En esta tercera entrega sobre la situación que viven algunos museos en México frente a la pandemia de la COVID-19 (nuestra segunda revisión fue publicada en Paso libre alrededor del Museo Amparo, en Puebla), ahora toca el turno a un recinto oficial: el Museo Nacional de Arte (Munal) que es un referente en el conjunto de los 18 recintos que integran la Red de Museos del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL). El espacio se distingue no solo por la relevancia arquitectónica de su inmueble en Tacuba 8 sino por el acervo de los siglos XVI al XX que lo conforman con 6,729 obras de arte que en 2019 fueron apreciadas por 600,072 personas que recorrieron pasillos, patios, escaleras, tienda y salas, o que asistieron a los 191 eventos constituidos por exposiciones, conferencias, proyecciones de cine, conciertos y presentaciones editoriales y de danza.
Antes de ser hogar para la exhibición de arte virreinal y moderno, el edificio fue el Palacio de Comunicaciones y Obras Públicas que desde siempre ha tenido “vidas paralelas”, a decir de su directora, Carmen Gaitán Rojo, pues en sus 22 mil metros hay un devenir visible en sus niveles con pisos de madera y mármol relucientes pero también lleva un transcurso invisible en los sótanos y los túneles donde se localizan áreas de mantenimiento y de servicios para el personal así como talleres de plomería, electricidad, museografía, duchas y baños para los trabajadores.
El Munal es uno de los museos del INBAL que cuenta con un patronato eficiente presidido por el empresario Roberto Hernández. Se creó desde 1988 para apoyar las tareas concebidas para el recinto pero tuvo un protagonismo especial desde que participó a fines de las década de los 90 en el Proyecto Munal 2000 que es cuando se hizo una remodelación integral tanto del espacio físico como de la concepción museográfica de dicho espacio, dirigido entonces por Graciela de la Torre. Además de las aportaciones que el patronato hace y decide de manera específica cada año, ofrece varias actividades como eventos privados de orden cultural y visitas guiadas nocturnas, entre otras. Así mismo el museo cuenta con Amigos Munal como una estructura que impulsa membresías anuales y otras posibilidades de apoyo financiero de forma individual.
En los tiempos que corren con el coronavirus a cuestas y el cierre de los recintos —que previsiblemente se abrirán a partir del 1 de septiembre próximo—, el Munal ha pospuesto dos exposiciones programadas para este año: la primera es el Diálogo con Rembrandt, Rubens y Van Dyck integrada por 78 grabados flamencos y neerlandeses que proceden de la colección del Victoria & Albert Museum, de Reino Unido. Las estampas “dialogarán” con 26 óleos de colecciones mexicanas y extranjeras de Juan Antonio Pérez Simón, Rodrigo Rivero Lake, Mireya Maples Vermeersch, colecciones particulares alemanas y de los museos Soumaya, de Arte de Dallas y el Nacional de San Carlos. La segunda exhibición postergada es Flores mexicanas de Alfredo Ramos Martínez, en colaboración con el Museo de Arte de Dallas. Ambas se reprogramarán para 2021.
Con 30 años de labor en los institutos nacionales de Bellas Artes y Literatura y de Antropología e Historia —con un receso en el mundo editorial privado por 4 años—, Carmen Gaitán Rojo es la directora del Munal desde hace un año. Tiene una larga pericia en la recaudación de fondos desde su titularidad al frente del Museo Nacional de San Carlos y ahora en el recinto que da la bienvenida a los visitantes con El Caballito de Tolsá. Paso libre platicó con ella por la vía telefónica.
—¿Cómo ha impactado la pandemia actual la vida del Museo Nacional de Arte (Munal)?
—La pandemia nos ha obligado a replantear nuestro modelo de actuación, a reflexionar en equipo y a cuestionar los modelos que hasta hoy aplicamos conforme a una realidad análoga. Estamos rediseñando los procesos inherentes al recinto, sea que se trate de temas museales, didácticos, inmersivos, de investigación, divulgación, conservación y seguridad. El tiempo nos ha permitido ir recorriendo todos los metros cuadrados del museo, desde cómo lo vamos a reabrir, con qué medidas, con cuánta gente de las que allí trabajamos, con cuáles investigaciones, qué va a suceder con la biblioteca y con los servicios educativos. Desde el INBAL ha sido interesante que la misma institución nos está pidiendo que aportemos una lluvia de ideas y ver cuáles de ellas son plausibles y cuáles son ensueños porque debido al presupuesto algunos no los podremos aterrizar. Como siempre, a nivel personal creo que es una oportunidad perfecta para reinventarnos.
Mi apuesta y exigencia es que nuestra responsabilidad es aportar productos de calidad. El traslado del Munal al espacio virtual nos ha servido para transformar las plataformas, sobre todo de comunicación. Hoy somos visibles pero no tangibles y tenemos más que nunca la oportunidad de transmitir valores, consejos de urbanidad, respeto hacia los otros, por medio de las obras de arte cuyas temáticas nos pueden servir para llevar un mensaje a través de un símbolo. Comunicar con astucia, prestancia y agudeza un cierto valor y que los públicos puedan distinguirlo entre la cantidad abrumadora de información que les llega desde la pantalla hasta su casa, el lugar más íntimo. En la actualidad, gracias a las plataformas digitales, trataremos de concebir productos que lleven una carga educacional: la no violencia, la igualdad, la inclusión, la justicia. Todo aquello que podría sonar como retórica cuando tienes al grupo físico enfrente, hoy lo puedes crear como historias a través de la pantalla.
Por ejemplo, estoy preocupada por los grupos vulnerables a los que no puedo llegarles ahora: invidentes, personas de la tercera edad, con Alzheimer o las hijas e hijos de trabajadoras sexuales que no cuentan con una plataforma digital. Así que una idea será que desde la Secretaría de Cultura tal vez podríamos reunirnos con las radiodifusoras para tener un espacio allí, crear vínculos con la radio pública y privada para llegar a esas poblaciones y despertar pensamiento y reflexión. Hemos pensado también —con la Coordinación Nacional de Museos del INBAL— acceder a las bibliotecas nacionales y a las aulas virtuales porque implican al nicho de los niños estudiando en línea: el público cautivo e ideal para llevarle un mensaje. Es la inteligencia hacia la que debemos apostar.
—¿Cuáles son las estrategias financieras para apoyar la labor de los museos en México, en tiempos de pandemia?
—Estamos en la búsqueda y la recaudación de fondos. Es una tarea a la que me dedico. Y quisiera buscarlos para comprar una unidad móvil (camioneta Van) que permita llevar contenidos a Ecatepec, Chiconcuac o Iztapalapa. Desde hace un año que ingresé al Munal tenemos un programa exitoso: Las maletas del Munal que se trata de doce maletas Samsonite que llevan a tamaño escala, información con copias y vestuario o que te cuentan un cuadro o un paisaje, junto con elementos implícitos de urbanidad, civismo e inclusión a la vez que narran algo de los 450 años de historia que compilamos en el museo desde la mitad del siglo XVI hasta las vanguardias del XX.
La segunda estrategia en la búsqueda de fondos son las becas. En este 2020 nos hicimos acreedores a la Beca de Arte BBVA que es generosa. Me ha interesado reactivar las salas virreinales porque siempre he pensado que nuestra identidad se cocina a partir de la fusión de lo español con lo nativo, y que eso no lo hemos sabido presentar para que el público se fascine con lo virreinal. Lo que haremos es que a través de plataformas digitales una obra se va a desunir para que hable el símbolo, el personaje, la época, el contexto, el tejido social, la iconografía, y convertir todo eso en un video-wall monumental de 6 metros de alto, alimentado por ocho pantallas. Así tendrás elementos súper atractivos que te van a adentrar en el riquísimo mundo del virreinato barroco a través de la comida, las costumbres, las mayordomías y fiestas patronales. Todo esto será parte de la exposición tripartita Símbolo y reino que conjunta piezas virreinales del Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec, el Museo Soumaya y el Munal. Se abrirá virtual y físicamente a mediados de agosto o principios de septiembre, con la sanidad que implica.
—El patronato del Munal es muy activo. ¿Cómo funciona?
—El patronato es generoso en el sentido que aporta cada año una cantidad que se redistribuye en las necesidades que no puede cubrir el presupuesto federal otorgado y en el cual hay muchos candados. La dirección del museo y la coordinadora ejecutiva del patronato deciden anualmente en qué se distribuye el dinero que otorga el organismo. Hay adquisiciones de equipo, por ejemplo, que por ley no puedes hacer en calidad de institución federal, como el vehículo Van del que hablé antes. De mí depende convencerlos de la bondad de cada proyecto, como el pago de seguros, pago de comisarios, traslado de obra, o problemas de mantenimiento que requieran una inmediatez y que si me remito a recursos materiales del INBAL tardarían mucho en llegar.
—¿Cuáles serían los aspectos para replantear en un Programa Sectorial de Cultura acorde a la nueva realidad mexicana con pandemia y después de ella?
—Esta coyuntura ha servido mucho para estar insertos en el Programa Sectorial de Cultura. Ya existía un nivel presencial pero ahora sí tenemos reuniones cada semana con todas las personas de las áreas. La crisis ha generado cohesión. Siendo decana en el rubro, puedo decir que es la primera vez que experimento una liga tan clara y sólida con los otros directores de museos. Antes cada quien iba por su lado, defendiendo su vocación y poniendo todo su esfuerzo para que su recinto despuntara. Hoy está una sensación de horizontalidad y de apoyo donde vemos singularidades y confluencias entre colecciones como las de San Carlos y el Munal; los murales de Orozco en el Palacio de Bellas Artes y lo que nosotros tenemos del artista; la gráfica de arte popular del Museo Nacional de la Estampa y la nuestra. Estamos haciendo curadurías conjuntamente.
La pandemia nos ha hecho más democráticos y ha permitido modificar esta vieja idea del museo elitista. La gran apuesta es la democratización de la cultura a través de las plataformas digitales que debemos de hacer más efectivas porque llegaron para quedarse. Es y será el medio si tenemos la capacidad de desmitificarlo y eliminar la concepción de que la cultura es para unos cuantos: esos que saben, que tienen, que pueden viajar, que tienen poder adquisitivo. La gran apuesta es decir: ‘Los servidores públicos estamos preparando para ti, espectador, productos que tengan contenido e idea y mensaje y que te dejen en claro que la cultura es un derecho y que es tuyo’.
Los museos son lugares de refugio y debemos de seguir los lineamientos de sanidad que establezcan las secretarías de Salud y de Cultura en conjunto con el INBAL, para generar confianza en los públicos tras la pandemia. Se promulgarán campañas para la reapertura de los museos y seguiremos comunicando nuestros contenidos de manera orgánica. Deberemos volver a ver a nuestra audiencia y analizar la posibilidad de que se pierda el miedo de asistir y que sepan que sí van a ser lugares de resguardo y de refugio espiritual y emocional. Ha sido exhaustivo el trabajo en la creación de manuales para prácticas sanitarias en taquillas, oficinas, replanteamiento del ingreso de los empleados por goteo, por ejemplo. La idea es que todo sea de una impecabilidad para dejar claro que son lugares de remanso y esparcimiento que brindarán seguridad.
—¿Es o no es necesaria hoy una Ley de Mecenazgo?
—Creo que sí es muy pertinente; puede contribuir a la financiación de actividades y de servicios de interés general. Una Ley de Mecenazgo fortalece a las entidades como los museos pero también fortalece al que consume. Implica convencer y transmitir la idea de que fortalece a los museos sin ánimo de lucro y también comunicar que es uno de los ejes claves para el desarrollo económico y de cohesión social. Evidentemente con una ley así se le otorgaría un protagonismo a la sociedad civil. Quizás hemos sido muy lentos en educar en el tema de la filantropía y siempre me llama la atención que algunos filántropos mexicanos sean grandes patronos del Metropolitan de Nueva York o del Museo del Prado de Madrid, y no en México. Dices ¿porque dan allá grandes cantidades de dinero y aquí no?¿Qué sentimiento no hemos sabido transmitir o qué incentivo no les hemos podido aplicar para que digan, yo doy para mi gente, para mi museo y mi país, para que más gente pueda disfrutar aquello que yo disfruto cuando viajo?
—Más allá del amor por México ¿Cuáles serían los incentivos para atraer el mecenazgo?
—Aplicar y ofrecer incentivos fiscales atractivos y, en otro nivel, que se trabaje en beneficio del conjunto de organismos e instituciones culturales en pro de su desarrollo y su fortalecimiento para mejorar la gestión; promover sobre todo la profesionalización de los integrantes del sector cultural. El mejor cumplimiento de sus tareas es en beneficio de la sociedad y así se crea comunidad e identidad. Si tú permites que un curador o un investigador pueda viajar a Berlín y estar en Basel, que tome un curso en el MET de Nueva York, lo que traiga a casa va a beneficiar. Y muchas veces el presupuesto federal no nos alcanza. Soy parte del consejo directivo de la Asociación Americana de Amigos de los Museos que se reúne en Nueva York (yo como la única mexicana) y cuando escucho la cantidad de personas de una comunidad que participan para que el museo local de Arkansas, de Dallas o de Virginia tenga mejores instalaciones, espacios inmersivos o curadores, digo ¿Por qué no hemos logrado en México algo así? ¿Qué nos ha pasado que no hemos logrado convencer a un segmento de la clase media y media alta de que contribuyan con un algo para que se beneficie toda la sociedad, no solo a los museos sino a quienes asisten a los museos?
—¿Qué lineamientos plantearías para una Ley de Mecenazgo en México? Hace muchos años, Mauricio Fernández punteó alguna y no avanzó.
—Sé que Mauricio Fernández ha dedicado parte de su tiempo a la promoción de la cultura y las artes; es un coleccionista importante, consejero de museos de Monterrey, miembro de patronatos y benefactor en diversos ramos de la cultura y eso habla de una vocación de mecenas que es una labor que debe de estar vigente en el país. Sé que además el Conarte en Nuevo León es un organismo que a mi parecer es el que más se aproxima a una Ley de Mecenazgo. No sabría por qué no se avanzó pero perfiles de esa naturaleza son los ingredientes esenciales en la conformación de una base para el mecenazgo. Me parece que no hemos sabido incentivarlos y que en mucho se trata del proyecto de las cabezas: en qué medida las cabezas de las instituciones pueden transmitir el valor que se le otorgaría a un mecenas a través de sus donativos. Erigirlos en héroes, en figuras inolvidables como Federico Sescosse o Francisco Toledo, que han hecho historia.
—Diferentes voces plantean que se pospongan o redireccionen los recursos de proyectos como el Complejo Cultural Chapultepec, hacia proyectos / comunidades / museos que ahora viven momentos críticos ante la pandemia. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
—Esto seguramente será atendido por las autoridades federales. Las voces y el debate son valiosos y debemos de analizarlos. En el conjunto de los museos del INBAL somos muy críticos y analizamos la realidad que nos circunda. Nuestra propuesta es no bajar la guardia en nuestra oferta museal y continuar con los programas sustantivos que sean una oferta atractiva. Deseamos que la propuesta de nuestros compañeros en el sector cultural mueva también a la iniciativa privada porque a todos nos beneficia la cultura y porque debemos de recurrir a mecanismos oportunos en pro de un bien común. Un planteamiento bien hecho no puede no tener una respuesta. Y lo que más me motiva de un movimiento (como el de ProMuseos) es que hay en él gente seria; no es un movimiento estridente ni persigue fines no claros. Busca que toda la sociedad se vea beneficiada y al tener una meta noble, no con ambición de que alguien gane, creo que puede tener un buen eco. Si se sabe negociar, la iniciativa puede salir beneficiada con que el proyecto (de Chapultepec) se posponga. Ojalá se dé la interlocución adecuada para que dé frutos en miras hacia un bien común.
Angélica Abelleyra
Periodista cultural especializada en artes visuales y literatura tanto en medios impresos como digitales y en televisión. Es licenciada en Comunicación por la UAM Xochimilco y es autora entre otros libros de Se busca un alma. Retrato biográfico de Francisco Toledo (Plaza & Janés, 2001) y Mujeres Insumisas (UANL, 2007). Hizo la coordinación editorial y la curaduría de la retrospectiva en el Centro Cultural Tlatelolco/UNAM, Rogelio Naranjo, Vivir en la raya (Ed. Turner, UNAM, 2013). Es coautora de los libros Héctor Xavier, el trazo de la línea y los silencios (junto a Dabi Xavier, UV, IVEC, 2016) y De arte y memoria. Bela Gold, una propuesta visual desde los archivos desclasificados de Auschwitz (UAM). Integra el consejo consultivo del Museo de Mujeres Artistas, MUMA.