Cada captura, como cada proceso que implica penalmente la administración de Enrique Peña Nieto, genera una expectativa de sanación social. Bien, a la cárcel. ¿Y qué más? Imagen: Paso Libre.

 

Para los compas L. Concheiro y D. Álamo.

No me preguntéis su nombre.

Lo tenéis ahí en el frente (…)

toda la ciudad lo tiene.

V. Aleixandre: “El miliciano desconocido”

 

El país está agitado. No ha terminado de deglutir los tragos amargos de la reciente visita del presidente López Obrador a Estados Unidos, más allá de que esa visita se inscribe en la creencia de AMLO de que, en lo que se refiere a las relaciones con el país vecino (y eso lo creía desde que Obama era el presidente), más vale llevarla en paz, que comprarse broncas gratuitas (una creencia que en lo profundo pareciera sustentarse en lo religioso, dado que, diría Weber, las raíces del capitalismo mucho tienen que ver con creencias religiosas que devienen indistintamente de Erasmo que de Lutero). En ese contexto habría, pues, que ubicar esa multicitada e inquietante visita que, como sea, Trump la utilizó para allanarse el camino hacia su reelección, haciéndole al gobierno actual del país un regalo adicional: la captura de César Duarte, listo y en sus marcas para ser extraditado a México.

En este país agitado, pues, se concreta la extradición de Emilio Lozoya que todos esperamos ayude a explicar, en mucho, no sólo el gran proceso de corrupción que envolvió al uso y manejo de bienes y favores de Odebrecht, que se dispensaron al amparo de esa malévola firma brasileña y que hasta hoy, aquí en México, no sabemos con precisión aún todo lo que en ese proceso está involucrado.

¿Hasta dónde allí la justicia podrá estirar la liga? ¿Habrá algún proceso de recuperación de lo mucho que allí, impunemente, se robó a la nación?

Porque allí hay de por medio un dilema muy peliagudo: ¿hasta dónde puede llegar la justicia cuando se trata de penar un delito? ¿Sólo con cárcel y encierro? ¿Y todo lo que robaron Alí Babá y sus cuarenta secuaces, desaparece, se evapora, particularmente ahora cuando tanta falta hacen recursos para impulsar la recuperación económica del país? ¿Algo se podrá hacer al respecto, aunque los apellidos Peña, Coldwell, Videgaray, Meade, Osorio y varios más se tengan que arrastrar por el piso de la ignominia nacional (junto, claro, también, con el de todos aquellos que, desde los medios, se quejan de por qué se arrastra así la fama de quienes fueron sus patrones).

En ese ir y venir de noticias que definitivamente favorecen al régimen de la 4T, ¿cuál será la actitud de éste: plegarse más a su inclinación neoliberal de impulsar el desarrollo del país abriendo aún más las puertas a la inversión capitalista (externa e interna), o impulsar, así sea poco a poco, vías de desarrollo que realmente permitan a los50 millones de pobres que habitan la nación incorporarse a actividades productivas rentables que les permitan, en realidad y poco a poco, superar el estado de pobreza en que se encuentran, aunque ello implique modificar, de raíz, el sistema social en que vivimos, a través, sí, de una etapa de transición aterciopelada y sin bruscos cambios de la estructura social que hoy sostiene al país?

Los huesos de cabra del chaman trabajan a toda velocidad. Mientras el cometa atraviesa el cielo, los oráculos descubren los secretos.

 

gomeboka@yahoo.com.mx

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