POPAYÁN, COLOMBIA. Muchos de los problemas de la economía cultural contemporánea, y máxime en coyunturas como la presente, son producto de “angustias” presupuestales. Y muchas de ellas parecen devenir de conflictos en la comunicación entre los distintos actores determinantes y destinatarios del mismo.
Los presupuestos públicos son generalmente la expresión de un prometido plan de desarrollo y sus respectivas líneas programáticas sectoriales. Para el caso de la cultura, es muy usual en Nuestra América, etiquetar como asignaciones fundamentales los patrimonios tangibles e intangibles, los programas artísticos convencionales y generalmente aquellos que tienen un impacto masivo como importantes espectáculos públicos tales como conciertos o festivales de curso periódico.
Los criterios de asignación en los etiquetados tradicionales, deben entenderse como parcialmente inviables en medio de este caos pandémico, mas también es necesario cuestionar los estilos de comunicación institucional tanto de gobiernos como de nuestras organizaciones que lejos de ser claros y empáticos, tienden al aislamiento despectivo o la franca confrontación.
Priorizar, por ejemplo, en el marco de un modelo de presupuesto participativo, más asignaciones a emprendimientos con alto coeficiente de empleabilidad humana, que el sostenimiento de patrimonio físico de tipo histórico-turístico, cuyos flujos de visitantes están temporalmente detenidos.
Igualmente tocar el tema de exenciones fiscales y parafiscales temporales para permitir el ahorro financiero primario de nuestras empresas, mientras no se pueda tener ingreso normal para pagar las obligaciones tributarias como de ordinario se hacía.
Todo ello implica un abrirse, entre todas las partes involucradas, hacia un acuerdo amistoso y comprensible, de que las situaciones NO SON las mismas de la “antigua normalidad” y que mientras tanto, exigencias de presupuesto tradicional no pueden hacerse y menos en tonos agrios.
La concertación falla cuando no hay claridad de los gobiernos al decir claramente sus realidades financieras y nuestro sector al mantener pretensiones que debemos ser conscientes no pueden satisfacerse como en tiempos más estables. Salvo que haya el aprovechamiento político de peticiones para mostrar al otro como “inepto” o “tacaño” podríamos decir que semejante horizonte actual no es el más indicado para promover ese tipo de destempladas exigencias.
Muchas voces declaran, críticamente, que el problema es más de información o comunicación oportuna y clara por parte de los gobernantes, con relación a las nuevas políticas de priorización de las asignaciones en medio de las nuevas necesidades producto de la pandemia.
Por ello se hace indispensable, establecer una intención clara de reorganizar el modo de información entre instituciones y organizaciones, tomando en cuenta que los presupuestos son sustento esencial para una producción donde se preserve la CALIDAD de los bienes y servicios culturales esenciales, tomando en cuenta las restricciones que, necesariamente, está provocando la reorientación de recursos hacia sectores como la salud.
La meta de un diálogo inter-institucional, reestructurado en medio de las restricciones presupuestales que provoca esta crisis, debe ser necesariamente la más óptima asignación de recursos para forjar una mejor calidad de vida de nuestro sector que a su vez mantenga el mismo valor aportado en nuestros productos y servicios. Productos y servicios que cualificarán a su vez la vida de nuestros consumidores los cuales requieren esto con urgencia en la coyuntura presente plagada de tensiones y limitaciones forzosas.
Tomar en cuenta al otro es importante, en el sentido de “equilibrar sacrificios” necesarios en medio de esta dramática coyuntura.
Así pues, la comunicación ha de ser recíproca, comprensiva y abierta, orientada por y hacia la calidad integral de la relación, la asignación y la producción respectiva siempre siendo conscientes de las restricciones que la actual crisis provoca y de las nuevas prioridades a que esta obliga.
Carlos Vicente Tapia Mosquera
Ciudad de México, 1967). Comunicólogo, escritor y gestor cultural. Actualmente dirige Ediciones Provokazzión con sede en Popayán (Colombia). Sitio web, Cantos y Cuentos del Provokazzionista