ENSENADA. ¿Qué tanto la política es un ejercicio frustrante, incapaz de, por él mismo, preservarse de la corrupción y del engaño? ¿Por qué ella, la política, virtualmente desde siempre, se concibe como un ejercicio atravesado, ineludiblemente, por la perversión? Mientras la ley, casi siempre, es la purificación total, la política, que tiene que ver siempre con el poder, se concibe por lo común como un ejercicio carente totalmente de honradez, y de ahí entonces las dificultades que implica el gobernar; es decir aplicar la política en términos de administración pública, cuando se está consciente que el gobierno de la ciudad no puede ser un ejercicio neutro, pues cuando se llega al gobierno de la ciudad siempre se llega, en esta época de sociedades divididas en clases, apoyado por determinados sectores sociales, por lo que, el gobierno así, tiene determinados intereses sociales.
Ese es hoy uno de los nudos gordianos más intrincados, pues él se vincula con la creencia de que el gobierno de la ciudad es universal y por lo tanto obligatoriamente satisfactorio para todos. ¿Es esto posible? Desde luego que no, porque el gobierno de la ciudad es, querámoslo o no, un gobierno parcial, determinado por intereses de clase específicos, que buscan beneficiar primordialmente a los sectores sociales que fueron quienes potenciaron el poder para gobernar.
Por eso ése es, hoy, uno de los dilemas más acuciantes en nuestro país, en la medida en que el gobierno federal se ve cuestionado indistintamente tanto a nivel estatal (los gobernadores que no apoyan a AMLO), como también por algunos sectores sociales (los empresarios, la pequeña burguesía) y que no son, ni con mucho, las mayorías de la población. Por el contrario, estas últimas, quisieran que el gobierno actuase con mucho mayor contundencia para poner en práctica el mayor número de medidas posibles para lograr erradicar la pobreza por la que aún atraviesa el país como resultado de la expoliación a la que estuvo sometido durante los años fatídicos del capitalismo salvaje del neoliberalismo, que llevó a extremos increíbles la polarización de la riqueza.
¿Cómo, entonces, lograr conciliar intereses tan diversos? El modo al que se le ha dado preferencia para resolver las contradicciones que se generan cuando hay choques tan evidentes como los hay hoy en el país (o en Argentina o Dominica, por poner otros ejemplos) son los denominados gobiernos de transición que con medidas que no son ni chicha ni limoná (como dicen un poquito al sur del Continente) tratan de dejar a todos contentos, pero que muchas veces no consiguen sino mantener a todos enojados, en ascuas, esperando que la siguiente medida del gobierno si sea más definitiva para paliar así su malestar… Y muchas veces lo único que se logra es profundizar en ese malestar tanto de las clases favorecidas como de las desfavorecidas por el gobierno de transición en turno.
La pregunta está pues allí: ¿cómo se expresará ese malestar en el próximo ejercicio electoral?
*Sólo estructurador de historias cotidianas