción”, recuerda el gerente de la época (desde 2001), el colombiano Juan Camilo Sierra.

 

“Sube al gran claustro y alrededor de este llega de sorpresa a un pequeño patio de agua, que se mira a sí misma todo el tiempo, al tiempo que la vista se fuga por todo su perímetro, a los cerros, el cielo y la ciudad, pues este edificio es ante todo un corredor en el aire (cómo no recordar la canción de Rafael Escalona), por lo que es posible seguir mentalmente el recorrido, anticiparlo o recordarlo”.

 

La edificación fue inaugurada en enero de 2008 con la presencia de la entonces directora general del FCE, Consuelo Sáizar; la Secretaria de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota; las ministras colombianas de Educación, Cecilia María Vélez, y Cultura, Paula Marcela Moreno, y el arquitecto mexicano Teodoro González de León (1926-2016). Un año después, no se pudo concretar la visita del matrimonio García Márquez-Barcha a este su espacio como no lo tiene en Colombia. Lo es también por la entrañable amistad que les unió al legendario arquitecto Rogelio Salmona, quien diseñó la casa de los “Gabos” de Cartagena.

Además de una librería de 880 metros cuadrados, cuenta con un auditorio para 324 espectadores, una sala de exposiciones y un patio central de 24 metros de diámetro. Un restaurante de hamburguesas de cadena, una sucursal bancaria y una cafetería de la cadena Juan Valdez también ocupan las instalaciones, lo que representa un ingreso adicional para la filial por concepto de arrendamientos.

 

“Justamente lo que Salmona logra con creces en el Centro Cultural García Márquez, lo que es usual en sus edificios, que invita ineludiblemente a los que pasan por ahí a recorrerlo sonriendo y con él la ciudad misma, y ocasionalmente terminar en una de las mesas de su cafetería compartiendo su experiencia con otros o leyendo algún libro adquirido en su magnífica librería, sin duda, la mejor del país”.

 

La bien surtida librería, con más de 120,000 ejemplares, las exposiciones de arte y las más de 350 actividades gratuitas programadas en promedio al año, tales como presentaciones de libros, proyecciones de películas, conferencias y hasta altares de muertos, han atraído a miles de visitantes, así sea sólo por curiosear, aunque por estos días, debido a las restricciones propias de la pandemia, el flujo de visitantes se ha reducido sustancialmente.

“Era el sitio que se merecía el FCE, muy inspirador. Es un refugio, un espacio muy metafórico y alentador, toda una referencia”, afirma el escritor e historiador colombiano Hugo Chaparro Valderrama, quien en un extenso y bien documentado artículo para La Gaceta del FCE Colombia, con motivo de sus 20 años (1984-2004), abordó a detalle la historia de esta filial.

Escritores mexicanos ya fallecidos como Carlos Fuentes e Ignacio Padilla, así como figuras como Margo Glantz y Juan Villoro, al igual que artistas como el chelista Carlos Prieto han desfilado por sus instalaciones, lo mismo que la obra plástica de maestros como Raúl Anguiano, entre otros.

Desde que estrenó sede, el FCE Colombia (que por muchos años estuvo ubicado en el norte de Bogotá) ha tenido como gerentes, además de Sierra, a los mexicanos César Aguilar y Álvaro Velarca, y más recientemente al malhadado Montt.

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