ENSENADA. Vale la pena aquí, para abrir esta nota, recuperar lo que siempre ha sido una tendencia entre aquellos que realizan tareas diferentes a las que cotidianamente, aún en sociedades muy remotas, realizaban el común de sus habitantes para sobrevivir. Brujos y magos al principio; sacerdotes un poco después. Ellos siempre, en esas sociedades, conformaban grupos cuyas reglas y formas de organización se mantenían siempre en secreto y por eso ellos eran grupos aparte dentro de la población común.
De allí la tendencia de los intelectuales a considerarse grupo social diferenciado, cuyas asociaciones tienen reglas y principios de organización ocultos y restringidos para la población que no forma parte de ellas; reglas y principios que pueden mezclarse con las de otros grupos con los que eventualmente se mezclan (por ejemplo los políticos o creadores artísticos diversos).
En México, así, tenemos el caso de la LEAR, una organización en donde precisamente se mezclaron indistintamente políticos, artistas e intelectuales de la época (cuarto decenio del XX) para impulsar un frente amplio de, básicamente, artistas para defender principios esenciales del nacionalismo revolucionario de la época. De entre sus integrantes se pueden mencionar, entre otros, a Leopoldo Méndez, Pablo O’Higgins, Efraín Huerta, Renato Leduc, José Revueltas, Juan de la Cabada, Hermilo Abreu Gómez, Xavier Guerrero, José Rubén Romero, Agustín Yáñez, para quienes junto con su papel de creadores e intelectuales, también existía el compromiso con causas sociales destacadas en aquel entonces. ¿Qué pesaba más en ellos? Difícil establecerlo, aunque el sentido de grupo era, entre ellos, evidente.
Mas lo que aquí interesa subrayar es cómo, entre la intelectualidad, el sentido de grupo ha destacado en México, pues no hay que olvidar que desde la época del fin del conflicto armado del 10-17 (y puede que desde antes) ese sentido de grupo existió entre los intelectuales, como lo demuestra por ejemplo, muy destacado, el grupo del Ateneo (Henríquez Ureña, Caso, Vasconcelos y Reyes), al igual que el de los menos conocidos seguidores de las tendencias anarquistas de los Flores Magón (Luis Cabrera, Mújica, Soto y Gama, entre otros varios) y que impusieron su sello a la Constitución original de 1917.
En los antecedentes de este segundo grupo se ubican los orígenes de la LEAR, que prevalecen hasta principios de los años sesenta, cuando surge el poderoso grupo de la Mafia, conformado, entre otros, por Carlos Fuentes, Salvador Elizondo, José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, Inés Arredondo, Fernando Benítez y otros, que encontraron, desde lejos, la consejería de Octavio Paz para alimentarse y pintar su raya, particularmente, con las ideas de tendencia socialista (amparados en un anti-estalinismo ramplón) que habían influido, sobre todo, en la conformación de la LEAR, a la que ellos no consideraban nada serio.
Las ideas de este grupo aún se mantienen vigentes en diversos campos (periodismo cultural sobre todo) y son ellas, por ejemplo, las que mantienen a la orden del día la selección de candidatos a puestos culturales en el exterior y que fueron las que causaron los desaguisados recién pasados en la embajada de nuestro país en España y provocaron la renuncia, en la Secretaría de Relaciones Exteriores, del responsable de seleccionar a los candidatos de puestos culturales en esa Secretaría.
Es decir, entre la intelectualidad, no es el mérito en sí el factor primordial para destacar. Lo que importa allí, casi siempre, es a qué grupo perteneces.
*Sólo estructurador de historias cotidianas
Profesor jubilado de la UPN/Ensenada
gomeboka@yahoo.com.mx