Las industrias bioculturales sin públicos las entregamos a la extinción, así como el comercio sin compradores desaparece o los mercados financieros sin dinero ya no tienen valor para existir. Única y exclusivamente depende de cada uno de nosotros sin excepción alguna que puedan tener permanencia las industrias bioculturales, si no las experimentamos y consumimos acabamos por dejarlas en el olvido, para quedarnos a merced de la barbarie, el salvajismo y destruir las “civilizaciones”. En síntesis se termina la especie humana y su entorno medioambiental, así de categórico y real.
Si se tiene un mínimo de interés por echar un vistazo a la historia de la humanidad, de la forma que sea nos daremos cuenta que sin los quehaceres bioculturales simplemente no existiríamos como homo sapiens. Qué prueba más clara y fehaciente necesitamos para reaccionar y darnos cuenta que son vitales las industrias bioculturales. Hoy día resultan más que indispensables para re hacer las civilizaciones, evolucionar y darnos la oportunidad de construir un mundo mejor, de madurar como personas, familias y comunidades. Pero ese precisamente es el detonante principal: que se tenga interés, voluntad que intentaré argumentar en cinco puntos.
Uno, valorar nuestras industrias bioculturales y las de otras regiones. En el caso de mi país, empezar por México sería el ideal. Sin embargo, hay dos impulsos fundamentales para que dicha valoración pueda nacer en las personas y sociedades: primero, es en la familia y en particular el ejemplo de los padres o tutores, si uno ve a sus padres leer libros o lo llevan a visitar museos, lo más seguro es que esa vivencia permanezca y la reproduzcamos cuando estemos criando a los hijos o conviviendo con otros infantes de la familia. Y segundo, si no tenemos la fortuna de ejemplos así y no evolucionamos como personas teniendo la curiosidad o inquietud, a cualquier edad, por descubrir un mundo más allá de lo que vivimos en familia, estaremos atados como a dogmas insuperables que justifiquen nuestra inercia y miras limitadas, como resultado nos estaremos perdiendo de una vida y experiencias fabulosas. Diversidad.
Dos, distribuir las riquezas para una igualdad y equidad social en México y en el mundo. Un ejemplo muy sencillo y contundente: con el estómago vacío, mal nutrido y sin acceso a agua potable resulta obvio y justificable que no haya ningún interés por las industrias bioculturales. Pero si eso está cubierto y de todas formas no hay voluntad por conocer y aprender, entonces el asunto es muy serio y delicado, implica el vacío de la persona. Un vacío deshumanizante.
Tres, sistemas educativos humanistas, científicos y transversales que sean gratuitos a nivel básico, medio y superior. Erradicar la educación al servicio de sistemas que generan autómatas egoístas, insensibles e instrumentos para enriquecer de dinero y poder al establishment económico y político. Evolucionar la sociedad de consumidores por sociedades de conocimientos; evolucionar la sociedad de competidores por sociedades de comunidades solidarias; evolucionar la sociedad de clases sociales por sociedades de seres humanos. En suma, atreverse a desarrollar un pensamiento propio y acciones humanizantes con el bálsamo y un mejor futuro de bien común que nos brindan las industrias bioculturales. Recuperar la especie humana y la dignidad.
Cuatro, profundizar y actuar con principios éticos y valores humanizantes. Tenemos la maravillosa oportunidad de transformar nuestra conciencia para ser incluyentes y generar comunidad, sin competencias triunfalistas y soberbias, donde las industrias bioculturales nos permiten adecuadamente para despertar y no seguir diluyéndonos en intereses hegemónicos de poder y dinero. Incluso nos ayudan a ser más amables y respetuosos con uno mismo y reconocer la otredad, aceptar lo imprescindible de la biodiversidad saludable y la multiculturalidad enriquecedora que son sinónimos de evolución. Amplía nuestros horizontes y expande nuestra armonía en lugar de la codicia y la ansiedad que hoy día dominan. Estar insatisfechos y en la carrera de ser aprobados.
Y cinco, visiones económicas y políticas de Estado a partir de la transversalidad que proveen y son las industrias bioculturales. Repito y vuelvo a subrayar, esforcémonos en procurar ser más humanizantes en nuestra vida y actividades o quehaceres, donde los poderes económicos y políticos deben de poner el ejemplo y tienen que, junto con las comunidades, desarrollar instrumentos o mecanismos bioculturales dignos de lo que significa la palabra CIVILIZACIÓN, así en mayúsculas. Sin ser apocalíptico, pero fríamente no hay más tiempo para que dichos poderes ya dejen de ser tan cortoplacistas, avaros, soberbios, autoritarios, genocidas y ecocidas para atrevernos todos a evolucionar, porque no será ni el dinero ni el poder ni la tecnología ni el ego lo que resolverá; es y será la transformación de la conciencia a través del impulso de nuestra naturaleza biocultural que nos permita hacer un mejor e incluyente guion de la historia de la humanidad.
Te invito a descubrir las industrias bioculturales, la biodiversidad y la multiculturalidad, las artes y las ciencias. Seguro encontrarás algo diferente que te guste y puedas compartir, tanto accesible como asequible, pero sin lugar a dudas frente a una pantalla o en la realidad tangible te espera algo fascinante que necesita de ti para que formes parte.
Hace un año y un mes aproximadamente, escribí en un blog personal que, se aprendió a vivir con miedo y que el entrenamiento ha sido intenso porque aprendimos muy bien a responder al estímulo del miedo, a desconectar el pensamiento y, en cambio, sólo acatar porque el miedo es el caldo de cultivo debido a y para la ignorancia, pero qué fue primero el miedo o la ignorancia, quizás hay otro elemento muy importante: la apatía, consustancial a ambos, los tres desconectan gravemente el pensamiento y su eje es el ego, el egoísmo, la soberbia, que se justifica y sustenta en el desinterés y negligencia a re activar el pensamiento. Estoy seguro y comparto que las industrias bioculturales nos ayudan a perder el temor para recuperar el pensamiento, la dignidad y las libertades. Experimentemos y consumamos nuestras y todas las industrias bioculturales. Me permito ponerlo en la mesa, solo hay que atreverse a hacerlo. Sigo insistiendo.
César Octavio Larrañaga
Comunicólogo, antropólogo, fotógrafo, museólogo y consultor de TIC. Su trayectoria incluye la gestión y difusión cultural, así como la producción audiovisual, el periodismo, el trabajo académico y editorial. Además del diseño y operación de estrategias en el manejo de crisis mediáticas y políticas. También se ha desempeñado en el sector privado y ONG’s en materia de medio ambiente. Con una amplia experiencia en museos y museología en México, así como fue becario-investigador en el MNCARS de España.